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—Haber, haber, haber. Déjame ver si es que entendí. —dijo Rocky, con una notoria cara de confusión que Sanha podía ver fácilmente.

—Dios, tampoco es tan complicado. Son como las matemáticas. —rodó los ojos mientras, con los brazos cruzados, se acercaba a la ventana del cuarto de Rocky que daba al patio trasero.

Había perdido la cuenta de cuantas veces lo había estado observando desde ese lugar, entre los arbustos. Todas las noches.

Era algo que jamás se lo dirá por supuesto. No quería espantar al contrario por más que pareciera que se lo tomara todo como un chiste.

—¡Yo odio las matemáticas! —Rocky se lanzó hacia su cama boca abajo, con los brazos estirados y sus pies sobresaliendo por el borde.

—¿Entendiste o no? —volvió a preguntar.

Rocky se reincorporó en su lugar, sentándose al borde de su cama y entrelazando manos sobre su regazo mientras una mirada seria, o lo que sea que esté haciendo con sus cejas, adornaba su rostro.

—Entonces... ustedes son una raza que viene de otro planeta.

—De la constelación Lupus, si.

—Pero su planeta fue atacado por los Asrothz. —Sanha asintió con un toque de tristeza—. Los cuales son una especie intergaláctica. —dijo sin creer sus propias palabras—. La cual se dedica a devorar planetas enteros, ¿no?

—Así es.

—Y ustedes, los Pryrus, son una raza con forma de lobo brillante. Y obtienen su poder de la luna. Antiguamente tenían más de una luna en su planeta y por eso era mucho más poderosos.

—Sobrevivimos con lo que podemos. La Tierra solo tiene una luna, el poder que nos ofrece es muy escaso. Por eso no podemos convertirnos en nuestra forma original.

Las orejas de Sanha se movieron de un lado a otro, escuchando como el animal de cuatro patas se posicionaba por detrás de la puerta mientras que su dueño, Moonbin, aún seguía en la sala del primer piso viendo televisión.

—Ok, entiendo todo eso. Oh al menos trato. Pero... ¿qué tiene que ver la marca?

—Los Pryrus somos la única raza que alguna vez le hizo frente a los Asrothz. El gran Alfa, el más poderoso de todos decidió crear un sello que contuviera toda su magia. Las leyendas dicen que el que obtenga el poder del sello tendrá el poder suficiente para extinguir a los Asrothz y acabar de una vez con toda la cacería que hacen.

—¿Pero cómo es que yo tengo esa marca? —se levantó, acercándose a Sanha—. ¿Por qué yo? ¿Por qué un simple humano como yo tiene que tener esta marca que ni siquiera sé donde está?

Sanha suspiró pesadamente, dando la vuelta y viéndolo a los ojos. Aún con su rostro serio, por dentro se culpaba a sí mismo por meter a un humano en este lío. Nunca fue su intención hacerlo. Pero no recordaba en qué momento lo había marcado y por eso es que necesitaba entrar en sus recuerdos y saber en donde fue que lo marcó con exactitud para extraerla.

—No lo sé, ¿si? Mi abuelo era descendiente del gran Alfa, y él se la entregó a mi padre. Y mi padre me la entregó a mí en algún momento... —habló, cambiando a un semblante triste—. Yo te marqué Rocky, te marqué. Cuando se supone que tenía marcar a mi futuro heredero, pero te marqué a ti.

—Si dices que toda tu descendencia estuvo con la marca, ¿Por qué nunca la usaron?

—¡Porque nadie sabe como abrir el sello entiende! Ninguno de mis antepasados a logrado abrirlo, y el hecho de que los Asrothz no nos hubieran atacado también empeoró las cosas porque no era necesario abrirlo. —habló, de forma alterada y asustando al contrario.

𝑵𝒊𝒏𝒆 𝑴𝒐𝒐𝒏𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora