CAPÍTULO 16

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RECTORY MAYOR

Max permaneció inmóvil recorriendo con sus ojos grises el vestíbulo antes vacío, ahora ocupado por una mesa redonda y un jarrón enorme atiborrado de flores. Dio un paso por la alfombra persa que hacia años no veía. Metió sus manos en los bolsillos de sus pantalones negros, lanzó un suspiro pesado y caminó hasta las puertas entreabiertas del salón, que anunciaba un intenso halo de luz.

- Permitame señor.

James sé adelantó abriendo la puerta doble. La luz era tan intensa que tuvo que entrecerrar los ojos. Parpadeó y tardó un poco en acostumbrarse. Las ventanas dejaban entrar el sol a borbotones y el atmósfera intima y privada que a él le gustaba había desaparecido. Los muebles parecían brillar y mostrarse con más vida, con más... ¿entusiasmo?

- Llevaré su equipaje a su habitación señor.

- ¡Espera un momento! - Ordenó tratando de mantener la calma. - ¿Dónde se encuentra la señora?

James se aclaró la garganta y subió uno de los peldaños de la escalera.

Levantó la mirada, Milly estaba ante  él. Ella puso un dedo sobre sus labios pidiéndole que no la delatara, subió un par de escalones más e intentó esconderse en las sombras que aún no desaparecían del todo.

James se aclaró la garganta.

- Me parece que se encuentra en la alcoba principal -. Mintió.

Max asintió. No dijo nada, ni siquiera hizo el intento de subir para reclamar el cambio abrupto en la decoración de la rectoría.

El mayordomo titubeó y al ver que su jefe empezó a pasearse por el salón, subió otro peldaño.

-¿Cuándo empezó a hacer estos cambios?

James inclinó un poco la cabeza con algo de resignación.

- El mismo día en que usted se fue a Londres señor. - respondió.

Max volvió a asentir, miró la chimenea con varios troncos apilados en el centro de la superficie limpia. Se recargó inclinando la cabeza hacia el hueco como sí la inspeccionara.

James subió otro peldaño con un leve jadeo, al no escuchar más palabras de la bestia continuo con calma su camino.

- ¿Alguien intentó detenerla?

Su voz salió como un gruñido de su garganta. El sirviente se estremeció y dejo la maleta junto a él.

- No señor, ella es ahora la señora y no quisimos desobedecer ninguna orden.

Volvió el silencio. Max se separó un poco de la estructura y recargó una mano muy cerca de la caja de cigarros, la abrió, tomó uno, hurgo en su chaqueta negra sosteniendo segundos después un encendedor de plata. Encendió su cigarro oscuro largo y delgado, arrojó el humo con un fuerte resoplido.

-¿Algún cambio más en otro lugar de la rectoría?

- Si señor. - el mayordomo colocó una mano en la frente por unos segundos. - El comedor, las habitaciones de la planta alta, y la salita que permanecía cerrada, la que esta junto a su estudio.

La bestia asintió y le dio otra calada a su cigarro.

- ¡Ejem! - el sirviente aclaró su garganta, - Ahora mismo hay algunos pintores en el gran salón...

- ¡Maldita sea! - Exclamó Max moviendo la cabeza hacia la puerta de doble hoja, grande y labrada.

Con grandes zancadas se acercó a ella y la abrió con ambas manos. El piso de mármol estaba cubierto por plásticos y un grupo numeroso de pintores realizaban su tarea silenciosos y apurados, los que al verlo se detuvieron creando una atmósfera de sorpresa y expectación.

la bestia y la bellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora