XIX

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Absolutamente casi todas las bodas son iguales, ¿cierto o no? La mía con Michel hace cinco años también lo fue. Bueno, hay que reconocer que alguna vez hay alguna boda original de estas que todo el mundo tiene que ir disfrazado de medievales o de estas que se celebran bajo el mar, pero estas no abundan demasiado, no vamos a negarlo.

Pero la boda de Aura María y Jorge ha sido la típica boda convencional, con tonterías y payasadas de parte de Aura María, pero convencional. La parte seria, la religiosa, la del cura y todo eso ha ido bien, sin problemas. Yo la verdad no he estado muy atenta a lo que ese hombre vestido de riguroso negro decía, pues he tenido mis ojos clavados en ella todo el rato. Beatriz se encontraba sentada junto a su marido, un banco por delante de mí. Podía ver su perfecta espalda, su maravilloso cabello negro, podía ver cómo Armando intentaba tomarla de la mano de vez en cuando y cómo Beatriz lo evitaba.

He de confesar que en esos momentos, el ver cómo Beatriz rechazaba sutilmente la mano de su marido, una sonrisa salía de mis labios con un punto de soberbia. El caso es que los novios están con el fotógrafo profesional haciéndose cientos de fotos para el reportaje de su boda por los increíbles jardines con los que cuenta el hotel que han escogido para el festejo. Todos los invitados nos encontramos haciendo el aperitivo mientras esperamos pacientemente la hora de comer. No he podido acercarme a Beatriz en ningún momento. Bueno, rectifico. No he podido estar a solas con Beatriz en ningún momento. Siempre rodeadas de una u otra. Siempre. Nos hemos ido mirando todo el rato, nos hemos casi gastado con la mirada. A veces coincidíamos, a veces me pillaba ella a mí mirándola, a veces yo a ella, pero ni una sola palabra. Ni una. Estoy perdida y confusa.

Por un instante me separo del super grupo de amigas de Aura María, que incluía a Beatriz. Voy hacia la barra a pedir algo. Tengo sed o puede que no, pero viendo el día tan largo que se me va hacer, prefiero ir medio borracha desde el principio. Michel se encuentra en la parte de chicos, habla con una cerveza en la mano junto a Armando y otros tantos.

Me encuentro en la barra para pedir. Por un segundo medito si me pido algo flojito sin mucha graduación, tipo Martini, o por el contrario me pido algo fuerte.

¡Qué diablos!

—Póngame un vodka seco, sin hielo, por favor. Sólo vodka. —Le pido al camarero, y que no puede evitar mirarme en plan "esta es la alcohólica de la familia".

Supongo que si yo en mi trabajo descifro "rápido" a los pasajeros, él hace lo mismo con los invitados borrachos. Cada uno su especialidad.

Noto una presencia tras de mí mientras espero al camarero.

"¿Es ella? ¿Es mi Beatriz que ha venido en busca mía?"

Me giro para mirar y casi me caigo del lugar: es Armando y viene solo.

Mierda.

Presiento que no voy a pasar un buen rato. Ojalá pudiera rectificar y pedirle al camarero "un vodka doble sin hielo" para pasar ese momento.

—Hola, Marcela. —Me nombra con una sonrisa tímida.

—Hey, Armando. Hola. —Actúo como si me agradara verlo. Echo un rápido vistazo para ver si Beatriz nos mira, y efectivamente, nos está viendo.

—Estás guapísima, ¿sabes? —Me piropea y con eso no puedo evitar pensar que algo quiere.

—Gracias. Tú también estás muy guapo, Armando. —Le respondo mintiendo, por supuesto.

—Tú y yo nunca charlamos a solas, Marcela. ¿Todo bien?

"¿Todo bien?" ¡Mis ovarios el "todo bien"! ¡Todo mal! ¡Todo cien por ciento mal!

En Mi Siguiente Vida (Marcetty)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora