LIAM STYLES

9. Kiwi

Papá llevaba dos minutos seguidos riéndose de mí.

—Es que yo te conozco como si yo mismo te hubiera parido... —rió apretando sus palmas sobre su estómago.

Sólo tenía cinco minutos para orinar y cambiar mi camisa sudada del medio tiempo que llevaba dando el concierto. Me encontraba en mi camerino colocándome rápidamente una nueva playera blanca mientras miraba a Harry Styles apoyado contra la pared, riendo a más no poder.

Le había contado sobre lo que pasó con Abby hace dos días.

Omitiendo detalles, claro.

—Tú no me pariste, lo hizo mamá —acusé.

—A ti no te parieron, osito, a ti te sacaron —recordó divertido, agitando su dedo en mi dirección—. Te extrajeron como a un tumor.

Oh, gracias.

—Es por eso que como regalo de cumpleaños, aceptaré esos condones —solté.

Styles alzó sus cejas y se cruzó de brazos.

—Esa oferta ya pasó, ahora los conseguirás tú —dijo.

Ni de broma. Qué jodida vergüenza.

—Eres un horrible, terrible mejor amigo —bufé pasando por su lado.

Escuché su carcajada mientras abría la puerta y corrí hasta el baño portátil más cercano. Mi vejiga explotaría en cualquier minuto.

Al llegar a uno, me encerré y exhalé en alivio cuando terminé. Me lavé las manos, me peiné hacia atrás y solté un suspiro lleno de decisión antes de abrir la puerta dispuesto a volver al escenario.

Este era mi tercer show y mierda, me estaba encantando, sobretodo en mi cumpleaños. Mis padres y hermanos habían viajado hasta aquí, Montana, para verme cantar y celebrar conmigo.

Al abrir la puerta, ahí se encontraba papá, apoyando una de sus manos contra el baño y sonriéndome socarrón.

—Siempre lo supe... sería a los diecinueve —fastidió.

Él seguía burlándose de mi virginidad. Un increíble padre, ¿lo ven?

—Sí, pá, jamás dudaste de mí —bromeé.

Empujé su pecho suavemente y lo aparté de mi camino. Confieso que estaba algo celoso de su increíble atuendo: camisa negra y un traje del mismo color con unas rayas plateadas que brillaban más que mi futuro.

—Quiero conocerla después del concierto —dijo.

Empecé a correr por el ancho pasillo de regreso al escenario... y mierda, podía sentir los pasos de papá tras de mí persiguiéndome con intensiones de continuar jodiéndome.

—¿Me comprarás los condones? —inquirí retador.

Me detuve al inicio de las pequeñas escaleras para subir al escenario dejando que un muchacho de producción enganchara el equipo emisor atrás en mi pantalón, a la altura de mi espalda baja.

—Te tengo un mucho mejor regalo —acusó.

—¿Mi propio jet? —molesté.

—No te pases —advirtió alzando sus cejas.

Él empezó a retroceder sobre sus pies, queriendo irse a un lado del escenario, adelante de los de primera fila, de regreso a donde estaba con mamá y mis hermanos.

—¡Tú tienes dos! ¡¿Por qué yo no?! —reclamé sin perderlo de vista mientras subía las gradas.

—¡Vuélvete millonario primero y luego hablamos! —me gritó.