🌕5

179 31 10
                                    

Habían transcurridos ya algunos días desde que Moonbin había adoptado a ese hermoso can de peculiar pelaje blanco, mientras que sus patas y parte de su cola estaban cubiertas de un oscuro color parecido a la obsidiana. Agregando el hecho de que poseía esos hermosos ojos azules claros con algunos toques de purpurina dentro de estos. Esto último lo descubrió par de minutos después de que este había salido de su jaula y se haya posado enfrente de la luz.

Luego de aquél día ambos lo llevaron a la casa de Moonbin, obviamente. En todo el camino el perro se mantuvo bastante alegre, moviendo su cola a cada paso y con su lengua afuera completamente sonriente. Olfateando cada lugar por los que pasaban mientras era sujetado fuertemente por la correa que Moonbin había conseguido en el mismo lugar en donde lo adoptaron.

Aquel can si que tenía fuerza, ya que Moonbin estuvo durante todo el recorrido bastante cansado de lograr controlarlo para que no se vaya por donde quiera. Tendría que empezar a entrenarlo y sabía que era un largo camino por recorrer.

Aún no se llega a imaginar por completo como es que gente tan despreciable le haya hecho tanto daño a ese hermoso animal.

Pero desde que lo adoptó, Rocky lo veía bastante alegre, y le agradaba que su mejor amigo este así. Hace ya algún tiempo atrás que lo había visto algo decaído consigo mismo, tal vez porque no tenía tiempo para sonreír tanto como lo hacía ahora y solo se concentraba en sus estudios de medicina veterinaria. Esperaba que aquel lindo can cambiara todo eso.

Ya era medio día, y Rocky se encontraba sacando las llaves de la puerta de su casa para poder descansar un poco. Había ido al supermercado para comprar algunas cuantas cosas que ya estaban haciendo falta en su refrigerador al igual que en su alacena.

Colocó las llaves en la cerradura de la puerta y la abrió mientras recogía las bolsas que dejó en el suelo. Se sentía extrañamente intimidado por alguna razón, así que dio un leve vistazo hacia atrás para verificar que todo esté bien, y así fue, solo veía a unos cuantos vecinos suyos caminar por la acera del frente y unas cuantas ardillas encima de los grandes árboles que adornaban su vecindario.

Entró en su hogar, cerrando la puerta tras de sí, dirigiéndose directamente hacia la cocina la cual no tenía una puerta, sino un arco encima de esta que lo adornaba.

Comenzó a acomodar cada una de las bolsas que trajo consigo, sacando las compras de estas y ordenándolas por tamaño, color y clasificación de alimento. Si, desde que Rocky era pequeño siempre le gustaba que las cosas estén limpias y ordenadas.

Sus hombros pesaban y su cuello dolía, sus pies se sentían bastante cansados así que optó por sentarse en el lindo sofá color gris que contaba con tres espacios, suficiente como para que una persona se echase a dormir, mientras que al frente de ese, pero a la derecha, había otro con dos plazas, y en centro se encontraba una linda y pequeña mesa de melamina color negro, en donde acomodaba el control de la televisión principal.

Retiró sus zapatos, al igual que sus calcetines sintiendo la delgada y peluda alfombra color blanco bajo suyo. Tomó uno de los controles y encendió la televisión colocándolo en un canal aleatorio.

« ¡Llame ya, es su única oportunidad de conseguir este maravilloso produc-»

—No.

« ¿Tiene problemas con el acto sexu- »

—Que no.

« Extrañas desapariciones por el bosque cerca de la ciudad han ocurrido ulti- »

—Aburrido.

« Por favor, ayúdenme a encontrar a mis hij- »

—¿Qué acaso no hay algo bueno el día de hoy? —siguió cambiando de canal sin parar, hasta que para su fortuna encontró uno en donde estaba reproduciendo las películas de Twilight. Eran malas, pero eran buenas para pasar el rato.

Suspiró pesadamente, mientras se recostaba en el sofá con su celular a un lado. Con el paso de los minutos se fue aburriendo cada vez más, así que decidió ir hacia la ventana que estaba ubicada detrás del sofá de la derecha.

Se apoyó en esta por detrás de las rejas, pero con la ventana abierta sintiendo el aire fresco chocar contra su rostro. El cielo estaba nublado y parecía que iba a llover en cualquier momento. Pero se mantuvo observando el exterior, viendo como un joven lo miró a lo lejos de forma extraña, poseía una capucha pero caminó de largo y Rocky no le tomó importancia.

Dio media vuelta y vio el interior de su sala desde otro ángulo.

Desde que su abuelo ya no estaba se sentía bastante solo. El llegar a casa ya no era lo mismo. Antes siempre tenía a alguien que lo estaba esperando con un cálido abrazo y una deliciosa cena servida en su mesa. Humeante y desprendiendo un delicioso aroma a recién cocido haciendo rugir al estómago de cualquiera.

Pero eso se había acabado.

Ahora el lugar era silencioso, era gris, sin vida y parecía como si nadie viviera ahí. Las dulces tardes de anécdotas se habían acabado. Las largas pláticas en donde relataban su día a día y las cálidas sonrisas que ambos se compartían.

A pesar de ir a visitarlo cada que podía, no era lo mismo. Su abuelo ni lo reconocía, él era un completo desconocido ante sus ojos, y eso lo hacía llorar.

Cerró los ojos un par de segundos, antes de cerrar la ventana tras suya y dirigirse hacia su habitación, apagando la tv. Tenía un par de deberes de la carrera que debía de terminar y como muchos dicen, el tiempo es oro.




¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝑵𝒊𝒏𝒆 𝑴𝒐𝒐𝒏𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora