CAPÍTULO 42

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FUERA DE CONTROL

La noche entera se la pasó hablando por teléfono con tantas personas que perdió la cuenta de las horas. Pasó una mano por la cara ahogando un bostezo. Miró a Joseph que caminaba de un lado a otro por la sala del ático, ni él, ni Sir Richard o Jack Taylor habían podido localizar a Lady Mildred. Lo último que se le había ocurrido había sido llamar a 'Akil, pero no pudo localizarlo, y Claude tampoco contestaba su teléfono.

Cruzó los brazos sobre su pecho, hacia frío y sin embargo sólo vestía una camisa negra y pantalones, no tenía humor para echarse una chaqueta encima, se sentía prisionero dentro de su propia casa. Julian Franco, su jefe de seguridad estaba hablando con alguno de sus empleados y Anna Miller, su secretaria servía emparedados y café a todos los hombres que iban de un lado a otro por su ático trabajando en la manera de poder localizar el paradero de su esposa.

El sonido ahogado del ascensor apenas se escuchó por el cuchicheo. Max se irguió tenso y miró hacia las puertas que estaban a punto de abrirse.

Joseph se dio cuenta enseguida de la actitud de Max y miró hacia donde él lo hacia. Cuando estas se abrieron y un hombre alto, rubio y muy bien vestido entró arrogante deteniéndose en seco al ver la actividad frente a él.

- ¡Max mon ami! - caminó rápidamente hasta donde estaba su amigo -, ¿Qué demonios pasa aquí?

- Mi esposa ha desaparecido - anunció sin ninguna expresión en su rostro, ni en su voz.

- ¡Mon Dieu! -exclamó colocando una mano en su hombro en señal de solidaridad - Lo siento.

A unos metros Jack ayudaba a Anna a repartir los emparedados siguiéndola hasta. Donde los empleados de seguridad seguían trabajando.

- Los últimos son para Joseph y Sir Richard - le dijo la joven secretaria sonriendo agotada -, no han comido nada en todo el día.

- Yo los llevó, descansa te ves completamente agotada.

- Si, pero es necesario estar alerta para encontrar una manera de que la Baronesa aparezca.

- La bestia se encarga de ello...- miró a la rubia sonrojándose ante el apelativo -, lo... siento.

- No se lo diré, no te preocupes - le sonrió -. A mi jefe no le molesta que le llamen así, es más hasta creo que le gusta.

- Iré a llevar lo emparedados.

Anna asintió y regreso a la cocina con Nancy.

Jack se acercó a las figuras familiares que hablaban en tono muy bajo entre ellos.

- ¿Tuvieron problemas? - Demandó una voz con ligero acento francés - ¡Merde!

El joven se detuvo temblando ligeramente, la charola se balanceó y un frío helado recorrió su espalda. Bajó la cabeza intentando tranquilizarse, había leído en alguna parte que La bestia tenia amistad con un noble francés. Era sólo una coincidencia, no había motivos para pensar que ese hombre que hablaba con él fuera el mismo que...

movió la cabeza y continuó su camino entregando los emparedados a Joseph y Sir Richard; miró el emparedado que sobraba en la charola y en un impulso fue hacia la bestia y su amigo. Conforme se acercaba a ellos contemplaba al rubio alto y fornido, estaba seguro que apenas llegaba al metro ochenta y poseía ese aire que sólo la nobleza poseía. Era atractivo, a pesar de la nariz aguileña. Era lo que le daba la personalidad interesante.

Su traje era azul marino con delgadas rayas blancas que apenas se notaban, estaba hecho a la medida seguramente por algún sastre inglés. Su cabello estaba peinado hacia atrás brillando por la goma para el pelo, que se lo oscurecía un poco.

la bestia y la bellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora