CAPÍTULO 51

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LIMBO

Los días estaban pasando. Milly se mantenía ocupada arreglando su departamento mientras esperaba impaciente sus visitas secretas al hospital de cada semana. No quería hacerlo diariamente ya que no queria  que nadie descubriera que lo visitaba, mucho menos Roberta, después de todo ella ya no tenia derecho a estar a su lado, en su vida.

Trenzó su cabello mirándose por ultima vez en el espejo, su vestido blanco con flores turquesa y café apenas mostraba los kilos que había ganado en los últimos días. Esa noche, después de visitar a Max iría a casa de su padre para pasar la noche buena con ellos. Miró la bolsa de regalos sobre la cama y un nudo se formó en su garganta. Esa noche Max estaría todavía en terapia intensiva, ojalá no solo. Había tantas personas que lo querían a pesar de lo que él pensara.

Se puso su abrigo de lana turquesa, rodeo su cuello con la bufanda castaña y suspiró sosteniendo las asas de la bolsa de regalos, miró el reloj sobre la mesita de noche, pronto Sean vendría por ella para llevarla al hospital.

Georgie miró a los dos hombres jóvenes que hablaban entre ellos, no cabía duda que eran hermanos de Max, eran tan parecidos a pesar de no tener la misma madre. Oliverius tenia los genes muy fuertes, nadie podía negar que él era su padre.

Frank el más joven tenia el cabello algo largo, él se parecía un poco más a Lucille, pero no se podía negar que era un Blackthorne. Vestía de manera informal, incluso el abrigo lo era. Lucas era casi tan alto como Max, su cabello negro era corto y tenia una barba muy corta perfectamente cuidada. Se notaba que cuidaba extremadamente su físico, quizá por ser un actor muy conocido por una serie de televisión.

Aquellos dos hombres estuvieron a su cuidado por mucho tiempo, los seguía sintiendo parte de ella a pesar de no haberlos visto por mucho tiempo. Se sentía orgullosa de lo que eran, pero esos sentimientos no eran tan grandes como lo que sentía por su propio hijo que ahora estaba...

Apretó el pañuelo entre sus manos. Su corazón estaba destrozado cada vez que miraba a su hijo por la ventana o sentada en la silla a su lado sentía que el dolor era tan intenso que moriría si algo llegara a pasarle. ¡Max! Se le hacia imposible verlo inmóvil en esa cama rodeado de maquinas, en esos momentos deseaba oírlo sin importar la manera en que se dirigiera a ella, cuando aceptó trabajar para él supo que no seria tan fácil ganarse el lugar que hacia mucho tiempo perdió.

Frank la miró y se acercó a ella.

- Querida Georgie, ¿Estás bien? - le tomó las manos frías entre las suyas -, creo que necesitas descansar.

- No, estoy bien Frank - le sonrió tranquilizándolo -, lo que puedo estar sabiendo que Max está en ese cuarto con todas esas maquinas...

- Lo sé Georgie - bajo la voz abrazándola -. Estoy seguro de que saldrá adelante, él es un hombre muy fuerte. Lo he visto y aún inconsciente emana una fuerza espectacular.

- Lo sé. Todavía es él, a pesar de todo.

- ¿Sabes? Cuando lo volví a ver después de veintidós años recordé tantas cosas que sentí una tremenda nostalgia por aquellos días - besó el cabello rubio de Georgie -. Siempre fue el líder en todos nuestros juegos muy a pesar de Lucas -. Rió -, siempre lo admiró en secreto y creo que por eso siempre peleo con él por ganarle.

- ¡Eran unos pillos! - Georgie se separó un poco mirando a Frank con cariño -, a veces no podía controlarlos, pero no cambiaría nunca aquellos días.

- Yo tampoco -,  volvió a abrazarla y suspiro -. Te extrañé Georgie.

- Yo también querido, yo también.

la bestia y la bellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora