La respuesta de Gonzalo fue como un jarro de agua fría. Había tenido a Luisita tan cerca hacía solo unos minutos, que el giro argumental de la trama no le había gustado en absoluto.«La exnovia de Luisita... La que iba a vivir con ella en el piso, por la que ha llorado tanto durante dos años... La exnovia de Luisita... Pero ¿qué coño le hizo para que Luisita haya estado así? ¿Dejó de tocar por su culpa?», todos esos pensamientos se amontonaban en su cabeza.
María había llegado para sustituirla en la barra, pero ella no se había dado ni cuenta.
Recordó cuando, el día del cine, Cata le explicó a su manera que Luisita tenía novia, pero que ahora ya no. «Es ella... ¿Por qué justo ahora?», se preguntaba.
—¡Amelia! —la llamó su jefa elevando el tono de voz.
—Joder, qué susto. —Se llevó una mano al pecho sobresaltada—. ¿Qué pasa?
—Perdona, pero es que te he llamado tres veces —explicó María. —Ya te puedes ir a cambiar.
—Eh... vale, vale, me voy.
—Amelia, ¿estás bien? —se preocupó María.
—Sí, sí... —mintió.
—Oye, que si es por Carlota...
—¿Quién? —Aún no conocía su nombre.
—La exnovia de Luisi —aclaró María.
«Carlota», pensó.
—No, María, no te preocupes, es solo que estoy cansada.
Eran las doce, y su turno y el de Luisita ya había acabado. La rubia seguía en el mismo sitio de la barra hablando con Carlota. Por el volumen de la música, hablaban muy de cerca. Las observó durante unos segundos, y un gesto de cariño de Carlota le provocó apartar la vista. Amelia tenía que pasar al lado de ellas para irse al despacho y cambiarse. Se lo pensó dos veces, pero no había otra forma de salir de allí, así que cogió aire y se armó de valor para seguir su trayectoria, ignorando la situación, sin decir nada. Al intentar sobrepasarlas, con la vista fija en un punto para no reparar en ellas, sintió la suavidad de la mano de Luisita en la suya, que con su agarre la hizo detenerse. Se encontró con sus ojos, que la contemplaban con ternura, aunque le estaba costando horrores sostenerle la mirada.
—Rizos. —Luisita sonrió al llamarle así, pero notó que la cara de Amelia continuaba seria—. No te vayas sin mí. —La morena frunció el ceño—. Espérame y nos vamos juntas. —Amelia solo asintió, le soltó la mano y siguió su camino.
Al llegar al despacho, cerró la puerta y apoyó la espalda un momento en ella, suspiró e intentó serenarse.
—Amelia, no pasa nada —se dijo a sí misma. —Tú no eres celosa, no pasa nada —intentaba convencerse.
Se decía que no pasaba nada, pero le estaba pasando de todo. La traición de Elena, aun habiéndose enterado tiempo después de haber dejado la relación, le había generado una desconfianza e inseguridad que, por mucho que luchara en su contra, por momentos, no podía controlar. Nunca se hubiera imaginado que Elena pudiera hacerle algo así, y aunque las situaciones no tenían nada que ver, un halo de similitud le hacía despertar los fantasmas del pasado. Quería salir de allí corriendo, sin mirar atrás, pero le había prometido a Luisita, aunque fuera solo asintiendo, que se irían juntas, así que decidió esperar.
Abrió los ojos y fue hasta el armario para sustituir el uniforme del King's por su ropa. Cuando estaba terminando de cambiarse, el ruido de la puerta le hizo girarse.