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El comienzo del fin


¿Cuánto cuesta una vida humana?

Aquella pregunta rondaba por la cabeza de aquel pequeño, el cual se encontraba en medio de una jaula.

Su estomago gruñía fuertemente de tan hambriento que estaba. Su mirada se hallaba perdida mirando hacia abajo, mirando específicamente a sus sucias manos llenas de sangre las cuales estaban mezcladas con la sucia tierra y pasto. Sus piernas se encontraban cruzadas y en medio de estas, sus dos manos encadenadas fuertemente haciéndole sufrir un constante dolor.

Su pequeña y esponjosa cola de luz ya casi no tenía aquél brillo que caracterizaba a los de su especie. Se encontraba opaca, llegando a ser grisácea en su totalidad. El solo tocar el frío suelo de metal de la jaula encima de aquella carroza lo hacía inquietar.

Sus ojos se encontraban cerrados, no quería ver nada de lo que sucedía a su alrededor, solo el sonido del metal chocar, el de la gente mala a su alrededor, y el cantar de algunas aves lejanas junto a de algunos insectos era lo único que alcanzaba a oír.

Su cabello se hallaba enredado, seco, duro y algo mugriento, producto de su intento de escape. Su delgado cuerpo apenas y era calentado por aquellas prendas viejas de trapo que poseía encima suyo.

La humedad del pequeño bosque en donde se encontraban hizo levantar su mirada por unos momentos, dándose cuenta de que ya no estaba en su hogar. Sus ojos empezaron a picar mientras que la culpa lo empezaba a matar.

Su familia, su gente, todos estaban muertos, y era su culpa...

El olor del oxidado metal de su jaula dañaba a su sensible olfato mientras arrugaba levemente su rostro en señal de desagrado. Se sobó ligeramente la nariz llegando a dar un breve vistazo a sus dedos ensangrentados.

Detuvo sus movimientos y empezó a respirar de manera rápida, su corazón empezó a latir de forma desenfrenada y cola estaba empezando a emitir diminutos destellos de luz.

Estaba teniendo un ataque de pánico.

El golpe de uno de las barras de metal lo hizo asustar bastante deteniendo sus movimientos mientras los pelos de su cola se ponían de punta y hacía reír a los demás.

—Cállate de una puta vez ¿Quieres? Serás una buena mercancía.

—¡Oigan! Encontramos a este tipo merodeando por el lugar ¿Lo conocen? —preguntó mientras sujetaba fuertemente a un joven con ropas algo desgastadas y sucias.

Ese es...

—No, no lo conozco. Mátalo de una vez, no quiero testigos que se enteren de lo que estamos haciendo. —respondió frío sujetando con fuerza el palo de metal en sus manos.

—¡No, déjenlo ir, déjenlo ir! —el pequeño reaccionó apenas y reconoció de quién se trataba.

Se pegó hacia una de las paredes de la jaula de manera rápida y estruendosa haciendo resonar el golpe por todo el lugar. Empezó a sacar sus brazos y estirarlos tratando de alcanzar al contrario.

—¡Quédate quieto animal! —gritó el otro mientras sujetaba ambos brazos del pequeño y los empezaba a golpear fuertemente con el palo de metal haciéndolo chillar de dolor.

—¡No, por favor no lo lastimen! —el otro chico empezó a forcejear con todas sus fuerzas para poder ir a defender al contrario.

El verlo en aquel estado tan deprimente hacía doler su corazón. Pero el que lo golpearan, insultaran y maltrataran, eso era horrible y poco humano.

—¡Déjenlo por favor! —su voz se rompía poco a poco, su rostro reflejaba desesperación pura y las lágrimas caían por sus mejillas.

Avanzó lo que pudo hacía el contrario tratando de detener el abuso hacía el pequeño. Quería acercarse más, mucho más, defenderlo de todo mal que pudieran hacerle y estar junto a él todo el tiempo del mundo sin tener miedo de que alguien o algo quisiera hacerle daño alguno.

Sus muñecas eran fuertemente sujetadas desde atrás por el guardia que se encontraba a su espalda, mismo que empezó a golpear ambas piernas con un palo de policía haciéndolo caer a suelo sin quitar la vista del pequeño.

—¡Se los suplico, ya no le peguen! —no importa cuanto gritara, no importa que tan alta sea su voz. Aquellas personas parecían que no iban a detenerse.

Sus brazos estaban muy mal heridos, marcas moradas y rojas se podían ver a simple vista, mientras que el que estaba sufriendo aquel horrible maltrato, no paraba de llorar suplicando que parasen y lo dejen ir.

—Basta. —habló el jefe.

Inmediatamente los golpes de ambos chicos cesaron dejándolos llorar en paz.

—La mercancía debe de estar viva ¿Entiendes?

—Si señor. —habló con algo de miedo mientras soltaba al chico animal y lo dejaba abrazar sus lastimados brazos en una de las esquinas.

—Y tú... —apuntó al contrario—. Llévalo al fondo del bosque y mátalo.

—¡No!

—¡Déjenme, suéltame! —se paro del suelo y forcejeó lo que pudo tratando de soltarse.

Lo intento bastante, pero el trapo que se le colocó en la nariz lo empezó a adormecer mientras caía de rodillas al suelo viendo al contrario dentro de la jaula quien no paraba de estar completamente aterrorizado de la situación.

—Déjenlo vivir... por favor. —suplicó en hilo de voz desde su lugar.

—Sanha, volveré por ti, lo... prometo. —dijo en voz baja sintiendo su cabeza dar vueltas y sus ojos pesar. Segundos después se hallaba tendido en el suelo mientras era recogido por el contrario y lo cargaba por sobre su hombro.

—Bien, encárgate de no dejar rastros. —ordenó el jefe mientras volvía al frente del camino.

Sanha simplemente escondió su cabeza entre sus brazos llorando desconsoladamente mientras veía como aquel hombre se llevaba al contrario al interior del frondoso bosque.

Perdóname Rocky, en serio... perdóname.




Trataré de que la historia no avance rápido

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Trataré de que la historia no avance rápido.

Quisiera que sea tan largo como My Angel & My Demon

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𝑵𝒊𝒏𝒆 𝑴𝒐𝒐𝒏𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora