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Se los aseguro, se los prometo, lo juro. No sé si la reencarnación existe, si volveré a nacer o si simplemente cuando yo muera todo acaba, se apaga y termina para siempre. Pero si existiera, si fuera posible, si volviera a nacer, la buscaría en mi siguiente vida. Pasarían diez, quince, veinte o treinta años y la buscaría sin ningún tipo de duda hasta encontrármela en mi nueva vida.

Ella ha sido lo mejor y al mismo tiempo lo peor que me ha pasado en la vida. Junto a ella he estado más allá del cielo y en el más profundo infierno. Me he sentido la mujer más feliz del mundo y la más desgraciada. Ella ha sido la luz de mi vida y a la vez la terrible oscuridad. Lo ha sido todo y lo ha sido nada.

¿Por qué? Porque yo no era libre, ni ella tampoco.

Lo mejor es que comience desde el principio, desde el primera día que la vi, la conocí y me la presentaron. La verdad es que ahora, pasado tanto tiempo, me pongo a pensarlo y lo cierto es que desde ese día, todo lo que yo era, todo lo que yo tenía, todo lo que me rodeaba, sencillamente se truncó.

Era un muy caluroso veinticinco de marzo de 1999; lo recuerdo perfectamente como si fuera a penas unos días. No olvidaré jamás esa fecha, la tengo grabada a fuego en mi mente.

Estoy en una gran y amplia oficina en lo alto de uno de los edificios más innovadores y modernos de Miami. Sostengo en mi mano una bendita y fría copa con champagne y veo desde la distancia como Michel Doinel habla animadamente con un pequeño grupo de personas. Está con sus nuevos compañeros de trabajo; pues hace poco que forma parte del equipo y probablemente se preguntan, ¿qué diablos pinto yo en esa escena? Pues bien, el motivo es que la empresa para la cuál Michel trabaja desde hace muy poco tiempo cumple quince años de su fundación y están de celebración por ello. Han invitado a todos los trabajadores a una especie de fiesta con catering y los ha invitado a ir con sus parejas, y ahí es donde entro yo.

Estoy casada con Michel desde hace cinco años y soy feliz porque es cierto, no voy a mentirles.

Michel se dedica al mundo de las finanzas y es muy bueno en su trabajo, tanto es así que vinieron expresamente a buscarlo desde Miami a New York dónde antes vivíamos para contratarlo. Se pueden imaginar que el cambio ha sido considerable, pues New York es una ciudad bastante fría y básicamente de mucha de mucha construcción y ruido de lado a lado, lo contrario de Miami que es tropical y muy caliente. Pero, en fin, tiene aeropuerto y eso me va genial para lo que me dedico que es... Bueno, ya se los contaré. Ahora mismo eso no tiene importancia.

El caso es que él está hablando con tres o cuatro compañeros y yo de manera voluntaria me encuentro algo desplazada en un pequeño rincón de esa inmensa oficina llena de mesas y enormes pantallas de computador. Lo miro y le sonrío levemente, guiñándome él un ojo en señal de complicidad. Sabe perfectamente que ser carismática con la gente no es uno de mis fuertes y que estoy haciendo un gran esfuerzo por el simple hecho de estar ahí. Que no conozco a nadie es evidente porque como lo digo, estoy sola y de pie en ese rincón igual que un jodido ficus. Menos mal que por lo menos el camarero pasa de vez en cuando para ofrecerme una copa con champagne e hidratarme. Ese es el único contacto que tengo con alguien en esa sala repleta de gente.

Veo las mujeres de los compañeros de Michel y está claro que entre ellas se conocen, pues hay varios corrillos esparcidos por toda la sala. He notado que más de una me ha repasado de arriba a abajo, un escaneo total y descarado sin ningún tipo de pudor. Bueno, no esperaba menos en una ciudad tan chic y sofisticada como se está convirtiendo Miami. Luego las he visto cuchichear y reír fuertemente como si fueran las mejores amigas ellas. Puedo imaginar cómo luego al darse las espaldas se pueden odiar y criticar hasta la saciedad. Tan clásico.

Bebo de mi copa y la termino justo cuando pasa de nuevo el camarero para ofrecerme otra.

—No, gracias. —Le respondo con una sonrisa, pues ya empiezo a notarse algo mareada y no quiero dar mala impresión el primer día que me presento en sociedad con los compañeros de Michel.

En Mi Siguiente Vida (Marcetty)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora