CAP 17: "Una pata vendada"

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Hola gente bonita, espero se encuentren súper bien. Siguiente capítulo algo corto porque estoy en finales y ando súper ocupada y estresada más que nada, lamento dejarlos con la duda, actualizare cada que pueda y si termino mis proyectos actualizare dos veces por dos semanas los capítulos completos.

Cuídense mucho y gracias de antemano por leer. Ojala les guste.


La luz del sol comenzó a calarme en los ojos, obligándome a abrirlos, me senté en la cama y después de unos segundos me pude acostumbrar al brillo, ya no estaba en la estancia, era una habitación pintada de blanco y verde azulado, muebles viejos de madera oscura y una cenefa de toques plateados, se sentía acogedor estar ahí, me estire un poco y fue cuando me di cuenta que estaba desnuda, busque con mi vista algo de ropa pero no veía nada. Dos toques a la puerta me hicieron reaccionar y cubrirme con la sabana y una almohada, saque la cara de sorpresa cuando Ted entro a la habitación cerrando detrás de él la puerta, se había bañado y traía ropa para mí.

T: Buenos días lobita, ¿Cómo te sientes?

Camina hacia la cama y se sienta frente a mí dejando un beso en la frente que inconscientemente me hace sonreír.

S: Agotada, pesada, pero bien. –Dije con la voz rasposa por mi reciente despertar.

T: Me imagine, la tía Euphemia me dijo que te trajese aquí anoche para que descansaras, te traje la ropa que empacaste para que te cambies, los demás aún no se levantan así que cámbiate y vámonos a caminar.

S: Vale, pero voltéate.

T: A tus órdenes. –Dejo la ropa frente a mí y se dirigió a un rincón de la habitación, me dio una última sonrisa y se volteo a mirar a la pared.

S: ¿No gruñí mucho anoche? –Pregunto con cierta pizca de gracia mientras me visto.

T: Esta vez no, pero lloraste un par de veces por la noche. Me quede aquí contigo hasta que comenzaste a transformarte de nuevo, después me fui a dormir a la estancia.

S: Te hubieses quedado, solo me tapabas y ya.

Teddy río por lo bajo ante mi comentario, se quedó callado unos minutos, tomo una bocanada de aire para después dejarla salir en un suspiro y poder hablar.

T: Se cuánto te avergüenza tu cuerpo, no quería que te sintieses incomoda.

Ya había terminado de vestirme, me puse una camiseta de manga larga color amarillo, una pantalonera, sudadera y chaqueta negras, junto con un gorrito amarillo y me amarre el cabello a forma de no despeinarme tan fácilmente, pues ya sabía lo que se venía. Camine hacia mi hermano y lo abrace por detrás, sentí cuando se sobresaltó por mi repentina muestra de afecto, cuando paso su sorpresa paso sus brazos hacia atrás como intentando devolverme el abrazo y entrelazo sus dedos en mi espalda. Era mi hermano y me respetaba en todo momento, situación y lugar, sabia de mis inseguridades y de a poco intentaba ayudarme a superarlas, como ya lo he dicho en otras incontables ocasiones, no vivía sin él, era mi única familia.

Me separe de él y cuando se giró hacia mi le regale una sonrisa amable y de agradecimiento. –A la próxima, me dejas en el suelo y me cubres con una sábana y tú te quedas con la cama.

T: Me agrada ese plan. –Reímos y me sentí en calma, me sentí completa, claro, era mi mellizo, mi otra mitad, que medias naranjas ni que nada, para mí era Ted y ningún otro (no le digan eso a papá).

T: Hay que curar esa herida. –Ni si quiera me acordaba de la herida de mi mano.

Salimos de la habitación, caminamos por el pasillo y me fije que estaba pintado de un azul que hacia contraste con el color de la habitación en la que habíamos estado, con la cenefa plateada igualmente y las puertas blancas le daban un aire de primavera. Después de pasar unas 7 habitaciones llegamos  a las escaleras en forma de caracol, el color azul de las paredes iba cambiando, al final de las escaleras estábamos en un pequeño corredor que daba a la estancia, a la cocina y había otras 3 puertas igualmente, fuimos a la cocina y había un kit de primeros auxilios sobre la mesa, Ted abrió una silla para que me sentase y el la rodeo sentándose en otra, tomo el kit y comenzó a curarme. Me sorprendió que en ningún momento levanto la vista hacia mí, como lo hacía con cuidado y la forma en que me levantaba el brazo o la mano, me recordó a anoche las caricias de papá y James, me procuraban como si me fuese a quebrar, como si fuese delicada como el cristal. Un silencio sepulcral se instaló en la cocina, ni un soplo del aire, nada se escuchaba.

T: Lo siento. –Susurro mi hermano bajando aún más la cabeza, dejándome ver como su cabello tomaba un color lila, sentía culpa por mi herida cuando yo le había pedido que lo hiciese.

RECUERDO
A mitad del camino el dolor ya había llegado a mis piernas, caí soltando un pequeño quejido, mi hermano sin pensarlo dos veces me cargo y siguió caminando sin decir palabra alguna, su cabello y ojos eran una mezcla de gris y morado, daba gracias a la madre naturaleza que no nos dio el poder de sentir lo que el otro sentía, no sé si mi hermanito soportaría todo el dolor que yo experimentaba cada mes.
(Por telepatía). S: Ted.
(Por telepatía) T: ¿Qué pasa leona?
(Por telepatía) S: Con la aguja me vas a pinchar la mano 5 veces a modo que sangre, después se lo vas a hacer a papá.
(Por telepatía) T: ¿Qué? No ¿Por qué?
(Por telepatía) S: Si combinamos mi ADN con el suyo hay menos probabilidad de que se transforme.
(Por telepatía) T: ¿No hay otra forma?
(Por telepatía) S: A menos que tengas todo para hacer una transfusión de sangre, no. Aparte, no podré sentir más dolor, por eso tú no te preocupes.
(Por telepatía) T: Esta bien. ¿Y estas segura de que funcionara?
(Por telepatía) S: No, pero para ganar hay que perder.
Llegamos a un claro en donde daría perfecto la luz de la luna, Teddy me bajo, me sentó en una roca más o menos plana y me quito los zapatos, junto con los calcetines y mi cinturón.
FIN DEL RECUERDO

Con mi otra mano le acaricie el cabello. –Te amo Teddy. –Susurre bajando mi cabeza para que pudiese escucharme con claridad.

Guardo todo en el kit de nuevo, le agradecí calmando su culpa un poco y fuimos a tomar dos escobas de la estancia para salir a pasear un rato, yo tome la de Sirius y Ted tomo la de papá.

Al cruzar por la puerta principal sentí una brisa helada que me hizo temblar por el calor que había dentro de la casa, estaba muy acogedora y nunca me percate, hasta que me golpeo ese viento helado de otoño, calculo que no eran más de las 10 de la mañana. Caminamos unos metros frente a la casa y alzamos el vuelo, dimos varias vueltas a la casa y después hicimos del bosque alrededor una pista de obstáculos, esquivábamos, girábamos, hacíamos todo para no caer o ser derrumbados por alguna rama. Ted iba frente a mi riéndose de que aún no lo podía rebasar, pero en un momento que se distrajo, gire 180 grados quedando debajo de él y cuando menos lo espero yo iba delante de él, dando una vuelta de 90 grados para que me siguiese, se reía negando con la cabeza.

T: NO LA VAS A TENER FÁCIL AVECILLA.

S: TU TAMPOCO RATÓN.

Reíamos y nos gritábamos de todo tipo de insultos, girábamos en distintas direcciones sin perder el sentido de hacia dónde estaba la casa. Cuando Ted se cansó, subió a la copa de los árboles y yo le seguí, el cielo estaba despejado y ese azul celeste era increíble. Mi hermano se pasaba las manos por el cabello acomodándolo un poco, había quedado completamente despeinado.

S: Parece que un ave hizo su nido en tu cabeza Teddy. –Dije intentando aguantar la risa.

T: Muy graciosa eh Samy.

S: ¡No me digas Samy!

T: Ya ya, era broma tejona. –Me sonrió con burla. –Volvamos ya a casa.

S: TE ESTAS TARDANDO. –Le grite mientras veía como apresuraba el paso para alcanzarme, presentí que lo diría, así que en cuanto abrió la boca yo avance lo más rápido que pude.

T: TRAMPOSA, VUELVE AQUÍ.

Me venía pisando los talones, pero yo tenía una ventaja de varios metros, no me alcanzaría ni aunque el aire lo empujase. Al divisar la casa fui bajando hasta casi tocar el suelo, ladee la escoba y  tome un diente de león del pasto y di vueltas a la casa con mi hermano detrás, subiendo como en una espiral y cuando llegamos al punto más alto de la casa, sople al diente de león y me deje caer estando aun arriba de la escoba, estando a un metro y medio del suelo recupere el equilibrio quedando frente a la puerta principal.

Veo a mi hermano bajar con toda la calma del mundo al ya conocer mis trucos y escapatorias, admito que las primeras veces que lo había hecho casi se desmaya o me mata por que casi le daba un infarto al pobre. Después comenzó a aplaudirme y mirarme con orgullo.

T: Me gusto el toque del diente de león.

S: Al menos esta vez no me caí de la escoba. –Dije y me miro de mala gana, haciendo que levantara las manos rindiéndome, bajamos de las escobas y nos dispusimos a entrar, por la posición del sol, yo diría que ya era medio día.

Un giratiempo, cuatro merodeadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora