XXVI

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Mi cara es un poema y mira que me he maquillado más de lo normal. Nada de maquillaje ligero, llevo dos capas. He pasado por plancha y pintura en el baño de mi casa antes de venir.

Es martes y nuevamente no he dormido nada. Puede que tres horas, y de estas tres horas, la mitad han sido unas pesadillas horribles que paso hasta de comentar. Y para acabar más, en cuanto comenzaba a conciliar el sueño, resulta que el despertador ha sonado.

Me he levantado mal, no me encuentro bien. Siento que tengo el estómago revuelto. He sido incapaz de tomar un café y mira que me hacía falta porque es increíblemente temprano.

Son las cinco y medio de la madrugada o de la mañana, como quieran llamarle. Me encuentro a bordo del avión que volará hacia Seattle.

Previamente he pasado por la oficina de American Airlines a buscar mi acreditación y allí me he enterado que en la tripulación de este primer vuelo viene Paula. No me ha hecho mucha gracia, la verdad. Y es que no estamos en el mejor momento de nuestra amistad, pero, bueno. También he visto que, de hecho, no viajará los siete días conmigo, sino dos. Luego ella tomará otro vuelo y viajará conmigo Selena, otra compañera.

El caso es que la latina aún no ha llegado. No ha subido al avión al igual que los pasajeros, pues se embarca a las seis y media, pero yo estoy ultimando detalles.

Estoy a solas, tranquila, inventariando todo lo que hay en el pequeño almacén, preparando el jodido carrito de las bebidas, comprobando los cinturones de seguridad, dejando en cada respaldo de asiento las revistas de la compañía, etcétera.

Estoy totalmente en mi burbuja.

Procuro estar entretenida y no pensar mucho en Beatriz, aunque es complicado.

Ayer, lunes, por la tarde, volví a intentarlo y tampoco pude localizarla. Lo que más me enoja es que ya ni me da tono. Es como si la muy desgraciada hubiese tirado el teléfono, pues sólo se escucha la jodida voz robótica indicando que el móvil está apagado o fuera de servicio.

—Buenos días. —Oigo por parte de Paula. Ya ha llegado.

No lo ha dicho muy convencida, ha sido un "buenos días" bastante frío y con poco énfasis.

—Hola, Paula. —Le respondo bastante seria yo también.

—¿Qué estás haciendo? —Se interesa sin muchas ganas, pero ella es consciente que algo ha de hacer, pues para eso nos pagan.

—Colocando las revistas, ¿no lo ves? —Le contesto cortante, con tres kilos de revistas en mis manos. No le ha gustado mi respuesta ni mi tono. Si no es porque en realidad soy su mejor amiga, estoy segura que me habría soltado rápidamente cualquier grosería, pero se ha mordido la lengua.

—Dame unas pocas. Empiezo por la cola. —Me dice a la vez que alarga su mano para que yo le pase unas cuantas.

Se las doy de mala gana y observo cómo ella se va a la otra punta del avión sin decir un "gracias".

Ambas en silencio lo vamos haciendo, sin hablar. Las dos calladas. Está claro que no tenemos un buen ambiente. En otra ocasión estaríamos hablando, riendo o criticando sin parar de cualquier cosa y, sin embargo, estamos cada una en una punta colocando los panfletos de mierda como dos compañeras que no se llevan bien.

Finalmente, y en silencio, poco a poco nos hemos encontrado a mitad de camino, y yo no puedo más. Necesito hablarle porque no voy a soportar estar así todo el viaje.

—Oye, Paula, ¿qué te pasa? —Le pregunto directa.

—¿Que qué me pasa, Marcela? ¿Qué te pasa a ti? —Me devuelve la pregunta, pero además acompañado de un pequeno empujón en mi hombro con su dedo índice. La noto bastante molesta y ya me es extraño.

En Mi Siguiente Vida (Marcetty)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora