Cumpleaños

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Severus.

Debo agradecerte por las pociones. Me han encantado. Aún no las pruebo. Quiero que seas el primero en ver los efectos de tus obras maestras. No imagino cuánto tardaste en hacer cada una de ellas. Enserio muchas gracias.

Espero que te hayan gustado mis regalos. Tal vez no son tan increíbles como el tuyo, pero me esforcé en encontrar algo perfecto para ti.

Debo admitir que han pasado bastantes horas desde que leí la carta. He pensado en todo lo que dices en ella. Y debo admitir que no te entiendo. Por lo menos no por completo.

Aún así seguiré tus pasos y confesaré lo que siento.

Me gustas Severus. No entiendo cómo alguien tan amargado puede gustarme. Pero es así. Sé que no serás cursi, no me vas a abrazar en todo momento ni mucho menos me dirás cosas cursis al oído. Pero aún así me gustas.

No comprendo tu manía por hacer las cosas complicadas. Pero esta bien. Te permito cortejarme, lo que sea que eso signifique. Solo espero que tengas en consideración que no soy una típica chica de sangre pura, así que no lo arruines.

Atte. Alya Black.

El pelinegro no había contestado a aquella carta. De hecho la había olvidado por completo. Hoy era su cumpleaños y lo único que podía pensar era en su madre. Un par de días antes Dumbledore lo había llamado a su despacho para darle una terrible noticia.

Ahora estaba en la torre de Astronomía. Normalmente estaría cerca del lago negro. Pero buscaba un poco más de privacidad. Por ello gruñó cuando notó que alguien se acercaba.

-Tranquilo, vengo en paz.- Se sorprendió demasiado al escuchar aquella voz.

-¿Qué haces aquí?- Alya noto tristeza en la voz de Snape.

-Estaba buscándote, cierta pelirroja me contó que hoy es tu cumpleaños.- Snape se sorprendió. Pero no lo demostró, estaba demasiado ocupado pensando en otras cosas.

-¿Y cómo me encontraste?- Alya no le iba a contar a Snape que los chicos habían terminado el mapa Merodeador y Lupin le había ayudado a encontrarlo.

-¿Qué ocurre Severus? No trates de mentirme, sé que no quieres decir algo. Pero tal vez yo pueda ayudarte.- Snape no había hablado del tema. Ni siquiera con el director. Pero sabía que necesitaba hablar con alguien.

-Mi madre murió.- El pelinegro fue directo, como siempre que hablaban. Pero para Alya había dicho mucho más.

-Lo siento tanto Severus. ¿Cuándo te enteraste?- Alya sabía que Snape quería hablar. Así que se sentó a su lado.

-Hace un par de días. ¿Sabes que al parecer era la heredera de la familia Prince?- Alya sabía que la madre de Severus era sangre pura, pero no sabía de qué familia provenía.

-¿Nunca te lo dijo?- Snape negó con la cabeza.

-No. Siempre dijo que no era importante. Al parecer existe una casa Prince. No entiendo porque nunca nos mudamos a ella. Así nos hubiéramos alejado de Tobias.- Alya no quería involucrarse en temas que fueran incómodos para Snape, pero al parecer el chico necesitaba hablar con alguien.

-Además tenía una cámara en Gringotts. No entiendo porque me hacía regresar cada verano a aquella casa. Siempre pudimos habernos ido.- Snape no entendía las acciones de su madre.

-No tienes porque pensar en ello ahora. Seguramente tuvo sus razones. No intentes comprenderla. Nunca podrás.- El pelinegro sabía que la chica tenía razón.

-Quisiera hacerlo. Quisiera saber porque nunca tuvo la valentía de dejarlo. Pero tienes razón, no debo de seguir pensando en ello. Además tengo recuerdos muy lindos con ella que son mejores de recordar.- Alya estaba sorprendida de lo mucho que estaba hablando Snape, pero entendía que necesitaba hablar con alguien, así que recargó su cabeza en el hombro del chico y continuó escuchándolo.

Compañía silenciosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora