Capítulo 32. NUDITO

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«Tú también eres mi lugar seguro». Fue lo que dijo Amelia, que hizo que a Luisita se le encogiera el corazón. La rubia se abrazó a ella, escondió la cabeza en su cuello y se refugió allí. La morena la recibió en sus brazos rodeándole la espalda y tras unos segundos sintió como se le humedecía la piel de la zona. Se retiró lo justo para mirarla a los ojos y comprobó que estaba llorando.

—Cariño. ¿Qué pasa? —le preguntó a la vez que atrapaba una lágrima que caía por su mejilla con el pulgar.

—Nada —contestó con una sonrisa.

—¿Y por qué lloras, Luisi?

—Lloro de felicidad —contestó mientras tomaba asiento, sin soltar a la de rizos, para que se sentara con ella.

Cogió su mano y la acarició durante unos segundos. Respiró llenando sus pulmones de aire... Y levantó la vista al notar como Amelia le acariciaba la cara.

—Esto fue lo que sentí el día que te conocí.

—¿El qué? —Quiso saber.

—Esto. Lo que tenemos ahora. —Le sostenía la mano mientras continuaba acariciándola—. Tú y yo. Nuestro lugar seguro.

—Juntas es mejor —añadió Amelia y Luisita amplió su sonrisa asintiendo. —¿Sentiste esto? —preguntó Amelia sorprendida.

—A ver... No así. No lo que siento ahora. Pero supe que serías importante en mi vida después de ese momento. Incluso antes de conocerte.

—¿Antes de conocerme?

—Sí. Cuando mi hermana me envió el video cantando «Con las ganas», para que yo le diera mi opinión si debía contratarte o no. —Amelia la escuchaba con atención. —Me quedé embobada con los ojos puestos en la pantalla. No sé las veces que lo he visto... Lo pongo por las noches antes de dormir si no estoy contigo —confesó. —Me relaja escucharte cantar.

—No me lo habías dicho.

—Ya... —reconoció. —Me ponías muy nerviosa al principio —confesó ruborizada. —¿Te acuerdas del primer día en el King's'? Cuando te estaba enseñando a tirar la caña y de repente nos quedamos muy cerca... Pensé, «Luisita, tienes un problema».

—Ah, ¿sí? —preguntó sugerente, y Luisita le sujetó las mejillas y la besó.

—Sí. Hacías esto mismo que acabas de hacer ahora.

—¿Qué hacía? —cuestionó levantando una ceja.

—Eres perfectamente consciente de lo sexy que resulta que hagas eso, ¿verdad?

—Puede ser... —rio y Luisita cerró el abrazo atrapándola contra ella, y dejándole repetidos besos en la mejilla.

Amelia cerró los ojos, sumergida en esa sensación de protección que experimentaba siempre que estaban así. Envuelta por el aroma de la rubia; que le transmitía tanta paz.

—Ibas a saco —afirmó la rubia riendo. —Me pediste una cita el primer día.

—Cita que no hemos tenido —apuntó.

—Nunca es tarde.

—Mañana. —Propuso. —Tengámosla mañana.

—Me lo tendrás que volver a pedir —dijo con gracia. —Aquella propuesta ya caducó.

Amelia cogió su mano y la sostuvo entre las suyas.

—Luisa Gómez Sanabria. ¿Quieres tener una cita conmigo?

—Por supuesto que sí —aceptó con una sonrisa de oreja a oreja.

—Te quiero. —Beso—. Te quiero muchísimo, Luisi —pronunció sobre el brillo de sus ojos.

Sólo si es contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora