Capítulo 30

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Dicen que después de la tormenta viene la calma, que los finales felices siempre llegan, que la luz está detrás de la oscuridad, que hace falta perder para ganar, y eso sin duda lo sabía. Mi vida había sido un caos, a donde quiera que fuera, era caótico... pero supongo que ya no más.

Tenía una foto en el estante de la sala de estar, en ella, estabamos Jin y yo, juntos, comiendo alguna especie de ramen coreano. Sonreí con melancolía. Los recuerdos de una infancia feliz me inundaron, logrando humedecer casi inmediatamente mis ojos, pues el dolor de la pérdida de lo que alguna vez fue mi lugar seguro, era inevitable.

- no te preocupes, yo estoy bien. - dije para mi misma, mientras tocaba débilmente con las yemas de los dedos la fotografía. - fuiste un hombre muy bueno, Jin. -

Sonidos de pisadas se aproximaban, las escaleras chillaron en consecuencia del peso en ellas, y al ver quién provocaba dicho ruido, me hizo sonreír como una idiota.

- oh, guau, mírate nada más. - dije mientras colocaba cuidadosamente la fotografía, sin quitar la vista de la hermosa mujer frente a mi. - are you the moon? - pregunté con un ligero tono de seducción. O al menos el intento de.

Soltó una carcajada.

- mis padres preguntan por ti, ¿por qué no subes a saludar a todos? - dijo, tratando de componer la respiración. Me agarró por la cintura y acarició con su pulgar la cicatriz de mi abdomen. - eres preciosa. -

Era al aniversario de bodas de los padres de Jennie, quien se ofreció a preparar la cena, arrastrándome a mi a ayudar en algo en lo que era para nada experta: cocinar.

- gracias, Jen. Tu eres otro nivel de preciosa. Perfecta, diría yo. - susurré muy cerca de sus labios, a lo que sonrió juguetona.

- te queda bien ese conjunto. - dijo, mordiéndose los labios, viéndome de pies a cabeza. - tendrás que ocuparte de mi más tarde. - dijo casi en una orden, con la voz ligeramente más ronca y con los ojos clavados en los míos, llenos de deseo. Tragué con dificultad.

- pensé que tus padres se quedarían a dormir, y tu haces mucho ruido, cielo. - agregué en broma, provocándole un rojo vivo en sus mejillas.

- eres una idiota. - susurró con una risita, escondiéndose en mi pecho de manera inmediata. La envolví con mis brazos (ahora con más músculos) y besé tiernamente la coronilla de su cabeza.

Jennie no mentía, el conjunto me quedaba fenomenal: un top negro, acompañado de unos pantalones de vestir del mismo tono, tacones de aguja, y un blazer, igualmente negro... agregando que había estado haciendo ejercicio en estos últimos dos años, mi salud había mejorado gratamente, y ambas nos encontrábamos realmente felices.

- ¡chicas! Haremos el brindis. - gritó desde las escaleras la madre de Jennie.

- subamos, jen. - dije, mientras besaba dulcemente sus labios. La tomé de la mano y fuimos escaleras arriba, en donde estaban todos los familiares de mi novia.

Al llegar arriba, las personas estaban sentadas en la gran mesa, cogiendo alimentos y bebiendo vino. Los padres de Jennie se encontraban hablando animadamente con algunos amigos suyos, contagiando a los invitados la risa. Sonreí.

Jennie me tomó del brazo, uniendo su cuerpo al mío y acomodó mi ropa con delicadeza, acariciando levemente mi man con su pulgar. Caminamos hasta dos asientos disponibles, justo al lado de una prima de Jennie; nos sentamos y todos nos brindaron una sonrisa cálida, la cual, devolvimos.

- familia, atención. - habló la madre de Jennie, haciendo sonar la cuchara contra la copa. Todos guardamos silencio. - quiero hacer un brindis porque hoy estamos aquí, cenando y celebrando una fecha especial para mi. - dijo lo último con una gran sonrisa, viendo con amor a su esposo. - pero sobre todo, por Lisa, porque hoy está aquí con nosotros, dándole amor incondicional a mi hija. - dijo al borde del llanto. - por Jennie, que encontró a un ser maravilloso, porque ambas se ayudan a superarse. Estoy tan orgullosa de ustedes, muchachas. -

A este punto, Jennie ya había comenzado a llorar, igual que la mayoría en la mesa. Mis mejillas estaban intensamente rojas por la mirada de todos los presentes. Sonreí débilmente y me puse de pie, junto con Jennie.

- no sé qué decir, nunca fui muy buena para las palabras. - dije tímidamente, volteando a ver a mi novia, quien rió bajito mientras se limpiaba las lágrimas.

- créanle. - agregó Jennie, causando una risa sincera en los invitados, incluyéndome.

- encontrar a Jennie me salvó la vida, literalmente. - dije mientras veía con admiración a ella. Se sonrojó y solto lágrimas ligeras. - es un ser humano divino, me gusta todo de ella, es única, me hace sentir mariposas cada que la veo o cuando escucho su voz, me hace querer besarla cuando viste así. - dije lo último dándole una vuelta, haciendo que modelo su vestido rojo entallado a su sensual figura. - o incluso cuando no quiere salir de la cama, me hace querer abrazarla y no soltarla nunca. -

- te amo. - susurró, viéndome a los ojos.

- la amo porque ha estado conmigo en todo momento, en lo sencillo, en lo difícil, y en lo extremadamente difícil. Yo era nadie, por Dios. Realmente era nadie. - dije lloriqueando.

- no digas eso, mi amor. - dijo con un puchero, intentando calmarme. Tomó mis mejillas y beso mis labios como acto de amor. Uno puro y sincero.

- lo siento. - dije tímida hacia los invitados, quienes veían la escena conmovidos, algunos con pañuelos en mano. - no me quiero extender, solo quiero decir que todos merecemos a una Jennie en nuestras vidas, jamás terminaré de agradecerte por todo, cielo. - dije lo último hacia ella, quien luego de terminar mis palabras, me devoró los labios.

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