AMOR
- ¡No! - Exclamó girándose aturdida -, ¡no me mientas! No... Hagas eso Max.
- Nunca te he mentido - movió la cabeza mirándola con infinita tristeza -, siempre he sido sincero contigo. Siempre te he dicho mi verdad, a pesar de que sé que al decirla te he lastimado. Te amo, y no sé que hacer..., me siento tan co-confuso, t-tan i-inseguro como nunca antes me sentí. Tengo miedo..., estoy aquí preso de pánico tan sólo de pensar que ya no me ames como alguna vez lo hiciste.
Milly buscó con sus ojos alguna señal de que nuevamente estuviera jugando con ella, ¡Era demasiado! ¡No tenia derecho de hacer lo que estaba haciendo! Movió la cabeza negando sus palabras o tal vez las de su corazón que gritaban con la esperanza de que fuera real.
- ¡No, no, no! - cubrió sus orejas -, lo dices para que no te aparte de tu hijo; te juro que no lo haré, puedo firmar uno de tus contratos aceptando las condiciones que quieras. Pero por favor no digas nada si no lo sientes, no puedo soportar tanta crueldad Max, guarda por un momento a la bestia que hace cualquier cosa por obtener lo que desea, hazlo por nuestro hijo Max...
- Te amo Milly -. Susurró sin tomar valor todavía para acercarse a ella -, no es posible ser cruel ante esto Milly. Es la primera vez que le digo a alguien estas palabras, nunca tuve oportunidad para sentirme como ahora, nunca nadie me dio nada por nada; porque nunca tuve nada que dar que viniera de aquí - se toco el lado izquierdo del pecho -, ni siquiera sabia que el corazón podía servir nada más para bombear sangre al cuerpo, no tenia idea de que también había otros motivos para hacerlo latir, yo...
- Max...
Una lágrima se deslizo por su mejilla. Milly la limpio mientras negaba con la cabeza, sus ojos lo miraron buscando en el rostro alguna señal que le dijera que todo era un juego cruel para lastimarla.
- Lo siento Max.
Fue hasta la puerta y quiso abrirla más le fue imposible.
- Por favor Max dejame salir - aguantó un sollozo sin moverse recargando la cabeza en la dura madera antigua.
- Te amo Milly - susurró mientras se acercaba a ella -, te amo tanto que no puedo dejarte ir..., no sabría que hacer sin ti.
¡No! - gimió la joven golpeando sin mucha fuerza la puerta -, no puedes decirme eso... Max..., no puedes...
Sus manos se posaron en los hombros de ella. Inclinó su cabeza dejando que su aliento acariciara su nuca, Milly se estremeció buscando la manera de alejarse de su presencia. Max no se lo permitió, deslizó sus manos hasta llegar a sus manos separándolas de la puerta y abriéndolas para atraparlas en las suyas.
Milly cerró los ojos sintiendo la debilidad que siempre la poseía cada vez que él estaba así de cerca, cuando podía sentir su cuerpo fuerte y grande cerca del suyo, un leve estremecimiento recorrió su cuerpo y aguantó un jadeo.
- Te necesito Milly - susurró en su oreja antes de que sus labios recorrieran la blanca piel de su mandíbula, de su cuello.
- ¡Ah! - se arqueó por instinto, permitiéndole seguir con sus caricias.
Su corazón estaba latiendo como un loco en su pecho y su cuerpo se estaba debilitando ante sus besos, su cercanía.
- No Max, por favor dejame ir...
- ¡No puedo! - Gimió con una intensidad que alertó a la joven - ¡No puedo! Sin ti p-podria morir-me..., n-no quiero estar l-lejos de ti...
Movió la cabeza despertada, tenia que ser fuerte porque sabia que si era otro chantaje de Max no podría resistirlo, y entonces tal vez la única que saldría perdiendo seria ella y su hijo que no tenia la culpa de lo que estaba pasando con ellos. ¡Oh Dios! ¿Qué podía hacer? La cercanía de Max era demasiado para ella, ¡Lo amaba tanto! Sus manos estaban ansiosas de tocarlo, recorrer su cuerpo fuerte y moreno, sentir sus músculos flexionarse ante cada una de sus caricias, su boca deseaba beber de la suya y perderse como lo hizo la ultima vez que se vieron. Todavía le llenaban los recuerdos, cuyo significado se rompían en añicos por los acontecimientos siguientes.
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la bestia y la bella
RomanceMaximilian Blackthorne era conocido como la bestia en el mundo de los negocios. Nunca permitía que nadie se aprovechará de él, mucho menos un contador cualquiera. No le importaba que fuera por momentos de vida o muerte. Joseph Mathews iba a pagar po...