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Luego de una larga discusión, Eunwoo terminó convenciendo a Sanha para que lo llevase frente al Alfa Minho. Dijo que dejaría el enfrentamiento de lado, y que por el momento se dedicaría a entablar una conversación con él.

Moonbin se tuvo que quedar, pues el que un humano vaya a donde los de su especie puede ocasionar muchos conflictos. Incluso podrían matarlo apenas lo vieran ingresar. Para los Pryrus, los humanos eran insectos detestables los cuales evitaban a toda costa.

—Aún no puedo creer que tengas el poder suficiente como para transformarte en tu forma Pryrus. —se quejó Sanha—. A penas puedo sacar mis orejas y cola.

Voy a volver a ver a mi manada luego de siglos de haber estado durmiendo. Quiero presumir.

Sanha yacía montado en el lomo de Dongmin, el cual había preferido adoptar su forma mágica para advertir a los guardias que se trataba de alguien con poder. Y además no intentarán desafiar a Sanha, el cual era prácticamente un exiliado.

—Estamos cerca, estate atento. Si muero será tu culpa. —mencionó Sanha agachandose un poco mientras comenzaban a cruzar aquella gigantesca y alta maleza.

Un par de minutos después, ambos sintieron como una corriente eléctrificante recorría su cuerpo. Habían atravesado la barrera que impedía a los humanos ver el territorio Pryrus.

Inmediatamente se sintió el aire diferente. Las plantas eran distintas y unos cuantas luciérnagas azules merodeaban el lugar a pesar de ser medio día. Lo que hace la magia.

Entre todas ellas se encontraba la Physmorphia, la misma planta que se mencionó algún tiempo atrás, aquella que volvía débiles a los Pryrus con solo olerlas. Dongmin tenía que tener mucho cuidado, pues estaban cerradas. Pero el mínimo estímulo podría hacerlas despertar, abriéndose en grande y soltando su polen como una pequeña explosión.

Las voces se oyeron cercanas, y Sanha respiró hondo por los nervios. Había estado viendo a su manada de lejos en ciertas ocasiones, como la ves en donde vio que los humanos atraparon a ese Asroth, pero nada más.

Pero Dongmin estaba sereno, su corazón latía tranquilamente a pesar de que vaya a ver a su manada, o lo que quedaba de ella, luego de siglos.

—¿¡Quién anda ahí!? —oyeron la voz de uno de los guardias, e inmediatamente unos cuantos más aparecieron y formaron una hilera en dirección a la maleza.

Oyeron unos grandes pasos que retumbaban en el suelo, y segundos después se quedaron congelados al ver como un gran lobo de tonos azulados que brillaba apareció de entre esta.

Eunwoo les gruñó, e inmediatamente bajaron sus armas, y con los ojos abiertos simplemente comenzaron a retroceder dándole pase al contrario.

Conforme avanzaban, las miradas se posaban sobre ellos dos siendo el centro de atención del lugar con rápidez. Ante su llegada, los guardias avisaron a su Alfa con prisa, pued ninguno de la manada podía convertirse en su forma mágica por la falta de poder.

La madre de Sanha yacía entre el publico, e incluso conectó miradas con su hijo, pero no hubo movimiento alguno de su parte. No se acercó en lo absoluto, en cambio, una expresión de tristeza estaba impregnada en su rostro.

Sanha guió a Eunwoo hasta el centro del lugar, en donde yacía el recibo de Minho. Las columnas doradas cubiertas de plantas y musgos le daban un toque ancestral junto con el pequeño río de agua que iba en ambos lados del camino hasta el interior.

Un gran escalofrío junto con sentimiento Dr angustia comenzó a aparecer en Sanha, el cual lo único en que podía pensar al estar en ese lugar era en la muerte de su tía, Mina.

𝑵𝒊𝒏𝒆 𝑴𝒐𝒐𝒏𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora