CAPÍTULO 11

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HOGAR, DULCE HOGAR.

La bajó con sumo cuidado en medio de un enorme vestíbulo, sobre la mullida y fina alfombra árabe. Frente a ellos habían unas enormes puertas abiertas dándole la bienvenida a ese lugar, que al recorrerlo con la mirada le pareció frío y lúgubre.

Él le tomó la mano llevándola había el salón principal. La decoración era muy masculina entre las paredes de gris pálido. Los sillones de piel oscura frente a una enorme chimenea en la que cabrían varias personas de pie que estaba encendida le daba una atmósfera cálida e intima a la habitación a pesar de carecer por completo de color y vida.

Las pesadas cortinas ocultaban las enormes ventanas, que podia calcular unos cinco metros de altura del piso al techo. No había adorno alguno, excepto un reloj antiguo sobre la chimenea y una caja de cigarros elegantemente labrada.

A un costado del salón estaban las escaleras de piedra gris que llevaban a la planta alta de la que bajaba una mujer regordeta de agradable rostro, era como sí no fuera parte de aquel siniestro escenario.

- Has llegado temprano, - anunció con voz agradable y se acercó algo inquieta a ellos.

- Esperó que eso no haya sido un problema para ti. - respondió con un tono de sarcasmo.

- ¿Ella es tú esposa? - Preguntó haciendo caso omiso a la actitud de Max.- Eres tan bella como me imaginé. Bienvenida  Rectory Mayor.

Milly se dejó abrazar por la mujer, todavía en shock ante su nuevo hogar.

- Ella es Georgie Adams, el ama de llaves.

- También soy la cocinera. - le sonrió dándole la mano educadamente. - Es un gusto conocerla señora Blackthorne.

- Mucho gusto.

Logró sonreír cuando al fin la mujer la soltó encantada.

-¡Estoy tan feliz que Max al fin se haya decidido a sentar cabeza!, ya era hora que lo hiciera, realmente no quisiera que...

- ¡Basta ya! - la silenció en un duro tono y sé acercó a Milly colocando una mano en su espalda. - Hoy ha sido un día cansado, llevaré a mi esposa a nuestra habitación para que sé refresque y descanse un poco antes de la cena.

- Por supuesto, - Georgie se hizo a un lado sonriente a pesar de el brillo de tristeza que inundó sus ojos castaños. - Ya está todo arreglado.

Se dejó guiar por su esposo consciente de la mano en la espalda. Subieron las escaleras en silencio. La presencia  a su lado por el pasillo oscuro apenas iluminado por una pequeñas lamparas que pendían de las paredes cubiertas por un tapiz de colores oscuros, la hizo sentir como si poco a poco fuera llegando hacia su prisión en la que ya no podría devolverle la libertad.

¿Dónde se había metido? Miró la larga y angosta alfombra persa sintiendo como el pánico le anunciaba esa nueva realidad, y el hecho de que estaba lejos de su familia, en un mundo lejano a lo que conocía. Prisionera en un oscuro pozo, del que no volvería a ver la luz que antes tuvo en su vida.

Se frotó con una mano el otro brazo cubierto aún por la seda de su vestido de novia.

-¿Tienes frío?

-¿Por qué le habla así? - preguntó molesta ante su comportamiento con la mujer que estaba contenta de verlo. - Nadie merece una grosería como la que acaba de hacerle. Ella solo...

- Eso no es de tu incumbencia.- le dijo mientras se detenía frente a una puerta de doble hoja y la abría. - Me gustaría que no te metieras en lo que no te concierne.

la bestia y la bellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora