Capítulo 26. COSITAS

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Amelia se retiró unos centímetros y comprobó la forma en que la mirada de Luisita acompañaba lo que le acababa de decir. «Me muero por hacerte el amor» se repetía en su cabeza. Aquellas cinco palabras salidas en susurro de la boca de su rubia le habían hecho temblar, y tanto por la necesidad que le había creado, como por los nervios por lo que iba a ocurrir, le estaba siendo imposible controlarse.

—¿Quieres que nos vayamos? —le sugirió y Luisita le hizo saber que sí con un movimiento de cabeza. Amelia le cogió de la mano e hizo que le siguiera esquivando a la gente hasta llegar a las escaleras.

—Rizos —tiró del agarre haciendo que parara, le rodeó la cintura y la besó con lentitud, jugando con su lengua, demostrándole lo que le costaba separarse de su boca. La había hecho detenerse para recordarle algo, pero no se había podido contener.

—¿Nos despedimos de los demás? —le preguntó la morena entendiendo que por eso le había hecho parar.

—No, los abrigos —indicó y rieron las dos. Amelia reparó en que ni se había dado cuenta del frío que haría fuera y que no podían salir así. La confesión de Luisita no le dejaba pensar en otra cosa —Espérame en la puerta, que voy a por ellos —ordenó.

—Luisi... —la llamó para que no se fuera todavía. —Puedes arrepentirte cuando tú quieras —quiso hacerle saber mientras su mano le sujetaba la cara y le dejaba una caricia en la mejilla con el pulgar.

—Lo sé, Amelia. —Por supuesto que lo sabía, y se lo demostró con un cariñoso abrazo que significaba que todo estaba bien. La morena le había dejado marcar el ritmo de cada cosa que había pasado entre ellas, y ahora no iba a ser de otra forma.

Amelia se dirigió a las escaleras y la rubia hacia el despacho. Luisita creyó que sería más fácil salir por separado, por si se encontraban a alguien, que no les hicieran preguntas. La rubia entró, recogió las cosas de las dos y salió con prisa; Amelia la esperaba. En el pasillo que la separaba del local se encontró a Gonzalo venir de frente, que abrió los brazos al verla para felicitarla por la actuación.

—Madre mía, Luisi. ¡Cómo habéis estado! —decía el chico mientras la achuchaba. —Por cierto. Con Carlota ¿qué? Ayer cuando la vi... ¡Qué emoción! Con lo que me ha gustado siempre a mí esa chica para ti. —Hablaba sin parar—. Digo yo que igual le puedes dar una oportunidad. Ella quiere poner todo de su parte para recuperar lo vuestro.

Luisita puso los ojos en blanco por la obviedad de que su exnovia le había contado a Gonzalo sus planes.

—Gon —le cortó en su discurso. —Que me tengo que ir.

—Pero ¿cómo te vas a ir? —preguntó sorprendido. —Si están todos tus amigos ahí, Luisi.

—Hazme un favor —le pidió. —Discúlpame con ellos y diles que esta semana nos vemos sin falta.

—Vale, vete, anda —animó dándole un beso de despedida.

—Gon —le llamó. —¿Sabes quién es la prima de Amelia?

—¿Una pelirroja muy guapa?

—Sí —confirmó. —Dile que Amelia se ha ido, que no se enfade —rieron los dos por la petición de la rubia. —Y que mañana la llama.

—¿Os vais juntas? —preguntó él y Luisita solo asintió. —Amelia también me gusta mucho para ti.

La rubia sonrió por el comentario y se reunió con Amelia en la entrada. Se abrocharon las prendas la una a la otra, se besaron al terminar y salieron del local cogidas de la mano. Recorrieron la distancia hasta el piso riendo, hablando de todo lo que había pasado esa noche, robándose besos entre sonrisas y disfrutando de esa atmósfera que se creaba cuando estaban juntas, sin soltarse un momento.

Sólo si es contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora