2. Liam

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Bailar y cantar al mismo tiempo era difícil.

—¡No, no, no! ¡Liam, lo estás haciendo mal!

Ese era Nikola, veintitrés años, bailarín y líder del grupo, quien creaba las coreografías, gritándome por novena vez en el día porque no podía dar dos vueltas seguidas, correr hasta el otro lado del "escenario" y mantener el equilibrio con mi micrófono a la vez.

Ellos eran jodidamente buenos y yo aun no llegaba a su nivel.

Eso me estresaba.

—¿Por qué no puedo simplemente correr hasta allí? —inquirí en un jadeo cansado, señalando el extremo del salón de baile.

—Porque todos estamos dando vueltas y tú debes seguirnos el ritmo —explicó colocando sus manos en su cadera, descansando; su polo color gris sin mangas estaba sudado.

Este era mi tercer día de ensayo, jueves, estaba aprendiendo las coreografías bastante rápido hasta que llegamos a esta. Sentía que iba a desarmarme. Me sentía inútil, todos estaban haciendo saltos y giros y yo no podía dar dos estúpidas vueltas sin perder la coordinación.

Bella, una chica risueña, con una gran melena y rulos hermosos que envidiaba, avanzó dos pasos al frente, dispuesta a defenderme:

—Está cantando, Nikola, y es la parte rápida —excusó—. Su trabajo principal es cantar.

—No —Erik, mi mánager, interrumpió desde una esquina, mirando el espectáculo—. Su trabajo es ser un artista. Y si él puede bailar, entonces debe hacerlo.

A veces sentía que me exigían mucho, ellos esperaban demasiado de mí.

—Debo practicar más. Eso es todo —solté sin ganas de querer pelear—. Estoy algo cansado, ¿no podemos seguir mañana?

Miré el reloj colgado en la pared del salón: eran las cinco de la tarde y habíamos estado ahí desde las nueve de la mañana. Mi almuerzo fue un jodido burrito y media manzana.

Todos los chicos se miraron entre sí. Sabía que ellos estaban igual de agotados que yo y creo que era mi culpa.

—Jerry vendrá en unos minutos para verte, Liam —Erik informó desde su esquina—. Quiere ver los avances.

Jerry.

Representante de Modest!

Mi jefe.

Gruñí fuerte tirando mi cabeza hacia atrás. No tenía ánimos de ver a ese señor canoso y con cara de ogro.

—¿Por qué justo hoy? —repliqué.

Mi amigo solo se encogió de hombros haciéndome una mueca de: "no tengo idea". Y antes de que él pueda decir algo más, las puertas del salón se abrieron, dejando entrar a Jerry y detrás de él venía un jovencito en corbata con un ipad en manos y algo nervioso, era su asistente.

—¡Liam! —exclamó con una sonrisa, abriendo sus brazos hacia mí.

Eso es, pretende que te agrado, desgraciado. Tú sólo eres feliz porque te hago ganar miles de dólares.

—¿Qué tal, Jerry? —saludé con una sonrisa desganada.

En mi mente también lo llamaba: el panzón. Pero es un secreto, no se lo digan a nadie.

—¿Cómo van los ensayos? —quiso saber mientras se adentraba al lugar.

¿No vas a saludar a mis bailarines? Oh, qué amable.

LIAM STYLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora