Capítulo 3

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Toronto, Canadá.

Abrí los ojos con dificultad, una luz blanca me cegaba completamente, el olor a hospital era evidente en mis fosas nasales, y la cama fría de mantas blancas me hacían llegar a la conclusión de que seguía viva. Estaba en un hospital.

Ya había estado en éstas condiciones desde hace varios meses, me había perdido en las drogas desde hace bastante tiempo, ni siquiera recuerdo cuando exactamente. Me sentía tan viva y relajada mientras estaba bajo los efectos, pero después, todo se tornaba negro y la depresión volvía.
Eso me impulsava a inyectarme más y más.

Intenté incorporarme de la cama pero un dolor en mi estómago me lo impidió, giré mi cabeza hacia un lado y pude divisar la caja de moritoreo. El catéter conectado a mi vena molestaba bastante, sentía todo mi brazo dormido, y el sonido del suero cayendo me era insoportable.

Sabía que algo no estaba bien, pero tenía fe de salir ilesa de ésta.

- veamos como sigues, Manoban. - habló un hombre alto, delgado, de piel morena mientras abría la puerta cuidadosamente. - oh, ¡despertaste! - dijo sorprendido para después salir corriendo de la habitación.

Fruncí el ceño confundida, y con la ayuda de unos botones que yacían en la cama, levanté un poco el respaldo de la misma.

La puerta se abrió una vez más, solo que esta vez entraton como siete personas.

- señorita, soy el doctor Israel, médico de cabecera que está llevando su caso. - habló un hombre fornido de cabellos rojizos. - te vamos a revisar los signos vitales y algunas cosas de protocolo por lo que te sucedió. - volvió a hablar, pero se llevó toda mi atención al mencionar lo último.

- ¿lo que me sucedió? ¿De qué habla? - pregunté con la voz apagada. Me sentía demasiado aturdida y agotada.

- tuvo una sobredosis, señorita, llegó aquí sin signos vitales. La tuvo hace cuatro días. - habló el médico de cabellos rojizos.

- ¿llevo cuatro días durmiendo? - pregunté con agobio. - ¿y mis padres? ¿Dónde están? - pregunté desesperada. Las lágrimas empezaron a salir casi de manera inmediata, me faltaba el aire y se vio reflejado en la caja de moritoreo.

- necesito que se calme, sus padres están en la sala de espera, siguen esperando noticias. - habló un enfermero castaño. - te sumistraré un poco más de suero. - dijo mientras reprimía una débil sonrisa.

- sacaré un poco de sangre para exámenes, ¿si? - volvió a hablar el médico de cabecera. - revisaré tu estómago, pulmones y reacciones musculares. - dijo para después colocarse unos guantes de látex.

Se acercó a mi y me abrió la bata sin pudor alguno. Estaba completamente desnuda enfrente de siete personas.
Sacó unas cuantas herramientas y se dispuso a revisarme, primero los pulmones, luego la garganta, me iluminó los ojos con una lamparita y asintió tranquilo.

- bien, tus pulmones están sorprendentemente sanos, tu vista no se nubla al colocarte la luz y tu garganta luce bien, a pesar de haber ingerido todo lo que te metiste. - dijo mientras los demás médicos hacían anotaciones.

- se estabilizó, doctor. - habló un pasante. El médico asintió despreocupado.

- ¿duele si toco aquí? - dijo mientras hacía presión en mi zona abdominal. Asentí adolorida. - hmm, ¿y aquí? - dijo mientras palpaba otra zona de mi estómago. Volví a asentir.

- duele mucho. - dije con la voz cortada del dolor, unos cuantos quejidos salieron de mi boca al sentir más presión en mi abdomen.

- es normal, tuviste convulsiones y no has comido en cuatro días. - dijo de manera obvia. - con la sangre que saquemos descartaremos si es secuela o ya padecías de epilepsia. - terminó de decir mientras rodeaba la cama.

Discos de vinilo [ Jenlisa +18 ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora