Cap 22: Miedo

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-¿Vas a ir a trabajar?- murmuró el pelinegro estirándose aún en la cama mientras veía como el castaño corría de un lado a otro cepillándose el cabello y buscando ropa.

-Necesito ir a trabajar, estos últimos días las medicinas de mi abuela subieron de precio y necesito más... -se interrumpió el castaño al darse cuenta a sus palabras.

-Will, te he dicho que no es necesario que me ocultes nada. Sabes que con el dinero no hay problema, yo puedo ayudarte.- habló el mayor mirando detenidamente al castaño.

-No hace falta, sabes que me gusta pagar mis propias cosas. Mi esfuerzo no será en vano.- el castaño brindó una cálida sonrisa a su novio. -Confía en mi, aún puedo aguantar esto... ¿Está bien?- preguntó mirando tiernamente la cara de derrota del pelinegro.

-Esta bien, cariño.- suspiró -Pero no dudes en decirme lo que necesitas, estoy aquí para ti siempre que te haga falta.-

-No dudaré, tranquilo.- diciendo aquello el castaño se acercó al pelinegro para plantarle un dulce beso en la frente -Nos vemos luego.-

-Nos vemos luego.- habló el pelinegro al escuchar como la puerta principal se cerraba indicando que el castaño se había ido.

Con gran pereza decidió levantarse de la cama, a pesar de que aún no eran las ocho de la mañana tenía demasiada hambre y siempre su hambre era más grande que su pereza. Al separarse de las mantas un gran escalofrío recorrió todo su cuerpo, era normal ya que el otoño yacía a la vuelta de la esquina, la época más interesante del año, o eso pensaba el pelinegro, ver las hojas caer pensado que todo terminaría allí, sin vida o esperanza, pero vuelven a surgir con el tiempo en la hermosa primavera.

El pelinegro se encontraba completamente despierto pero su mente estaba levemente dormida, con pasos lentos camino hacia la cocina en busca de comida, aún así no había nada en el refrigerador además de un limón seco, y aquello solo significaba que debía hacer compras.

-Mejor iré a cambiarme para comprar.- habló el moreno para él mismo mientras caminaba hacía su habitación, pero regreso a la cocina para tomar un café y seguir su “maravilloso” día.

[...]

El supermercado se encontraba casi lleno a pesar de ser temprano, y aquello era sorprendente pues nadie se levanta un sábado a las ocho de la mañana solo para hacer las compras, o sí fuese alguien hambriento como el pelinegro. Caminaba con pasos lentos mientras leía las etiquetas de la comida que compraba, hacer eso no era típico de él, pero Will era alérgico a los alimentos con pasas y nueces, por ello desde que empezó a convivir con el menor leía cada empaqué de comida que compraba.

Mientras se dirigía a la sección de carnes vio como muchas personas iban acompañadas, y se sentía demasiado celoso de aquello, si tan solo el castaño no hubiera ido a su trabajo estarían haciendo las compras juntos, quizá peleando por que comprar o no. Aquello simplemente imaginarlo le hacía reír, pues algún día irían de compras al supermercado juntos, prepararían el desayuno mientras bailan o cantan, tal vez se mudarían a su propio hogar, y podrían vivir sin muchas preocupaciones, solo ellos dos cuidándose mutuamente. Tan solo pensarlo su corazón latía fuertemente.

Había aprendido cada pequeña cosa de su novio. Escuchaba cada palabra de él. Cuidaba cada parte de él. Amaba completamente cada parte de él. Simplemente era su pasatiempo favorito, era cómo el calor en el invierno, uno que protegería cada día mientras viva.

-Hey, disculpe- escuchó el pelinegro detrás suyo.

-¿Si?- preguntó confundido.

-¿Va a comprar esa chuleta de cerdo?- habló una mujer de cabellera rubia y ojos verde avellana la cuál iba acompañada de dos niñas, ambas con el cabello rubio pero con ojos negros. La mujer señalaba la carne empaquetada que el pelinegro traía en manos.

𝐓𝐮 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñí𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora