Capítulo 10

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- ¿te escapaste de la casa de tu novio? - le pregunté mientras le ponía cuidadosamente la sudadera negra que había escogido para ella.

La muchacha me había contado toda su vida detalladamente, o bueno, al menos una gran parte de ella. La contó con ira y tristeza. Ahora sabía que su novio la manipulaba, su madre no sabía sobre lo imbécil que era su novio, su padre prefiere verla enterrada tres metros bajo tierra por razones que no quiso decirme... y su mejor amiga es la única que se preocupa por ella.

- sí, huí lo más lejos que pude. - dijo mientras se limpiaba las lágrimas de sus mejillas. - pensé que me iba a quedar en mi casa, con mamá... - habló. Levanté la vista y le limpié una gota traicionera de sus labios. - y entonces me dijo "no, tu padre me mataría", vaya mierda. - dijo con ironía.

Apreté los labios de la impotencia y tomé los pantalones holgados que había escogido.

Me amarré el cabello en una coleta y suspiré cansada, la muchacha me vio fijamente. Le hice una señal para que introduciera una de sus piernas en el pantalón, luego la otra, y así hasta colocarlo completamente.

- ¿y qué hay de Lia? ¿No te había ofrecido su casa? - pregunté mientras me agachaba para ponerle sus calcetas.

- el idiota de Jackson abrió la puta boca y terminé yendo con él. Como mi madre no sabe de la mierda que me hace, aceptó de inmediato. - dijo mientras tragaba amargamente. Se agarró de la pared y levantó la pierna, puse el calcetín, y repetí el proceso con el otro pie.

- bueno, podrías decirle y así llegar a un... - traté de decir con cautela, pero la joven me interrumpió de una manera tosca.

- ¿decirle? Por Dios, Jennie, soy una jodida persona solitaria que lleva huyendo de su vida... - dijo en una risa de ironía. - su verdadera vida - dijo con extremo disgusto. - por años... -

Suspiró y soltó un quejido de frustración. Levanté una ceja expectante y me posicioné justo a la altura de sus ojos, llevé mis manos a sus hombros y la atraje en un abrazo amistoso. En un principio se tensó, pero al final se relajó.

- mis padres se enteraron de algunas cosas de la peor manera. - dijo aún en el abrazo. - tal vez tenga razón mi padre, Jen. - dijo mientras se soltaba de mí agarre.

Sonreí un poco por el apodo que me había dado, después de todo eso solo significaba una cosa, ella sentía confianza en mi.

- ¿Jen? - pregunté mientras acomodaba las toallas de baño que se encontraban regadas por el salón. La castaña se ruborizó gradualmente, sonrió por primera en todo este tiempo, pude ver su dentadura, tenía un incisivo ligeramente chueco, pero sin dudas era la sonrisa más hermosa que había visto... - ni si quiera recuerdo haberte dicho mi nombre, Lalisa. - dije tratando de componer mi postura.

Se encogió de hombros y me mostró una sonrisa más. Probablemente me había quedado completamente centrada en ella, pues déjenme decirles que después de mi regalo de cumpleaños del año pasado, ver la sonrisa de ésta completa desconocida era mi segunda cosa favorita. Turbio, lo sé.

- tendré que ducharme yo también, mientras puedes ir a comer en lo que termino. - dije tragando pesadamente. De un momento a otro me sentía completamente centrada en la existencia de ésta mujer.

Lalisa asintió y se dispuso a salir del cuarto de baño.

- Lalisa... - dije en un susurro. La jovencita se dio vuelta hacia mi con extrema cautela. - ponte mis pantuflas, te has bañado con agua tibia, puedes coger dolor de articulación. - dije sin más. Bajó la cabeza, pero pude ver una sonrisa por parte de ella, asintió y salió con mis zapatos puestos.

¿Qué carajo fue eso?, me dije a mi misma.

Pov Lisa.

Me encontraba en el comedor de un consultorio, comiendo waffles, mientras una psicóloga la cual me había visto desnuda, tomaba una ducha. Vaya día de locos.

Me daba la impresión de que ya la conocía de antes, algunos de sus rasgos me eran familiares. Bueno, tampoco es como para alarmarme, después de meterme tanta mierda era normal alusinar.

- ¿puedo tomar una botella de soda? - grité desde la nevera. La psicóloga hizo caso omiso ante mi pregunta, así que simplemente me regresé a mi lugar sin tomar dicha bebida.

Me sentía extraña, estar en éste lugar era tan jodidamente acogedor que parecía irreal. No estaba familiarizada con el afecto de terceros, realmente no sabía cómo reaccionar ante los cuidados de ésta chica, pero se sentían tan bien que incluso me hacía recordar mi miseria de vida. Eran sentimientos encontrados.

- ¿comes muy lento o yo salí muy rápido de la ducha? - preguntó aquella chica desde el pasillo que daba hacia las duchas. Sonreí a medias, sin muchas ganas. - ¿qué piensas? - preguntó con preocupación mientras se acercaba a mí.

Negué frenéticamente y le brindé una sonrisa. Era de esperarse que no se la tragara, pues volvió a insistir con la mirada.

- Jennie, me siento sola, ¿si? - dije en un susurro mientras me llevaba a la boca un pedazo del panqueque. La psicóloga apretó los labios, y para ser sincera, empezaba a amar que hiciera eso. - no hagas eso... - susurré.

- ¿a qué te referías con lo de tu padre? - preguntó mientras se sentaba a un lado mío. Tomó una servilleta y me limpió lo que podrían ser restos de miel en mis labios. Tenía el semblante tranquilo, aún mantenía una toalla atada a su cabello. La psicóloga más linda sin duda. - dijiste que tenía razón, ¿razón de qué? -

Bufé y centré mis ideas. Jugué un poco con la comida y mi tenedor. Jennie me veía con los ojos fijos en los míos, era un tanto intemidante.

- no creo que debas saberlo. - dije sin siquiera mirarle. Corté un poco del panqué y lo analicé sin muchas ganas.

Jennie se levantó tranquilamente y se dirigió al pasillo. Dejándome completamente confundida.

- no te vayas... - dije en un susurro inaudible. Me sentía tan segura a su lado, y era estúpido, pues literalmente solo llevaba un hora de conocerla.

- no me iré, solo vine por un libro. - dijo mientras salía de nuevo por aquél pasillo. Abrí los ojos como plato, sentí mis mejillas arder de la vergüenza.

Me había escuchado. Imbécil.

Discos de vinilo [ Jenlisa +18 ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora