Capítulo 26 " Loneliness"

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Me encontraba fumando un cigarrillo en el patio trasero de casa. Eran cerca de las 12:00 pm y al ser el primero en despertar, me encontraba en soledad y silencio, sintiendo la suave brisa chocar con mi cara.

Había sido una noche bastante divertida, hace ya un tiempo que con Mara y los chicos no nos reuníamos para algo por el estilo, y gracias a Sam, había disfrutado de una alegre velada. Aunque al principio había pensado que una fiesta de disfraces era algo infantil, ver a los chicos comportarse como niños por los dulces y estar entusiasmados con sus atuendos, me relajo y me permitió disfrutar de la fiesta.

La vida me había golpeado como a todos, pero a veces parecía que se empecinaba conmigo. Tal vez mi personalidad no era la mejor para congeniar con la gente, pero lo que había tenido que comer, lo que me había tenido que tragar, no me lo merecía. Ni yo, ni nadie.

Había tenido que madurar a muy temprana edad, cuando aun era crio, lo que me había impedido disfrutar de cosas cómo estás, estar en casa, en una fiesta de disfraces con mis amigos.

Sentí unas suaves pisadas a mi espalda deteniéndose a mi costado.

-¿Que tanto piensas?- Preguntó Momon con su voz algo ronca, normal para alguien recién despertado. Desvié mi mirada hasta él por un segundo, percatándome de que llevaba la mitad de su disfraz. De seguro se lo había quitado con la intención de dormir más cómodo, aunque creo que ninguno de nosotros durmió realmente cómodo en el suelo de la sala, a excepción de Mara que se había quedado con el sofá. Le regale una débil sonrisa mientras me desasía del humo que permanecía en mis pulmones.

-En las cosas que me perdí cuando niño- Respondí mirando las nubes que pasaban con tranquilidad sobre nuestras cabezas.

-Nunca es tarde para comportarse como un niño- Respondió colocando una de sus manos en mi hombro provocándome una leve sonrisa.

Ambos habíamos pasado por mucho, habíamos comido mucha mierda antes de llegar hasta aquí, antes de tener gente que nos quisiese siendo nosotros mismo.

A veces sentía miedo. Me costaba sentir afecto por las personas, y más aún demostrarlo; y eso, en algunas ocasiones, me había jugado en contra. Con el pasar de los años, había coincidido con personas que comprendían mi forma de actuar y no exigían una muestra de afecto a diario, sino que comprendían aquella frialdad en la que me escudaba y me querían con todo y defectos, respetando mi comportamiento ante situaciones afectuosas o como decían mis cercanos "Renato demuestra su cariño así".

Otro gran problema en mis relaciones interpersonales era la confianza. Me costaba confiar en mis pares, muchísimo. Y si bien a veces me cuestionaba el porqué de aquella situación, después de pensarlo un poco todo era bastante obvio. Aunque a veces no me gustaba demostrarlo, había gente que me había hecho el daño suficiente como para desconfiar de todas las demás. Había dejado aquel pequeño efecto colateral al marcharse.

Pero con Sam las cosas estaban siendo diferentes. A pesar de que con la ojiverde nos habíamos conocido no en una de las mejores circunstancias, nuestra amistad había avanzado con tranquilidad. Había aprendido a disfrutar de su compañía a la vez que se desenvolvía con mayor confianza, sin temerle a los prejuicios. Pronto fue el momento en el que noté la verdad de mis sentimientos hacia la castaña y como estos mutaban a algo más que aquel afecto de amigos. La chica me gustaba, y mucho.

Mi primera reacción fue reírme. Me causaba gracia aquel cosquilleo en el estómago cada vez que la veía sonreír o como meditaba las palabras exactas antes de hablarle a la chica. Ahora, estaba en otra parte de España. Había dejado mi departamento de soltero proyectándome un futuro con Sam. Uno donde necesitásemos un lugar más grande donde vivir, como aquella casa. Estaba cambiando mi vida lentamente para congeniar de la mejor manera en aquella relación, pero eso me aterraba.

Ramé // Reborn x TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora