CARRERA SIN FIN
El camino parecía interminable. La niebla que le rodeaba se hacia cada vez más espeso, a veces no podía ni ver sus manos frente a él, sin embargo no estaba dispuesto a darse por vencido. ¡Tenia que salir de ahí! Quería, necesitaba volver a sentir a ver a esa mujer que tenia dentro de su cuerpo a su hijo; el hijo de ambos, la única esperanza de poder tener lo que nunca creyó tener, aquello que siempre le pareció tan lejano, tan fuera de su camino.
Una diminuta luz se acercaba peligrosamente a él, intentó evadirla pero esta se fue directamente a su ojo izquierdo. Una ligera molestia le obligó a cerrar los ojos y frotarlo intentando calmarla. Muy pronto pasó, dejándolo algo confuso; porque mientras se frotaba pudo jurar que escuchó su nombre de los labios de ella.
¡Mierda! ¡Maldición! Gruñó mirando a su alrededor a pesar de que nada podía ver. "Tengo que seguir" se dijo después de un suspiro. Hizo el intento de calmar la falta de control que estaba a punto de explotar de su interior, su salida de aquel lugar requería mucha paciencia y toda su concentración. Miró nuevamente hacia adelante y continuó con su lucha hacia el fin de ese paraje triste y gris, hacia su libertad y el encuentro con lo que en verdad quería en la vida, sí esta le daba otra oportunidad.
•
Sir Richard miró los documentos y los dejo caer sobre la brillante superficie de su escritorio. Al fin habían llegado. Por algún tiempo pensó que se había detenido, pero al parecer continuó con los tramites y después de leer los papeles notó que ya todo estaba en completo orden.
Miró su reloj, en cinco minutos Milly llegaría a su oficina. Le había pedido que fuera durante la hora de su almuerzo, la conocía demasiado bien para saber que no aceptaría salir más temprano o robarse una hora o menos del tiempo laboral.
Cuando la recontrato para trabajar en la librería le pareció buena idea ya que Max no tenia manera de despertar de manera pronta del coma después de su accidente y su estado no le permitiría conseguir un trabajo en algún otro lado, así que le dio trabajo consiente de que la separación con Blackthorne se llevaría el tiempo en el que estuviera bien para hablar acerca de los últimos detalles.
La puerta se abrió, Milly entró con una gran sonrisa, venia envuelta en una gran chalina de lana púrpura. Su perfume lleno la habitación sacando una sonrisa en el viejo abogado.
- Buenas tardes Milly.
- Buenas tardes, vine apenas salí de la librería - le dijo sentándose en la pequeña salita de sobrios muebles de cuero negro y madera de roble.
- Que bueno, si terminamos pronto podemos ir a comer algo.
- No me va a dar tiempo, apenas tengo media hora para escuchar lo que tienes que decirme - sonrió dejando caer sus manos en su regazo.
Le miró esperando, Sir Richard se acercó a su escritorio sostuvo los papeles que acaban de llegarle y miró a su ahijada serio.
- Llegó esto en la mañana - se los mostró -, no quise esperar mucho. Así que creo que es el momento de que tomes una decisión.
- ¿Qué decisión? - Le preguntó enderezándose preocupada.
- Son los papeles del divorcio.
Milly sólo lo miró, permaneció inmóvil en su asiento hasta que lanzó un suspiro; Sir Richard caminó hasta ella tendiéndole los papeles.
La joven los miró y los sostuvo en sus manos por unos segundos antes de abrirlos y leer el principio del documento.
Ya sabia que ese momento iba a llegar, le hubiera gustado que todo ese asunto se detuviera hasta que se fuera alguna mejoría en Max. Asintió silenciosamente y miró a su padrino.
ESTÁS LEYENDO
la bestia y la bella
Roman d'amourMaximilian Blackthorne era conocido como la bestia en el mundo de los negocios. Nunca permitía que nadie se aprovechará de él, mucho menos un contador cualquiera. No le importaba que fuera por momentos de vida o muerte. Joseph Mathews iba a pagar po...