Nada

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Acabo de respirar por última vez.

Siento cómo el oxígeno escapa de mi cuerpo.

No sé dónde estoy.

Ni tampoco sé si hay alguien alrededor.

Pero no me importa.

La soledad no me atemoriza.

Se siente relajante, tranquila.

Como una vieja amiga.


La escena me invita a evocar mi juventud;

cuando tenía miedo de morir y a la vez anhelaba hacerlo;

cuando todo era tan complicado y simple al mismo tiempo.

La dualidad eterna entre el sinsentido y la sensación de un propósito.


Pero ahora me extingo.


No tengo energía para más divagues.


Cierro los ojos; me pesan demasiado.


El último aliento se disipa.


Muero lentamente.

Y no espero que algo ocurra.

Porque siempre fui, soy y seré solo una cosa:

Nada.

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