Mientras caminaba no podía dejar de pensar en lo guapísima que estaba Amelia girada mirándola desde lejos, y tras un momento de silencio en sus auriculares, la música volvió a sonar.He dejado de llorar y hacerme el fuerte
Por si acaso te conviertes en invierno
Buscaremos una excusa para vernos
Mándame un mensaje y dime donde puedo recogerte...Sacó el móvil y cerró la aplicación. Quizá las canciones no eran la mejor compañía en el paseo de hoy.
Cuando salieron del bar, María las siguió con la vista, con la mirada de ilusión de un niño la mañana de reyes. Trataba de asimilar todo lo que había pasado desde el día que Amelia apareció para hacer la audición en su local. Se dio cuenta de que no había hablado casi nada con su hermana en esas semanas. Y si a Luisita le estaba pasando lo que ella creía, la iba a necesitar.
María le pidió a Miguel que trabajara aquella noche con Gonzalo, y Nacho se ofreció a quedarse allí ayudando para que su mujer se pudiera ir. Al salir del King's llamó a Luisita por teléfono, pero no obtuvo respuesta. Inició a pasó ligero el camino que separaba su local de la casa de sus padres, con la esperanza de alcanzarla. A los cinco minutos la vio de lejos, cómo caminaba tranquila, y aceleró aún más el paso hasta llegar a su altura.
—¿Puedo acompañarte?
Luisita giró la cara sabiendo perfectamente quién hablaba.
—¿Qué haces aquí, Meri? —preguntó extrañada, sabía que tenía turno en el bar.
—Me he cogido lo que queda de... —Miró el reloj—. Noche libre para pasarla en familia. —Le pasó la mano por encima del hombro a su hermana para atraerla hacia ella—. ¿Te apetece?
Luisita asintió mientras dejaba salir todo el aire que había en sus pulmones.
—¿Quieres que hablemos? —Luisita volvió a asentir. —¿Te parece que vayamos al Asturiano? Ahora está solo Gustavo; papá y el abuelo ya se habrán ido.
—Vale.
Al llegar al bar familiar, María paró cerca de la puerta para fumarse un cigarro antes de entrar.
—Meri, ¿no decías que lo ibas a dejar? —preguntó sarcástica su hermana.
—Luisi, en año nuevo —contestó seria.
—¿Pero no era el año nuevo pasado?
—Luisi.
—Vale, vale. No digo más —dijo mientras María se lo encendía. —¿Me das uno?
María frunció el ceño.
—Pero si tú ya no fumabas.
—Había tantas cosas que no hacía...
Las dos sonrieron. María le ofreció la cajetilla para que cogiera uno y le acercó el mechero para darle fuego.
—Luisi, estoy muy feliz —dijo su hermana con los ojos brillantes.
Luisita se acercó a ella y la abrazó. María tragó saliva intentando no llorar, pero le resultaba complicado al ver a su hermana actuar de aquella manera.
Aunque se querían con locura, habían pasado una época en la que la mayor no había conseguido entender las necesidades de la pequeña. María había intentado por todos los medios ayudar a Luisita, sin darse cuenta de que la ayuda que le estaba prestando no era la que ella necesitaba. Luisita quería, simplemente, sentir dolor, y María, que estuviera bien. Eso no había hecho que se quisieran menos, pero sí que se distanciaran. A María le había costado, pero por fin lo había entendido.
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