Patronus

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Snape suspiró por tercera vez en los últimos 5 minutos, lo cual no pasó desapercibido por su esposa.

-¿Qué ocurre?-

-Hay ataques a muggles casi a diario. Algunos de ellos se hacen a gran escala, cualquier gentío de muggles es un objetivo posible.-

-También he leído el periódico Severus. Y Dumbledores nos mantiene informados.- Snape estaba al tanto de que su hermosa esposa estaba en un grupo formado para dar cara a los Mortifagos. Aún no había tenido misiones peligrosas, la mayoría eran de observación. Pero aquello le preocupaba demasiado al pelinegro.

-¿Te ha preguntado Dumbledore por mi?- Durante las últimas semanas Severus había pensado aceptar ser espía para Dumbledore, tal vez de aquella forma, cuando Alya tuviera que enfrentarse a Mortifagos, él pudiera proporcionar información importante y no sólo quedarse sentado esperando que su esposa regresara a casa.

-No, la última vez que me preguntó por ti fue en la boda de James y Lily. ¿Por qué?-

-¿Recuerdas cuando Slughorn me pidió que fuera al despacho del director?- Alya asintió y presto atención a lo que el pelinegro decía.

-Dumbledore cree que puedo ser útil para él.-

-¿De qué estás hablando Severus?-

-Me pidió que formara parte de los seguidores del que no debe ser nombrado y actuar como espía para la orden.- Snape sabía que lo mejor era ser claro con lo que decía. Era una decisión que no solo le afectaría a él.

-¿Y lo has considerado?-

-Si, creo que podría ayudar.- Alya asintió con la cabeza y salió del estudio. Formar parte de la orden del fénix era peligroso, no podía negarlo. Pero ser un espía ante el que no debía ser nombrado era otro nivel de peligro.

-¿Podemos hablarlo?- Severus se había acercado lentamente a su esposa y ahora estaba abrazándola por la espalda.

-Es una locura.-

-¿Y unirte a la orden del fénix no fue una?-

-Si. Pero yo tengo a todos mis amigos para ayudarme. Tú estarías solo Severus.-

-¿Dudas de mis capacidades?- Alya soltó un suspiro. Snape era uno de los mejores magos y dualistas que había conocido, pero aún así aquello era demasiado complicado.

-Por supuesto que no.-

-Muy bien. Le envié una lechuza a Dumbledore, use la excusa de querer hablar sobre ser profesor en Hogwarts.-

-Promete que te cuidaras.-

-Alya, no estaré mañana frente al que no debe ser nombrado. Tengo que hablar con Dumbledore y hacer otras cosas.-

-Eso me parece bien, llevamos solo unos meses de casados y no quiero quedarme viuda tan rápido.-

-No podrás deshacerte de mí tan rápido.- Alya negó y regresó junto a Severus al estudio.

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Las cosas estaban empeorando a cada segundo, Dumbledore quería asignarles misiones más peligrosas y el número de personas que apoyaban al que no debe ser nombrado aumentaba día tras día.

La gente comenzaba a desconfiar de todo el mundo. Se escuchaban rumores de que muchas personas estaban bajo la Maldición Imperius. Los nacidos de muggles se escondían. Y habían permitido a los aurores usar las maldiciones imperdonables en las misiones de mayor importancia.

Así que Snape esperaba que tener a alguien en las filas de quien no debía ser nombrado fuera de gran ayuda a los planes de Dumbledore.

Llevaba dos meses practicando la oclumancia, la cual al parecer se le daba bastante bien. En las últimas sesiones con Dumbledore había hecho que el mago solo viera lo que él quería y aún así mantenía una conversación normal. Sabía que tendría que mantener la mente bloqueada aún cuando le lanzaran la maldición Cruciatus. Así que mantenía sus barreras durante todo el día.

Compañía silenciosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora