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El pequeño Rocky se encontraba corriendo por entre los lindos árboles que habían a su alrededor mientras que su abuelo se encontraba a unos metros tras de él con un par de amigos sentados en el suelo, sobre una manta y disfrutando del bello día que el sol les estaba otorgando.

Las pequeñas piernas del infante se encontraban sucias de tanto caerse al suelo una y otra vez, pero su cuerpo aún pedía a gritos seguir corriendo sin dejar de sonreír. La naturaleza siempre le había llamado la atención a Rocky, los animales, la flora y los lindos insectos como mariposas, mariquitas y caracoles, eran sus favoritos.

Actualmente se encontraba cerca de un gran árbol, que en lo alto poseía un pequeño agujero en donde al parecer se estaban resguardando unas crías de ardillas. Rocky veía como los padres se encontraban sobre las ramas corriendo de un lado para otro. Le parecían divertidos.

A unos cuantos más adelante podía oír el picoteo de un pájaro carpintero chocar su pico contra la madera del grueso tronco. Y por otro podía oír el cantar de las aves que bendecían sus ojos.

Totalmente inocente de una extraña presencia que lo miraba por entre los arbustos de manera muy sigilosa.

Aquellos ojos blancos lo miraban desde las sombras. Moviéndose entre las plantas y observando minuciosamente los movimientos del contrario.

—Tiene una linda sonrisa. —susurró sonriendo un poco.

Rocky se sentó en el árbol en donde estaba el nido de aquellas lindas ardillas, que por casualidad eran compañeras cercanas del mismo que lo estaba observando. Dobló sus rodillas, sentándose en forma de indio y reposando sus manos en sus costados, sintiendo el pasto hacerle cosquillas entre los dedos.

—¿Quién eres? —una profunda voz llegó a sus oídos, asustándolo y haciéndole abrir los ojos al instante—. ¿Y qué haces en mi bosque?

Rocky comenzó a temblar, levantándose inmediatamente y colocándose unos cuantos más adelante de donde estaba. Podía escuchar como pisadas lo comenzaban a rodear y los arbustos de a su alrededor moverse en cierta dirección. Hasta que el movimiento se detuvo, quedándose estático en las plantas que estaban frente suyo.

Un gran sombra apareció por detrás de esta, asustando a Rocky y haciéndole retroceder unos cuantos pasos. Su pie se enredó con unas ramas que andaban sueltas por el suelo haciéndole caer de trasero. Pero eso no impidió que siguiera retrocediendo, aún así arrastrándose cada vez que la sombre se hacía más grande.

Esta tenía grandes cuernos, una boca atemorizante y sus manos, las cuales estaban alzadas, demostraban grandes y gigantescas garras.

—Si no sales de este bosque ahora... serás devorado por m- Oye, que haces ¡Oye, te dije que ahí no! ¡Señor Tinkles no es el momento! ¡Espera, espera, qué estas haciendo! —Rocky enarcó una ceja al oír la conversación mientras veía como los supuestos cuernos de la bestia comenzaban a dar vueltas como si de una esfera giratoria se tratara—. ¡Ardillas desobedientes, le diré a mi mamá que los cocine y se los dé de comer a los cuervos! ¡Oye, espera a dónde vas, mi pie no señor Tinkles, y usted señora Tinkles ese no es el comportamiento de una dama! ¡Ah! 

Luego de aquél grito, de entre los arbustos comenzó a salir un pequeño niño con cabellos castaños, delgadas piernas y unas lindas zapatillas pequeñas color azulado al igual que el suéter que traía puesto. El short color crema que traía puesto había sido llenado de pasto y ramas.

El pequeño niño tenía a dos ardillas corriendo por toda su cabeza.

Con sus pequeñas manos trataba de quitarlas de su rostro pero estas eran mucho más escurridizas de lo que pensaba. Comenzó a acercarse a Rocky sin siquiera saberlo, y cuando sus pies chocaron contra una pequeña roca en su camino, este terminó cayendo encima del contrario el cual aún estaba muy confundido.

Las ardillas anteriormente mencionadas, cuando el pequeño cayó, huyeron del lugar inmediatamente, subiendo a los árboles cercanos y perdiéndose entre las tantas ramas que habían.

Rocky, quien desde su lugar veía como la cabeza del pequeño niño estaba enterrada en todo su pecho, podía sentir su pesada respiración y como renegaba internamente.

La cabeza del contrario fue levantándose lentamente, revelando unos hermosos ojos blancos que dejaron helados a Rocky al instante. Sus mejillas estaban rojas e hinchadas como un bebé renegando mientras que en su mirada se reflejaba un poco de tierna molestia al ver que su plan había salido mal.

Las ardillas definitivamente pagaran por hacerle pasar tal vergüenza a Sanha.

—Ardillas sinvergüenzas. Haré que sus orejas sean tan grandes que ya no puedan volver a subir a un árbol. —habló en voz baja limpiándose la linda naricita roja que tenía en ese momento.

—¿Q-Quién eres? —preguntó Rocky sintiendo que el aire le faltaba un poco debido al peso del contrario. 

El contrario abrió los ojos por completo, y al ver en la situación en la que estaba se sonrojó en gran cantidad y retrocedió torpemente, quedando en la misma posición del contrario a unos metros más atrás.

—Y-Yo no debería estar aquí. —se levantó lo más rápido que pido, limpió sus prendas y salió corriendo hacia el interior del bosque, desapareciendo de la vista del contrario por completo.

Rocky tenía muchas preguntas en ese momento, y muy pocas respuestas para ser un niño de 10 años apenas.

¿Quién era aquél lindo niño con orejas de perro pequeñas en su cabeza y una esponjosa y larga cola que lo hacían ver tan adorable?

Y sin saberlo, esa sería la primera vez en la que Rocky y Sanha se vieron, y en la que el destino entrelazó sus futuros.




Y sin saberlo, esa sería la primera vez en la que Rocky y Sanha se vieron, y en la que el destino entrelazó sus futuros

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𝑵𝒊𝒏𝒆 𝑴𝒐𝒐𝒏𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora