CAPITULO 25

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PRINCIPE ENCANTADO

Algo le provocaba cosquillas en su rostro. Levantó una mano intentando deshacerse de lo que provocaba el molesto cosquilleo. Emitió un leve quejido al moverse de manera brusca y sentir su cuerpo adolorido; de pronto sonrió y se estiró voluptuosamente. Abrió los ojos parpadeando hasta enfocar el techo de blanca seda de la cama, las cortinas rojas que todavía se mantenían cerradas. Sonrió y Max se materializó ante ella con una sonrisa y una pluma larga y negra acercándose a su rostro.

- Buenos días dormilona.

- Buenos días, lo siento - se incorporó incomoda cubriendo su desnudez con el edredón gris plata -, anoche no...

- Yo tampoco -, río divertido al verla sonrojarse intensamente -. Todo fue mi culpa, me disculpó por ello.

-¡Oh Dios!

Se cubrió la cabeza con el edredón mientras las divertidas carcajadas de Max llenaban sus oídos.

- ¡Vamos, el desayuno esta listo! - descubrió su rostro acercando una charola con un abundante desayuno -. Hoy lo haremos en la cama.

Milly aparto el cabello de su aún sonrojado rostro y lo miró con sorpresa.

- ¿Por qué?

Acomodó la charola entre ellos antes entrar a la cama y cubrirse con el edredón.

- Bueno, anoche no descansamos lo suficiente -, levantó la charola y la colocó en las piernas de ambos -. Y realmente estoy exhausto y sé que tú también lo estas, así que me pareció lo más lógico desayunar en la cama.

La joven contempló la charola. Aguantó la tentación de probar la humeante taza de té y los bollitos de azúcar. Max levantó su taza de café y le dio un sorbo respirando de placer despues de haberlo probado.

- ¡Anda! Sé que estas tentada a probar tu té favorito.

Levantó la taza ofreciéndosela. Milly la aceptó dibujando una tímida sonrisa y bebió el dulce y aromático liquido claro, lo miró feliz por ese momento tan especial y se dispuso a disfrutar ese maravilloso desayuno.

Milly lanzó un profundo suspiro mientras caminaba por el hermoso jardín de Rectory Mayor. Acomodó la canasta en donde había por lo menos una docena de rosas rojas, desde que había llegado a el que ahora consideraba su nuevo hogar se había sentido tan feliz. La sorpresa que planeó para una cena intima con su esposo había sido un éxito total, nunca se imaginó que acabaría como lo hizo la noche anterior. Sonrió emocionada, al parecer al fin se había terminado la sombra que por el par de meses que llevaban casados se interponía entre ellos; tenia la esperanza de que el motivo por el que se casaron fuera desapareciendo hasta que no quedara rastro de eso. Prefería olvidar esos desagradables momentos y ver hacia adelante un futuro de felicidad y amor.

Max estaba en su estudio arreglando algunos asuntos importantes de su empresa antes de reunirse con ella. Le prometió que pasarían el resto de la semana juntos en casa y eso la entusiasmaba.

Apartó un rizo y miró hacia la enorme casa cuya piedra gris que durante muchos años encerró amargura y mucho dolor, pero ahora todo seria diferente, ella se encargaría de eso. No pensaba permitir que nadie más le hiciera daño al hombre que amaba. Crearía un hogar verdadero para él y los hijos que llegarían en un futuro cercano.

Una radiante sonrisa apareció en su bello rostro. Posó una mano sobre su abdomen liso, ojalá que pronto le diera la mejor noticia.

Entró por la cocina, dejó la canasta sobre la mesa de madera. Buscó en los gabinetes altos un jarrón para colocar las rosas. Se estiró hasta quedar de puntillas intentando bajar el jarrón de cristal, tras ella un brazo más largo y moreno tomó el recipiente haciéndola perder un poco el equilibrio.

la bestia y la bellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora