XXIV

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Hoy es veintisiete de junio.

Hoy cumplo veintinueve años y estoy pasando uno de los momentos más complicados de mi vida. Más complicado que incluso yo misma.

Desde el jueves, desde que Beatriz se marchó de mi casa sin tan siquiera darme un beso de despedida, no he dejado de pensar en ella un solo minuto. No la he visto, no ha dado señales de vida, no sé nada de ella. Tengo cada minuto y cada hora de esas 48 horas marcadas en mi pecho por culpa de su ausencia.

No me dejan respirar tranquila, no me dejan dormir en paz, no me dejan comer con apetito, no me dejan hacer mi vida en general. Tengo la conciencia mal. Además no paro de darle vueltas y vueltas y más vueltas a cómo voy hablar con Michel.

¿Qué voy a decirle? ¿Cómo se plantea algo así? ¿Qué se le dice a alguien que cree que lo tiene todo? Él no se lo espera, lo voy a romper en mil pedazos. Michel está convencido de que yo no me acuesto con él desde hace días porque estoy en una de "esas rachas" de las que le hablé cuando me contó que Armando tenía sospechas sobre Beatriz. Para nada cree que es porque no le deseo, ignora por completo que me he enamorado de otra persona, ignora el hecho de que no lo quiero como lo quería.

Soy consciente de que Michel se va a convertir en un juguete roto y esto es algo que también me atormenta, por supuesto. Él no es un juguete y esto no es un juego. Sin embargo, tengo la sensación de que yo no he parado de jugar.

Curioso, ¿verdad?

Son las nueve de la noche de ese sábado veintisiete de junio y me encuentro en la terraza de un centro comercial junto a Alessandra. Ambas estamos tomando un refresco, y "haciendo tiempo" para luego asistir a mi propia fiesta sorpresa de cumpleaños.

Finalmente no sé quién asistirá, y la verdad es que me da igual, a mí solo me gustaría que asistiera ella, mi Betty. Aunque ya no estoy segura de que vaya a ir, de que le apetezca verme. ¿Estará enfadada? Puede que sí, puede que no, no lo sé.

Mierda, la he tratado poco menos que a una zorra. ¡Es que soy estúpida!

No me besó al irse. Ese detalle me jodió muchísimo porque aún sabiendo que no merecía ese beso conciliador, mantenía la esperanza de que en el último momento me lo regalara, y no fue así. No, qué va. Beatriz sí es una mujer con orgullo y principios. Aún mantiene orgullo aunque yo le haya aplastado la mitad de él.

Tampoco sé si finalmente Paula y Beatriz se han conocido en persona, si pudieron cuadrar sus agendas o quedar en algún momento, pues de Paula no he sabido nada, cero por completo. Lo único que sé de buena tinta es que Alessandra parece la encargada de entretenerme hasta la hora indicada, es a quien le ha tocado alejarme del perímetro de mi casa. Que sea ella me ha caído bastante bien, siempre estoy bien con mi gran amiga Alessandra, pues me divierte y entretiene, que es lo que me hace falta estos días. Lo malo de que sea ella y no otra persona, es que no acaba de comprender que yo ya sé que tengo mi fiesta sorpresa, que ya sé que está preparada y totalmente planeada.

—¿A qué hora hay que ir? —Insisto de nuevo.

—Pero, ¿ir a dónde, Marcela? —Me contesta haciéndose totalmente la loca mirando a la gente pasar.

Por segunda vez la miro con mis cejas bien alzadas mostrando incredulidad total. Es la segunda vez que le he preguntado y la primera se ha hecho la completa sorda. Sorda y loca en ese orden ha sido. ¿De verdad no sabe que soy cómplice de mi fiesta? ¡Si estaba conmigo cuando Paula le habló por teléfono a Beatriz! ¿En qué planeta vive?

—A mi casa, Alessandra. ¿A qué hora tenemos que ir? ¿A las diez, a las once? —Pruebo a decir mientras divago con mi cabeza.

—¿A tu casa? ¿Para qué? Es que, Marcela, no sé de qué diablos me estás hablando. ¿Es porque te aburro? ¿Quieres marcharte? —Cuestiona sin mucho interés.

En Mi Siguiente Vida (Marcetty)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora