8. Sunflower

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Haberme presentado en algunos programas de televisión no era lo mismo que hacer un concierto para miles, de miles de personas.

La emoción que sentía antes de cantar para una estación de radio no era la misma que en los camerinos de un estadio escuchando a lo lejos los gritos de las fans esperando por ti y el suelo temblando bajo tus pies.

Los nervios que sentía y podía controlar antes de hacer una presentación para algunos eventos no se comparaba con el terror y ansiedad que siento en estos momentos sabiendo que en cinco minutos debía subir a ese escenario a cantar frente a diescisiete mil personas.

Habían venido a verme a mí.

—Puta madre, puta madre, puta madre... —susurraba mientras frotaba mis manos.

Caminé de derecha a izquierda por mi camerino intentando calmarme. Llamé a mis papás hace unos minutos y me dieron una pequeña charla que me calmó...

Pero los nervios habían vuelto y estaba aterrado. Siento que me voy a mear en los pantalones y vomitar al mismo tiempo.

Vamos a bailar... vamos a pasar un buen rato, Li —murmuré—. Has ensayado, sabes qué hacer...

Sentía mis axilas sudando de nuevo. Estaba seguro que esta camisa blanca no había sido una buena opción... pero yo terco y narcisista me la quise poner de todos modos porque marcaba mis abdominales y músculos de la espalda.

Rasqué mi cabeza, despeiné mi cabello un poco, palmeé mis mejillas con suavidad intentando darme ánimos... pero seguía temblando como un puto chihuahua.

En eso la puerta del camerino es golpeada dos veces. Estoy apunto de gritar un "ya voy" pensando que era alguien del equipo apurándome a salir, pero antes de que lo haga, la puerta se abrió despacio, dejándome ver la cabecita rubia de Abby.

Mierda, sentí mi corazón saltarse un latido.

—Abby —llamé acercándome a ella.

Le abrí la puerta aun más pidiéndole así que pase. Ella me sonrió ligeramente y se adentró al camerino. Yo cerré la puerta y me aseguré de ponerle seguro solo por sea caso.

—¿Cómo estás? —suspiré viéndola.

Ella llevaba uno de los vestuarios a conjunto como todos los demás muchachos. Era un tour con mucho color, y ella y Austin usaban enterizos iguales color coral y dorado. Su cabello estaba recogido en una cola alta y el maquillaje que le habían colocado solo la hacía ver más adulta y hermosa.

—Estoy bastante nerviosa... —admitió en un temblor— hemos bailado para algunos shows y así, pero jamás frente a tanta gente.

Asentí entendiendo.

—Si te hace sentir mejor, al que estarán mirando todo el tiempo es a mí —intenté bromear.

Ella rió bajito y golpeó mi hombro en broma.

—Lo harás genial. Todos allá afuera te aman, no importa lo que hagas —prometió.

—¿Y si me caigo? ¿Si me olvido la letra? ¿La coreografía?

Ey, ellos no saben tu coreografía —respondió firme—. Si te equivocas, no lo muestres. Todo está en la cara, que no te vean dudar. Improvisa.

Mierda, mamá me dijo lo mismo...

Todo está en la cara... —repetí confiado.

Sacudí mis hombros mientras hacía profundas respiraciones. Sentía la necesidad de gritar, pero no me iba a arriesgar a lastimar mi garganta minutos antes del primer show.

LIAM STYLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora