Capítulo 33. SOLO SI ES CONTIGO

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Se despertaron abrazadas, desnudas bajo el nórdico. Luisita descansaba en su cuello y Amelia le acariciaba la espalda con la yema de los dedos, subía y bajaba despacio, con suavidad.

Al llegar a casa, después de la velada con sus amigos y tras la emoción desbordada de la canción que Luisita le dedicó a Amelia; habían pasado horas haciendo el amor.

La rubia, con los ojos cerrados, estaba concentrada en la sensación que le provocaba el tacto de las caricias sobre su espalda y la piel del cuello de la morena, en sus labios. Comenzó a hacer lo mismo sobre el abdomen de la de rizos; su mano subió lentamente, sin detener el roce, hasta situarse en la parte baja de sus pechos. Amelia se estremeció anticipando el gesto, y tras varios amagos, Luisita agarró uno de ellos, y lo apretó a la vez que le lamía el cuello.

—Ccariiiño... —pronunció con dificultad con la respiración entrecortada.

Con la pierna que la rubia tenía entre las suyas, aumentó la presión para conseguir más contacto en esa zona.

Amelia vibraba y a Luisita le embargaba la pasión por provocarle esa excitación. Salió de su cuello para encontrarse con ella y mirarla a los ojos; unos ojos que le gritaban: «estoy rendida a ti». Luisita la besó invadiendo por completo su boca y jugando con su lengua. Era un beso, con sed, con hambre, con ganas. Amelia se dejaba llevar, totalmente entregada. La mano que se deleitaba en sus pechos bajó hasta su intimidad; primero, acariciándole la cara interna de los muslos, hundiéndose entre sus pliegues después; comprobando la medida en la que a la morena le gustaba aquello. Amelia ahogaba gemidos en la boca de la rubia, dentro de aquel beso que le estaba haciendo perder la razón y hundía ligeramente sus dedos en su espalda, aferrándose por completo a ella.

Luisita, al tiempo que estimulaba su clítoris, empezó a descender con la boca por su cuerpo. Primero por el cuello, al que se dedicó con esmero; sabía que era su punto débil y se aprovechaba de ello. Luego en sus pechos; los que lamió y mordió, al principio intentando abarcar la mayor parte posible, más tarde entreteniéndose en los pezones; que presionó con sus dientes elevando aún más el placer que sentía la morena. Continuó bajando, repartiendo un reguero de besos por su tripa; unos con más labios, otros con más lengua, hasta completar el camino, llegando a su intimidad. La observó durante unos segundos: sus rizos despeinados, los ojos cerrados, mordiéndose el labio... Totalmente expuesta a ella. Respiró hondo intentando controlar la vorágine de emociones que le hacía sentir, y sin dilatarlo más, profundizó en ella.

Amelia enredaba las manos entre los mechones rubios, mientras ella le sujetaba las caderas, su boca y su lengua, hacían el resto. Al tiempo que los gemidos de la morena se escuchaban más incontrolables, Luisita aumentaba el ritmo de su tarea, hasta que sintió como su cuerpo temblaba y se deshacía en ella.

Regresó a su boca y Amelia la envolvió con sus brazos, tratando de volver a respirar con normalidad. Luisita le dejó repetidos besos en los labios y regresó a su cuello, acurrucándose en él, de la misma forma en la que había amanecido.

La de rizos, sin ningún preliminar, internó su mano entre las piernas de Luisita, descubriendo cuánto le había gustado a la rubia perderse en ella.

—Madre mía, Luisi... —susurró.

La rubia jadeó en su oído y Amelia aumentó el ritmo.

—¿Queé quiiieres? No soy de piedra —se defendió.

—Me encanta —pronunció sobre sus labios acompañando sus palabras con el vaivén de su mano. —Me encantas. —Recorrió con la lengua su labio inferior.

—Y tú aaa mí —contestó entre suspiros, sintiendo como los dedos de Amelia se adentraban en ella.

La morena atacó su boca, tomando ahora el control. Luisita correspondía al beso; al tiempo que deslizó sus manos, atrapando las nalgas de Amelia con ellas.

Sólo si es contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora