Al llegar a casa esa noche, la noche de la barbacoa, Michel me preguntó porqué había cambiado de opinión, porqué había querido quedar de nuevo con Armando y Beatriz si horas antes de ir allá, tan claro le había dejado que sería la última, la última "cita" con sus compañeros, a los cuales tal y como también se encargó recordarme cómo textualmente dije que me aborrecían. ¿Qué responder a eso?
Pues no me acuerdo bien qué respondí. Ha pasado mucho tiempo, la verdad; pero soy una mujer, así que probablemente le engatusaría con cualquier pretexto. Si no lo recuerdo es porque no me resultaría muy difícil, eso está claro.
El caso es que esperé pacientemente a que esa semana transcurriera. No voy a decirles que estaba ansiosa o nerviosa por esa cena, o que se me hizo eterna la semana. Pero debo admitir que al ir acercándose ese domingo, sí que mi mente se vio invadida poco a poco por pensamientos o imágenes de aquella fascinante Beatriz Mendoza. Tenía ganas de verla, de estar con ella, de saber de ella. No sé cómo explicarlo, supongo que tenía el presentimiento de que íbamos a ser grandes amigas, y estaba ilusionada por ello.
Ahora viéndolo desde la lejanía, creo que me engañaba a mí misma, pues creo sencillamente que Beatriz comenzaba a gustarme. Así de simple.
Me he puesto un vestido de verano, sencillo y cómodo. No he querido arreglarme más de la cuenta ni potenciarme, porque soy consciente que puedo acicalarme mucho más. No es prepotencia. Pero no quiero tampoco pecar de modesta, sé que puedo y no lo hago. Elijo esa vestimenta porque es una cena; una cena con una nueva pareja de amigos para ver un partido de baloncesto, y tampoco me parece apropiado ir vestida como si fuera a recoger un Óscar a la mejor actriz de revelación. Y digo actriz de manera muy consciente porque en eso me convertiría en un futuro: en una jodida actriz delante de mi marido.
—Está delicioso, Beatriz. —Le digo nada más al probar el primer bocado.
—¡Gracias!, pero no es para tanto. —Responde acompañada de una bellísima sonrisa de las suyas.
—¿No es para tanto? Repito: está buenísimo, Beatriz. —Insisto en ello porque tengo la necesidad de... ¿piropearla?
Los cuatro estamos ya cenando, y Beatriz nos ha preparado un surtido de platos totalmente vegetarianos. Yo estoy sentada al lado de Michel y enfrente están ellos dos. Antes de cenar nos han enseñado su casa —que tengo que decirles que es grande y muy acogedora, además de que tienen un pequeño jardín trasero como una especie de balancín para sentarse en las noches de verano, según me había informado la morena con gran entusiasmo—.
Toda la cena va regada con una excelente botella de vino blanco que hemos llevado Michel y yo. Los chicos se tiran buena parte de la velada hablando de trabajo. Hablan a más no poder de su jefe, que por lo visto es una sátira sin sentimientos. He de decirles un detalle que no les he comentado antes, y es que Armando tiene un cargo un poco más superior que Michel. No es su jefe directo, pero sí una especie de supervisor. Lo cierto es que se llevan perfectamente, han congeniado de gran manera; lo mismo que yo con su mujer.
No puedo dejar de mirarla a los ojos mientras ellos dos siguen conversando de su jefe. Durante la cena ella y yo sólo hemos cruzado cuatro palabras tontas sobre el tiempo que hace y las magníficas propiedades nutritivas que tienen las alcachofas y la remolacha. Pero estoy deseando que el partido comience de una maldita vez, y así poder quedarme a solas con ella. Por un momento este pensamiento me descoloca interiormente.
"¡Santa mierda, Marcela! ¿Qué diablos piensas?"
Pero es así. Quiero que el partido comience. Quiero ser la total atención de Beatriz.
Deseo cumplido. Ellos dos delante la televisión, atentos como si de dos niños viendo los Power Rangers se tratase, sin perderse detalle alguno. Parece que se van a tragar la pantalla. Ella y yo en la cocina, la he ayudado a recoger un poco, pero no ha querido fregar los platos, pues argumenta que soy su invitada y que nos vamos a tomar una copa en el jardín de inmediato, y a charlar cosas de chicas.
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En Mi Siguiente Vida (Marcetty)
Fanfiction❝-¿Por qué pones esa cara? ¿No me crees? ¿No crees que hay un amor para cada persona? ¿Tu alma gemela? ¿Tu media naranja? Esas cosas, ya sabes...❞ La vida es impredecible. Los acontecimientos son a veces desconcertantes, pone las pruebas más duras p...