CAPITULO 40

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ARREPENTIMIENTOS

- Lo siento.

Se alejó de él limpiándose las lágrimas. Max de pronto se sintió extraño como si algo le hiciera falta, un tenue frío recorrió su cuerpo, la miró intentando no mostrarle lo que sentía.

- ¿Quieres pasar al baño antes de irte? - Le preguntó solícito.

Ella asintió y pasó junto a él hasta la puerta que él le señalo. cuando la puerta se cerró detrás de ella Max recargó su frente en la puerta soltando un profundo suspiro. ¡Maldición! No esperaba una reacción así de ella, el tenerla entre sus brazos llorando algo en él había aflorado apenas había soportado verla llorar; tuvo unas ganas inmensas de aferrarse a ella y dejar que su cálido cuerpo envolviera el suyo hasta que la paz que sólo conoció con ella volviera a él.

Cerró los ojos recordando sus ojos verdes anegados de lágrimas, apretó sus manos en puños, no quería que los nuevos sentimientos que experimentó volvieran a surgir.

Gruñó separándose de la puerta, en cualquier momento ella saldría del baño y no podía permitir que ella lo descubriera así. Se acercó a la ventana, miró los extensos jardines que alguna vez pertenecieron a la residencia de su padre.

Milly se miró en el espejo, su rostro estaba enrojecido por el llanto. No había querido desmoronarse así ante él, tal vez eran las hormonas que en ella estaban completamente fuera de control. pasó una mano por su cabello, desató la trenza que estaba hecha un desastre, buscó en su bolso un peine y lo arregló, volvió a trenzar su cabello, mojó su rostro con agua fria; la limpió con sus manos y sus ojos verdes la miraron ahora un poco más serenos.

Estaba lista para enfrentarse a él nuevamente. Lanzó un suspiro y humedeció sus labios nerviosa antes de abrir la puerta.

No vio a nadie, se relajó un poco y fue directo hasta la puerta.

- ¿Te encuentras mejor?

Sobresaltada se volvió hacia la masculina voz, cubrió su pecho con su mano izquierda y miró a la sombra oscura frente a la luz que apenas se asomaba por entre las pesadas cortinas.

- Si, gracias - respondió después de pasar saliva nerviosa -; yo t-tengo que irme.

- Lady Mildred...

Milly movió la cabeza cerrando unos segundos los ojos que le dolían recordándole el ridículo que había hecho al derrumbarse en sus brazos, suspiró elevando el pecho, abrió los ojos y lo miró manteniéndose con una serenidad que no sentía.

- Cuando tengas todo listo ponte en contacto con Sir Richard - le dijo calmada -, él se encargará de todo... esto.

Caminó hasta la puerta, sujetó con fuerza el picaporte, bajó la cabeza, la giró un poco sin mirarlo.

- Gracias por todo Max, que tengas una buena vida - hizo una leve pausa ocultando un quiebre en su voz -. Sé feliz, yo te... deseo lo mejor.

Apenas sus piernas temblorosas pudieron continuar cuando en su primer intento logró abrir la pesada puerta. Pasó al lado de Anna Miller sin decir nada, sólo sonrió y salió casi corriendo de las instalaciones de la empresa de su pronto ex esposo.

Suspiró de alivio cuando vio al taxi todavía en la solitaria calle, el chofer parecía dormitar frente a el volante, Milly corrió hacia el vehículo, abrió la puerta y entró ansiosa por alejarse. Inquieta al ver que el chofer no se movia le tocó el hombro y este se deslizó hasta golpear con su cabeza el volante. La joven sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, las puertas del taxi se abrieron dos sujetos entraron con tanta rapidez, uno de ellos la aventó a la otra orilla atrapándola entre su cuerpo y aprisionando su cabeza impidiéndole levantarla, el otro sacó por la chaqueta gruesa al chofer tirándolo al piso, tomó su lugar encendiendo el motor del vehículo y arrancó a toda velocidad.

la bestia y la bellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora