Capitulo 22

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En otro lado de Londres, simultáneamente.

- ¡es que tú no entiendes, joder! - gritó una voz masculina desde una cabina telefónica.

- su madre está como loca estúpida buscándola, si la encuentran viva, soltará la sopa  - habló tranquilamente el otro hombre al otro lado de la línea.

- ya te dije que te relajes, sé cómo localizar gente - dijo el otro, un tanto nerviso.

- Perfecto, bastardo -  contestó irónico el otro - entonces encuentrala, la mato, me deshago del cuerpo y asunto resuelto. Tu te quedas con un millón y yo con el otro. - musitó con una risa arrogante.

- como si fuera tan fácil robarle a la familia Manobal. Eres idiota. - gruñó el de la cabina. - La vieja altanera es muy precavida. -

- joder contigo, hemos hecho esto ya una vez, nos libramos del hermanito ejemplar, Jin, pedimos millones por su rescate y sobornamos al ejército para disfrazar su muerte. - soltó soberbio el otro sujeto. - además, podemos sacarle provecho a tu noviecita - agregó entre risas.

Abrió los ojos alarmado.

- cállate, y escucha. - habló nerviosamente el otro hombre. El de la cabina roja de Londres. - la encuentro, pedimos dos millones por su rescate, tenemos diversión y la matamos. Todo esto en un período de 20 días, ¿entendido? - amenazó. - pero no metas a Jennie en esto. -

El hombre jugó nerviosamente con su gabardina, tragó en seco y se llevó una mano al cabello. Una mujer lo veía desde lo lejos, chocaron miradas, pero aquella fémina misteriosa la bajó primero, salió corriendo.

- ¿me estás escuchando? - alertó impaciente el hombre desde el otro lado de la llamada. El morocho de gabardina sacudió su cabeza y musitó un leve “si".

- no sé si pueda ir a cenar hoy. - agregó rápidamente el hombre. Era un código para pasar desapercibido entre las multitudes, significaba: “hay mucha gente a mi alrededor" o en su defecto, “alguien me vio".

- ¡joder! Encargate de la puta persona que te vio, maldito hijo de puta. - gritó en enojo y colgó.

Estúpido Jackson, que te den" pensó aquél hombre de gabardina.

Salió de la cabina colocándose sus gafas y un cubre bocas negro, mientras caminaba se acomodó los guantes para el frío y ajustó a su cintura una revolver. Tragó fuertemente y se dispuso a seguir a dicha mujer.

- mierda. - dijo por lo bajo al resbalar ligeramente por la nieve.

Tomó aire y corrió, hasta que la tomó de la muñeca y se adentró a un callejón.

- ¡sueltame pedazo de basura! - gritaba alarmada dicha mujer de cabello negro. - ¡joder! -

- cállate, zorra - dijo el hombre, para después darle un golpe en el estómago a puño cerrado. La mujer cayó inmediatamente al suelo.

- ¡¿qué mierda quieres de mi!? - dijo con dificultad la pelinegra. El simplemente sonrió burlón.

- shshsh - la calló tapandole la boca con una mano, mientras que con la otra la tomaba del cuello, causándole asfixia moderada. - yo te he visto antes, no tienes idea de lo mucho que me sirves. - agregó, diciéndolo muy cerca de su oído.

La mujer intentaba golpearle, defenderse, pero era en vano. Sonidos de dolor se perdían en sus labios.

- te lo diré una vez, si contestas, eres libre. - continuó aquél hombre, soltando su agarre. Una bocanada de aire salió de la boca de la chica. - que patética. -

- qué quieres saber... - susurró fatigada. Una carcajada sonó.

- owh, la pobre mujer cree que se la pondré tan fácil. - soltó irónico. - primero dame una de estas... - dijo mientras hacia con su mano y boca una insinuación obscena.

La mujer, con lágrimas en los ojos, gateó hasta él.

- uuuy, no tan rápido, gatita, aquí no. - la detuvo y la levantó bruscamente. - iremos a un lugar en donde si se te ocurre morderme, no podrás escapar. -

Empujó a la pelinegra adelante de él, colocándole la revolver por su espalda, sin levantar sospechas. La empujó y comenzaron a caminar hasta su auto. El hombre pretendía abrazarla, la gente en serio no notó nada raro.

- súbete. - soltó con desprecio el hombre una vez que habían llegado al automóvil. - ¿sabes? Hoy será el último día que veas la calle. -

La mujer respiró profundamente en pánico.

- ¿qué es lo que necesitas de mi? - dijo temiendo de aquel hombre. Lágrimas silenciosas salían de sus ojos. - no tengo nada que puedas ocupar, solo soy una... -

- cállate, Jisoo. - dijo en un grito el más grande de los dos. La mujer tragó en seco y pego su cuerpo lo más que pudo al respaldo. Por primera vez en su vida, tenía el presentimiento de que moriría en cuestión de una hora.

Frenó el automóvil en un callejón a unas 6 millas de la capital, los minutos pasaron, las horas pasaron, Jisoo ya estaba delirando. Colocó una cinta aislante en la boca de la joven, la ató de manos y pies, para posteriormente despojarla de toda su ropa. Toda.

- escucha, Kik Jisoo, entraremos a lo que será tu hotel por tiempo indefinido. Me dirás lo que quiero y fin de la historia. - dijo despreocupado mientras la cargaba en sus hombros. - espero sepas a qué me refiero con “fin de la historia". - rió.

El hombre parecía tener experiencia en este tipo de trabajos, pues subió con total facilidad a la pobre muchacha, la cual su único erros era estar en el momento menos indicado por las calles de Londres.

Jisoo, intentó safarse del agarre, pero como en todo este tiempo de secuestro, fue en vano.

- las reglas son sencillas, si cooperas, comes. Si no cooperas, no comes. “easy." - concluyó su frase con ironía. - en fin, al grano. -

Se acercó a ella y la pateó, la pateó tan duro que a Jisoo se le movió el mundo de arriba hacia bajo, y de un lado a otro. El hombre rió casi efusivamente.

- owh, no te pongas triste, si me dices quien es Lalisa Manobal, entonces podré traerla aquí y que se hagan compañía. - habló con falsa misericordia, burlándose del pánico de la pelinegra. Jisoo abrió los ojos, tanto que casi se salían de su órbita. - dónde mierda está Lalisa Manobal. - dijo frío y serio, arrancandole la cinta en un movimiento rápido.

- ¡Aaaaah! - se quejó entre lágrimas la pelinegra. Sollozos se escuchaban en aquel lugar lleno de energía hedionda.

- ¡contesta! Por una mierda. - gritó el hombre, golpeando su mano justo a un lado de la cabeza de jisoo, contra la pared. La pelinegra saltó asustada. Estaba temblando.

- no sé mucho de ella. - contestó con pánico repetidas veces. El hombre rió.

- ¿no sabes mucho? - dijo poniendo su cara a muy pocos centímetros de la de la joven. - ¿o no quieres cooperar? - dijo sacando su revolver de sus pantalones, apuntandola justo en la boca del estómago de la muchacha.


















Mañana otro capítulo, lo prometo.

Discos de vinilo [ Jenlisa +18 ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora