37. EPÍLOGO

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Vacaciones.

Lo más delicioso después de haber trabajado por seis meses en gira, haber estado lejos de casa, amaneciéndome, pasando frío y sueño por los diferentes horarios y clima.

Claro que "descansar" no iba dentro de estas vacaciones. No para un hombre de veintitrés años que tiene cuentas que pagar, una casa por limpiar, una novia gritona y...

Una bebé llorando a las siete de la mañana.

—Te toca a ti —Abby balbuceó sacudiendo mi brazo.

Gruñí dándome vuelta sobre mi lado, soltando su cintura. Tuve que hacer un esfuerzo sobrenatural para despegarme de su cuerpo y rodar por la cama para ponerme de pie con solo un ojo abierto y arrastrar mis pies hacia la cunita de mi pequeña en una esquina de la habitación.

—¿Qué sucede, Carolina? —me quejé estirando mis brazos hacia ella para sujetarla— ya tomaste tu leche hace dos horas, amor.

Al tomarla en brazos, mi bebé calló su llanto. Sonreí por eso. Todo el sueño se esfumó de mi cuerpo al ver sus ojitos abrirse y mirarme con pereza. Le mostré mi dedo índice y ella lo tomó entre su manito y lo llevó a su boca, simulando que era un biberón.

—¿Tienes hambre? —inquirí bajito al sentirla succionar mi dedo— eres una tragona como tu madre, ¿no?

—Te escuché —Abby masculló desde la cama.

Reí quedito empezando a caminar fuera de nuestra habitación. Dejaría a mi girasolito dormir, se merecía un descanso.

—Vámonos, bebé, te haré un poco de leche —susurré a mi pequeña de ocho meses.

Bajé las escaleras despacio para no agitar tanto a mi nena. Veía sus lindos ojitos verdes y su poco cabello ondulado rubio combinar su piel rosadita y suave. Una risita se le escapó cuando acaricié su pancita con cariño.

—¿De qué te ríes, ah, bebé? —sonreí lleno de ternura viendo sus labios delgaditos y muy rojitos— ¿Te hago cosquillas?

Había vuelto de mi tercera gira hace un mes. Hace treinta días había regresado a mi vida "normal". En nuestra casa en Pennsylvania, alejados de la ciudad, con mi pequeña familia.

Después de haber empezado mi tratamiento para superar mi estirilidad a los veinte años, por fin Abby y yo logramos tener a nuestra pequeña Carolina tres años después. Y aunque nos habíamos decidido que tendríamos un hijo cuando la segunda gira finalice a sus veinticinco años, nuestra bebé quiso hacerse de esperar y nos enteramos que Abby estaba embarazada meses antes de empezar el tercer tour. Ella no podría venir con nosotros, pero en cambio, llevaría nuestra vida entera dentro de ella.

Al enterarnos que tendríamos una niña, ya pueden imaginarse mi reacción. Fue patética. Lloré como un imbécil.

*Flashback*

*Hace un año, Londres:

—Debes tranquilizarte, hombre, te vas a quedar sin uñas —papá rió dándome un manazo.

Alejé mi mano de mi boca y la guardé en mi bolsillo. La mamá de Abby llegaría en cualquier momento con el gran globo negro que rebelaría el sexo de nuestro bebé. Ella era la única que había visto el resultado y eso me desesperaba.

—¿Cómo estabas tan tranquilo cuando te dijeron mi sexo? ¿Qué hiciste? Jesús, esto es intenso. Esto lo cambia todo —murmuré.

En el patio de la casa de mis padres, los Styles y los Callen hablaban entre sí con la música a alto volumen. Mi girasolito vestía un vestido largo y blanco, haciendo resaltar su panza de seis meses. Era enorme, sin duda el bebé que venga ahí sería gigante.

LIAM STYLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora