Capítulo 5: El palacio y el sonido extraño

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Después de un largo vuelo, en el que Paula se había dedicado a conocer mejor a Amanda, descubrió que la chica tenía su misma edad, que estudiaba medicina como Edward y que le apasionaba bailar.

Llegaron a la ciudad y había muchísima gente amontonada para saludarlas, en el avión habían decidido que no iban a estar más de 5 minutos para no llegar tarde a palacio, por lo que al salir se encaminaron las cuatro juntas y se fueron separando poco a poco para saludar a la gente.

Paula al principio estaba nerviosa, pero se le quitaron los nervios en cuanto vio a un grupo de niños, que supuso que serían de algún colegio de la zona, cantando el himno de Illea para recibirlas. Paula se acercó a los niños con una sonrisa radiante.

- ¡Pero bueno que bien cantáis! Muchas gracias por venir, es todo un detalle- Dijo Paula con un tono de voz gracioso para que los niños se soltaran un poco más.

- Muchas gracias, eres la primera que se acerca y nos dice algo- dijo un niño casi chillando, a lo que Paula se puso a reír disimuladamente.

- ¿Aiden que hemos dicho de chillar?- dijo la maestra en tono reprobatorio.

- No se moleste, me encantan los niños por algo estoy estudiando Educación.

- ¿De verdad? ¿Y vas a ser una princesa maestra?- dijo una niña emocionada.

- Eso no lo sé, no depende de mí, ¿pero queréis que os cuente un secreto?- dijo Paula bajando el tono de voz y agachándose para estar más cerca de los niños, que le miraban con curiosidad- A mi me encanta cantar.

Al decir esto los niños empezaron a reír con alegría y a esto Paula se levantó y se despidió de ellos con la mano para encaminarse al coche.

Llegaron al palacio y Paula no se imaginaba que fuera así, sabía que era enorme, pero no tanto, había unos jardines inmensos y preciosos y una especie de lago que recorría todo el jardín.

El interior no se quedaba atrás, Paula no tenía palabras para describirlo. No tuvo tiempo de admirar la belleza del palacio porque la arrastraron a la Sala de las Mujeres, la cual estaba repleta de perchas y de tocadores con gente corriendo de arriba abajo como si les fuera la vida en ello.

- Necesitan relajarse- soltó de repente Amanda, miró a Paula y ambas empezaron a reírse de la situación tan surrealista que estaban viviendo.

- Clermont y Dominica por aquí- dijo uno de los estilistas.

Paula y Amanda le siguieron hasta el final de la sala, donde encontraron dos cabinas con un perchero y tocador cada una.

Varios estilistas le explicaron a Paula que le iban a dar un cambio de look y ella pidió explícitamente que lo único que quería era que cortasen el pelo dos dedos por debajo de los hombros y que no le pusieran mucho maquillaje.

Le cortaron el pelo tal y como pidió, Paula no era una chica exigente, pero cuando se trataba de su pelo si que lo era, le encantaba su pelo rizado, no era un rizo muy definido pero definitivamente no tenía el cabello ondulado, era de lo más original y siempre lo llevaba así, rara vez se lo planchaba.

A la hora de elegir vestido Paula lo tuvo claro, un vestido corto de escote de barco de color vino, eligió ese porque le parecía el más sencillo por la forma y el color era el más distinto, por lo que estaba muy elegante. Finalmente, le hicieron una foto del antes y del después que se pondría en el próximo Report.

Al cabo de un rato, Paula se encontraba hablando con Amanda hasta que llegó una mujer de pelo canoso y algo mayor.

- Buenas tardes señoritas, mi nombre es Silvia y seré una especie de tutora para todas ustedes- dijo con formalidad- Sin más dilación, subiremos a la segunda planta donde se encuentran sus habitaciones, esta noche cenarán en ellas y mañana por la mañana serán presentadas a la Familia Real.

Al terminar de hablar salió por la puerta y todas las chicas siguieron a Silvia contemplando el palacio. Paula intentaba recordar el camino porque tenía un pequeño problema con la orientación y el palacio era lo suficientemente grande como para perderse.

Una vez en su habitación, Paula soltó un suspiro de asombro al ver lo grande que era, era blanca con un inmenso ventanal frente a la puerta, a su derecha se encontraba una cama de un tamaño descomunal, a la izquierda había un escritorio y una chimenea, y al lado de este estaba el baño. Paula se acercó para echarle un vistazo, pero se asustó al ver a tres chicas dentro de este y soltó un chillido de la impresión.

- ¡Madre mía! ¿Se encuentra bien señorita? ¿Quiere que llamemos a alguien?- dijo la que parecía más joven.

- No os preocupeis, es solo que pensaba que estaba sola- dijo Paula quitándole importancia al asunto, aunque debía evitar las emociones fuertes por ciertos problemas que padecía.

- Lo sentimos mucho señorita no era nuestra intención asustarla- dijo otra que parecía la que mandaba entre las tres.

- No hay problema y llamadme Paula, tenemos casi la misma edad- comentó Paula, quería que se sintieran con total libertad para llamarle por su nombre- ¿Y vosotras sois?

- Yo soy Abby señorita- dijo la que todavía no había hablado riendo.

- Yo soy Margot- dijo la más joven.

- Y yo soy Daphne- dijo la más adulta.

Paula intentó quedarse con los nombres y cuando estaba a punto de pedirles que se marcharan a dormir Daphne habló.

- Le ayudaremos a desvestirse y a prepararse para la cama señorita- dijo con autoridad para que las otras dos empezaran a sacar cosas de los cajones.

- No es necesario, puedo hacerlo yo sola- dijo Paula alegremente, podía ponerse el pijama sola, no era una cosa del otro mundo.

- Pero señorita estamos aquí para eso, si quiere vamos deshaciendo su maleta- dijo Margot.

- ¿Qué os parece si me ayudáis con lo del pijama y yo ordeno mis cosas? Así podéis iros antes a descansar- dijo Paula esperando a que aceptaran.

Las doncellas se miraron entre sí extrañadas por el comportamiento de la chica, pero no tardaron en aceptar la oferta. Al cabo de 15 minutos Paula estaba lista para irse a dormir.

- Si necesita algo más llámenos señorita- dijo Daphne.

- Buenas noches- dijeron las tres al unísono.

Cuando estaban apunto de cerrar la puerta escuchó a Abby decir "¡Ya me cae bien, ni siquiera hemos tenido que deshacer su maleta!" a lo que las otras dos empezaron a reírse por su comentario.

En el momento en el que Paula se quedó sola abrió el ventanal para asomarse y admirar las vistas del jardín era maravilloso, decidió dejar la ventana abierta porque quería sentirse como en casa y en verano siempre dejaba las ventanas abiertas.

Comenzó a deshacer la maleta y de pronto sintió miedo, era la primera vez que estaba sola en un sitio que no conocía de nada y no tenía a Edward para sentirse en familia, le entraron ganas de llorar, pero se contuvo porque tenía que ser fuerte, para demostrarse a sí misma que vale muchísimo más de lo que siempre a pensado, en ese momento quería sentirse cerca de su madre, por lo que empezó a cantar la nana que le cantaba y que ella le cantaba a Sarah para tranquilizarse.

A medida que la iba cantando, iba guardando sus cosas en el armario, pero paró de repente cuando escuchó un sonido extraño que venía desde el jardín, con un poco de miedo decidió asomarse pero no vio nada, entonces siguió recogiendo y cantando. Cuando terminó se fue a la cama y durmió tranquilamente.

Lo que Paula no sabía era que cierto príncipe estaba en el jardín dando un paseo cuando se quedó embelesado escuchando su voz y al acercarse para escucharla más claramente se tropezó con un arbusto y cayó de bruces al suelo.

Si te lo contara ya no sería un secreto (La Selección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora