XI

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"Buenos días. ¿Sabes qué? Estoy contando los minutos que me faltan para reencontrarme con mis amados ojos verdes"

Adivinan quién ha sido, ¿verdad?

Es sábado por la mañana, acabo de abrir los ojos en mi casa, acabo de despertar y nada más al tomar el teléfono es lo primero que leo. Lo cierto es que desde el miércoles por la noche, desde que yo le escribí un SMS en aquel club de ambiente, no hemos parado de "textear" continuamente. Y cada vez ha sido más. Cada vez han sus más intensos y ojalá más sinceros. Lo míos sí, los míos por lo menos lo son.

Creo que Beatriz es una de esas personas que yo clasifico como diesel. Creo que es de ese tipo de personas que empiezan despacio, sin correr, sin tomar mucha velocidad, pero una vez que lo hacen, no tienen fin, se comen la carretera. Qué equivocada estaba. Qué corta me quedé con mi suposicion, pues Beatriz no resultaría el "diesel. Ella sería una todo terreno.

"Me encanta despertarme así, mi princesa rosa. Me muero por verte esta noche"

Le respondo yo sin poder evitar mostrar una sonrisa de complicidad, una sonrisa tonta de enamoramiento que obviamente no pasa desapercibida para Michel que acaba de entrar en la cocina.

—¿De qué te ríes? ¿A quién escribes? —Me pregunta distraído mientras se sirve en una taza algo de café caliente para desayunar.

—Con Paula, que está loca. Tonterías de ellas, ya sabes. —Le dejo caer.

Mi casa poco a poco se está transformando en un
vertedero de mentiras y engaños. Sólo hay una persona responsable de llenarlo de mierda hasta la bandera.

—¿Ya reservaste en el restaurante, Marcela? —Me dice ahora, pues ha quedado totalmente convencido de mi anterior respuesta.

—Sí, he reservado en un vegetaniano que queda detrás del Ayuntamiento. —Le informo mientras dejo el celular sobre la mesa.

Veo cómo arruga la nariz. No le ha gustado mucho la idea.

—¡Oh, por favor! ¿Otra vez a comer pasti? —Refunfuña.

—¡Sí, Michel! —Reacciono yo —Beatriz es vegetariana,¿recuerdas? No querrás llevarla a un asador Argentino. —Le recrimino.

—¡No! Pero podríamos ir a un Italiano y que se pida una ensaladita verde, ¡qué sé yo! —Propone desesperado.

Yo lo miro con dureza sin poder evitarlo. Sé que Beatriz es vegetariana y como hemos estado hablando por mensaje durante estos últimos tres días, sé que le apetece ir a ese restaurante vegetariano en concreto, y si a ella le apetece, a mí me apetece. Sólo deseo complacerla. Nada más.

—¡Mira, Michel, pues llama tú y cancela el lugar y te buscas la vida para ir a otro! —Le escupo con crueldad.

Él me mira un poco confuso. No comprende porqué me pongo de esa manera, me imagino que le parece un poco desproporcionada mi reacción.

—Está bien, Marcela. Tranquila, por favor. Iremos al vegetariano, ¿sí? No te pongas así, era sólo un comentario.

Ahora me sabe mal. Mierda, no me estoy portando nada bien con él, pero el complacer a Beatriz me ha podido más.

—Perdona, Michel, no quería ponerme así. Disculpa.

Yo estoy apoyada sobre la encimera y observo cómo él se acerca hacia mí. Deja su taza en la encimera y me rodea con sus brazos. Me siento atrapada, me asfixia. Veo en sus ojos que quiere hacerlo, pero yo no lo deseo.

—Si quieres que te perdone, cariño, tendrás que hacer algo más que pedirme una disculpa verbal. —Bromea mientras comienza a besarme el cuello cerca de mi oreja. Él sabe que eso me pone muchísimo, pero yo no estoy por la labor, no lo estoy.

En Mi Siguiente Vida (Marcetty)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora