CAPÍTULO 32

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ROMPIMIENTO

Milly despertó desorientada, miró la habitación blanca y la ventana por donde le mostraba un cielo gris y la nieve cayendo con fuerza en el exterior. Una borrosa imagen de ella en la nieve estremeciéndose ante el frío de aquella tarde de invierno llegó a su cabeza, volvió a cerrar los ojos sintiendo como una lágrima caía. Estaba sola. El hombre de que amaba la sacó de su vida por culpa de su padre y de Jack. Se movió ocultando su rostro en la almohada Miéntras el llanto surgía con tanto dolor que parecía que su alma se rompía.

- Señora, por favor no puede estar asi - la enfermera acarició su cabello -. Por favor piense en su hijo.

Cubrió su vientre con las manos sin dejar de llorar. Estaban solos, ese pequeño ser que tanto desearon, que los uniría aún más en ese matrimonio que por circunstancias del destino los obligó a estar juntos ahora, sólo tenia a su bebé. Max los arrastró fuera de Rectory Mayor sin importarle el bienestar de ella, del bebé. Quiso tranquilizarse pero parecía que el llanto no quería detenerse.

La mano de la enfermera la consolaba y sus palabras que apenas escuchaba la ayudaron a calmarse. Suspiró limpiando sus lágrimas en la sabana, descubrió su rostro y miró con sus ojos hinchados a la mujer de uniforme que estaba sentada a su lado con una sonrisa queriendo darle ánimos.

- ¿Ha terminado?

Milly cerró los ojos agotada sin poder responderle.

- Seguro tiene hambre - le dijo levantándose -. El doctor tuvo que sedarla, estuvo a punto de perder a su bebe, a veces...

-¿Q-qué ha dicho?

- Si jovencita, a veces el estrés y algunos cosas fuera de nuestro control tienen consecuencias inesperadas - la miró con reproche -, no sé que pasó, pero está falta de peso y demasiado alterada. El bebé siente todo lo que le pasa a la madre.

- ¿Cómo está? - preguntó ronca lamiendo sus labios que sintió de pronto muy secos.

- Muy bien - le sonrió -, es un bebé muy fuerte. Él será su fortaleza por eso tiene que cuidarse para que ese pequeño ser pueda ayudarla a seguir adelante, no importa los problemas que tenga.

La sonrisa de la enfermera la calmó un poco. Cubrió su vientre, su bebé se iba a convertir en su prioridad. No podía perderlo era lo único que tenia de él y cuando todo se arreglara los tres estarían juntos.

No podia perder las esperanzas, era lo unico que le quedaba. Ahora lo que tenia que hacer era recuperarse y salir del hospital para buscar a Max y convencerlo de que ella no lo traicionó, estaba segura de que todo volvería a  estar bien, tan pronto como supiera que estaba esperando a su hijo.

La enfermera salió de la habitación después de tomados los signos vitales. Se sentó en la cama  y miró su vientre todavía liso.

- Pronto volveremos a casa con tu padre -, dijo con voz muy baja como sí se tratara de un secreto -. Él nos necesita, no podemos dejarlo solo.

- ¡Démons! - Gritó una iracunda voz femenina en frances arrojando el diario al piso de mármol con vetas de oro -, ¡Le diable cuida a ese bastardo!

Los tacones sonaban furiosos por toda la gran sala rodeada de cristal desde el piso hasta el techo. La esbelta figura enfundada en un traje blanco de chaqueta y pantalón demasiado ceñido para llevar ropa interior se detuvo junto al hombre que consultaba su moderno reloj de oro con una mueca de burla en sus labios.

- ¿Qué pasa? - Demandó apenas aguantando las ganas de abofetearlo -. ¿Te causa gracia que nada de lo que hicimos le haya hecho un rasguño?

- Callate - la miró acercándose el vaso de bourbon a los labios -, los golpes a veces pueden ser más afortunados de lo que parecen. Algunos de ellos no se ven.

la bestia y la bellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora