Capítulo 22 (temporada 2)

1.3K 74 11
                                    

- ¿Quien soy? - una reconocida voz aguda preguntó detrás de mí.

- Abby - me iré increíblemente sorprendida.

Ella no iba a la mi misma universidad. Había empezado los estudios en la West, que estaba a las afueras de la ciudad. Abrí los ojos antes de preguntarle.

- Qué mierdas haces aquí - reí.

- Wow, gracias por ese recibimiento - negó la cabeza, sarcástica - Me han trasladado aquí, porque ubo algún problema con dos de mis materias, y aquí la carrera está completa, así que... Sorpresa.

- ¿Qué problemas? - dije encuriosida.

- Pues no lo sé, ni si quiera le escuché hablar - murmuró mirándose sus uñas - pero lo más importante de todo es que estoy aquí... contigo - me dio un leve empujón y ambas reímos.

Unos minutos más tarde, James volvió a unirse a nosotras, y saludó a Abby con un abrazo. James parecía estar absolutamente siempre de buen humor... y eso me molestaba - aunque tuviera que ser lo contrario -.

****

Después de ese día, todo pareció ir bastante bien. Seguía saltándome muchos días de clase, pero sencillamente no me apetecía ir. Abby estaba muy feliz en la universidad, porque tenía un enamoramiento fugaz cada diez minutos con chicos del curso superior. Ella era jodidamente feliz, para que mentir. Y los chicos sin duda también, porque ese rubia de metro setenta con ojos verdosos hacía retroceder hasta el capitán del equipo de fútbol.

Abby y James parecían llevarse bien, sin duda, así que no me importaba salir con ellos dos. James... James no era Luke. Y no podía dejar de compararlo, simplemente mi corazón lo hacía a base de impulsos. Los besos... creo que jamás volvería a encontrar unos labios como los de Luke.

Una tarde, decidí dar un paseo. Cogí mi chaqueta negra, los auriculares y salí a la calle, en dirección al parque. Dejé sonar la lista de reproducción de todas mis canciones favoritas, desde Pierce the Veil hasta Fall Out Boy. 

El suave aire me hacía sentir algo mejor, mientras caminaba. Era pleno febrero, así que el frío era algo común. Aún así, no sentía nada más que los golpes de aire chocar con mi cara, agradables. Llegué hasta el parque y en uno de esos bancos de madera cubiera me senté. Observaba la gente. Me gustaba observar. Veía los niños reír, como si nada les preocupara, y me reí internamente.

- Ojalá pudiera volver a mi niñez - cerré mis manos, apagándome nuevamente.

Seguí mirando todo aquello, padres, madres, ancianos, y parejas acarameladas hasta no poder más. Arrugué la nariz, indignada, y girando la cabeza para no tragar más esa escena.

Unos pequeños golpes constantes rozaron mi pierna. Sentí un calor en mis tobillos y me incorporé para ver.

Era un perro, un cachorro. Se veía triste, pero aún así quería jugar. Me agaché hasta él y planté mi culo al suelo, para sentarme a su altura.

- ¿Y tus dueños? - acaricié su cabeza.

Pude darme cuenta de que no tenía collar. Su aspecto algo descuidado decía que probablemente fuera un perro abandonado. No me entró en la cabeza, y me asqueé por el responsable de haber hecho eso. No tenía más de cuatro meses, y se veía vulnerable.

- Así que está solo... - torcí la boca - como yo.

El perro inclinó la cabeza, mirándome con insistencia.

- Se que no estoy sóla - reí suavemente - no me mires así, pequeño. Pero... me siento como tal. Y créeme que es algo que odio.

Se acomodó en mis piernas, y dando un par de golpes con las piernas para acomodarse, se apoyó en ellas, descansando todo su cuerpo. Pasé la mano a lo largo de su espalda un par de veces.

Amnesia (Luke Hemmings y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora