Capítulo 6. HOGAR

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Amelia 13:31
Luisita, soy Amelia
guarda mi número

Luisita: 13:45
Guardado 😉
No me dio tiempo a decirte nada cuando terminamos
Anoche no lo hiciste nada mal para ser tu primer día

Amelia: 13:46
Porque desapareciste 🙁
al final voy a tener un don natural para esto
ya te lo dije

Luisita: 13:46
Y yo ya te dije que eres un poco creída 😛
no desaparecí, estaba cansada

Amelia: 13:47
El próximo día no te libras de que nos tomemos algo al terminar
Mañana tenemos una cita
No lo olvides

Luisita: 13:49
Y antes de la cita ir a ver unos pisos

Amelia: 13:52
Correcto señorita

Luisita: 13:52
A qué hora empezamos?

Amelia: 13:53
16:30 la primera visita, Sagasta nº 27,
Dónde quedamos?

Luisita: 13:55
Metro Alonso Martínez 16:20

Amelia: 13:55
Perfecto. Hasta mañana Luisita

Luisita: 13:56
Hasta mañana Amelia.



Luisita llegó un poco antes de la hora, caminado desde la Plaza de los Frutos, dando un paseo con su música, no sabía cómo de puntual era Amelia, pero a ella siempre le gustaba llegar la primera a los sitios, prefería esperar a que la esperasen. Se apoyó en la barandilla de la salida de la boca de metro pendiente de que la morena subiera por aquellas escaleras. Observaba a la gente que había a su alrededor cuando vio venir a Amelia hacia ella, con paso ligero y las manos ocupadas por dos vasos de café para llevar:

—Hola Luisita. — La morena se acercó a ella y le dio dos besos sin soltar lo que llevaba en las manos—. ¿Has llegado hace mucho?

—No, diez minutos.

—Que chica tan puntual, no dejas de sorprenderme —le decía Amelia con su enorme sonrisa. — Toma, para ti, no sabía lo que te gustaba, así que no he sido muy innovadora, capuchino.

—Pues has acertado, es mi favorito.

—Yo tampoco dejo de sorprenderte a ti entonces. — Amelia le guiñó y se mordió la lengua en la comisura del labio.

Ese tipo de gestos, que a Amelia le salían de forma tan natural, hacían que la rubia se pusiera un poquito nerviosa, así que prefirió obviarlo y centrarse en la tarea que les esperaba, la búsqueda de un piso para la morena. Las dos chicas empezaron a caminar en dirección al portal tomándose los capuchinos que Amelia había traído para las dos. Cuando llegaron, la puerta estaba cerrada, el señor de la inmobiliaria le había comentado a Amelia que las esperaría arriba.

—Es aquí. —Luisita señalaba el nº 27 grabado en la piedra de la fachada del edificio—. El portal tiene buena pinta.

—Ya no me fio de los portales, Luisita, no sabes las auténticas mierdas que he visto esta semana en portales bonitos —se lamentaba Amelia.

—Venga, no desesperes, confía en que hoy lo encontramos —le decía la rubia intentando animarla. —¿Qué piso es? —preguntaba Luisita para llamar al portero.

—Ático B.

—Amelia, por dios.

—¿Qué pasa?

—No caigas en el engaño de los áticos, muy bonitas las vistas, pero super fríos en invierno y un horno en verano.

Sólo si es contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora