DESESPERO
Milly se agazapó en la orilla de la cama. No tenia intenciones de enfrentarse a la modelo, ahora no. No se sentía con ánimos ni siquiera con deseos de confrontarla y decirle que pronto Max seria hombre libre para que ella o cualquier otra mujer entrara a su vida. Unas lágrimas se asomaron por sus ojos tan sólo en pensar que Max estuviera en los brazos de alguien más.
Veía en el rostro moreno la gran satisfacción de tenerla ahí lo más alejada de su objetivo. Cerró los ojos esperando que el mareo desapareciera y todo a su alrededor volviera a la normalidad.
- No serás un impedimento para que Max y yo volvamos a estar juntos - caminó por la destartalada habitación como si fuera una elegante pasarela -, cuando se de cuenta de tú desaparición yo estaré a su lado para consolarlo y sostener su mano. Él regresará conmigo, no hay duda de ello.
Se detuvo sonriendo triunfal, bajó los lentes oscuros que mantenía en su muy corto cabello negro y rizado, los acomodó ocultando sus ojos.
- Yo voy a ayudarlo a que sólo seas una parte de su vida que pronto sea olvidada -. La miró levantando la barbilla -, es una lastima que eso no podrás verlo.
Dicho eso salió de la habitación cerrando la puerta con llave.
El perfume caro se revolvía con el olor a vómito. Entonces con ella lejos de su prisión se dejó caer en la cama llorando sus dos grandes perdidas: la de su libertad y la de Max.
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Jack acomodó los papeles de la próxima incursión de Sir Richard en la corte. A pesar de la profunda desilusión de la noche anterior en lo único que podía refugiarse era en el trabajo, Sir Richard era una especie de mentor y no había más grande honor que ser su pupilo. Nunca pasó por su mente trabajar para él mejor abogado del país y era afortunado. Dejó los documentos en el escritorio y salió en dirección a la oficina que compartía con otros dos recién ingresados abogados. Uno de ellos era el presumido hijo de uno de los socios de la firma y la otra una joven de su edad recién egresada como él de la carrera con la cual tenia una muy buena relación, si no fuera por...
Se detuvo frente a la pequeña cocina para prepararse un café, miró la sofisticada maquina negando con la cabeza, no después de lo que pasó no estaba en busca de nadie, ni siquiera de alguien con quien pasar un buen rato. Además Julie se merecía un buen chico y él había hecho cosas que no eran del todo honestas.
- ¿Pasa algo con la maquina?
Jack se giró sobresaltado mirando a la dueña de la melódica voz. Unos ojos azules muy claros lo miraron curiosos, el flequillo rubio se posaba ligeramente sobre ellos aligerando el recogido que era más práctico que moderno.
- No, no. Lo siento estaba distraído - le sonrió y buscó un par de tazas de cerámica blanca -. ¿Quieres una taza?
- Por favor - asintió estrujando sus manos algo nerviosa.
- ¿Pasa algo?
Jack la miró de reojo mientras servía el café.
- No - dejó de hacerlo y ocultó sus manos tras su espalda -. Tal vez se deba a que iré con Sir Richard a la corte como su ayudante.
- ¡Que bien! - le entregó la taza -, al fin veras al genio en acción.
- Espero aprender todo lo que pueda.
- Lo harás eres una mujer con mucha inteligencia.
Julie sonrojó y aturdida dio un paso hacia atrás, Jack intentó detenerla, pero la joven fue más rápida y se tropezó con sus propios pies.Él la sujetó de la cintura acercándola a su cuerpo.
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la bestia y la bella
RomanceMaximilian Blackthorne era conocido como la bestia en el mundo de los negocios. Nunca permitía que nadie se aprovechará de él, mucho menos un contador cualquiera. No le importaba que fuera por momentos de vida o muerte. Joseph Mathews iba a pagar po...