Toronto, Canadá.
"llamada entrante de: Mamá. " se leyó en la pantalla de mi móvil junto con el sonido característico de llamada del iphone. Suspiré desganada y contesté.
- ¡hija! Me alegra que contestes. - dijo mi madre al otro lado de la línea. - ¿vendrás para el aniversario de Jin? - preguntó con la voz apagada.
- no lo sé, Londres me enferma. - dije desganada mientras continuaba mi camino. - ni siquiera en Canadá logro dejar de pensarle, lo veo en todas partes, en el autobús, en las calles, en la cafetería... - dije con mi voz amenazando con romperse. - lo extraño tanto, mamá. - dije en un susurro mientras apretaba fuertemente el dije que colgaba de mi cuello.
- Lo sé, créeme que lo sé. Tú hermana y yo estamos igual. - dijo entre jadeos y suspiros de tristeza. - piénsalo, ¿si? Tienes una semana para decidirte. - habló después de unos segundos en silencio.
- lo pensaré mamá. Nos vemos, te quiero. - dije y colgué. Guardé mi móvil torpemente y suspiré.
Saqué un cigarrillo y lo encendí con el mechero que llevaba conmigo a donde fuera que vaya.
Miré a mi alrededor, estaba nevando, tenía las pestañas llenas de nieve, podía sentir mis manos heladas y mi respiración pausada.Le dí una calada a aquel cigarrillo, mantuve el humo en mi boca durante un tiempo para después expulsarlo por mis fosas nasales. Caminé sin rumbo alguno en línea recta, iba pensando en nada y en Jin a la vez, era increíble lo rápido que la vida se iba, en un abrir y cerrar de ojos dejamos de existir.
No merecía ese destino, merecía vivir una vida plena, casado, tal vez con niños, no lo sé, Jin siempre quiso bebés, siempre quiso tener una casa grande en la playa junto al mar... pero el destino le hizo una mala jugada. Miles de millones de personas mueren a diario, miles de esas personas son militares; hay familias destrozadas por ese tipo de noticias, otras no tan afectadas y, finalmente, unas ni se enteran del trágico final que le tocó vivir a algún familiar.
Pero, ¿qué hay de mi después de todos estos años? Nada, absolutamente nada. En Toronto nadie me conocía, me acostaba con mujeres, me drogaba y ahogaba mis penas en vodka o alcohol barato.
Calada tras calada y no lograba calmar mi ansiedad.
- señorita, pase, sin compromiso. - habló una mujer entregándome un folleto. Parpadee varias veces para poder concentrarme en dicho papel. Era un menú de alguna cafetería.
Mierda, ¿cuánto caminé? ¿Cuánto tiempo pasó?, me pregunté.
- con éste frío será mejor que se tome algo caliente, señorita. - volvió a hablar aquella mujer de tez blanca. La miré a los ojos y le sonreí cordialmente.
Tiré al piso mi cigarro y lo pise fuertemente para apagarlo.
- creo que tienes razón, muchas gracias. - dije mientras entraba al local con una sonrisa forzada.
Aquél lugar tenía un olor exquisito, el típico olor de café recién molido, el olor de los panes recién horneados se hacían presentes también, era una mezcolanza de varios olores, creando un perfume embriagador.
La cafetería era pequeña, pero acogedora, había poca gente sentada, muchos eran adultos mayores leyendo el periódico de hace tres meses.
Cerré la puerta, provocando que las campanas sonaran, haciendo que varias cabezas voltearan a mi dirección intrigadas.
Caminé a paso seguro hacia una mesa individual pegada al ventanal enorme que daba con la vista de la calle solitaria pintada de blanco por consecuencia del clima de Toronto.
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Discos de vinilo [ Jenlisa +18 ]
Fiksi Penggemar"Lisa es una joven de veinte años nacida en Londres, es apasionada por los libros (aunque lo hace en secreto), sufre de depresión a raíz de un acontecimiento de su pasado, consume drogas de todo tipo arriesgándose a perder la vida. En las vacaciones...