Verónica.
Me había enamorado diecisiete años atrás de un par de ojos azules que no pude sacar de mi cabeza una vez me fijé en ellos por primera vez. Esa profundidad que me absorbió y colocó mi mundo de cabeza era la misma que llevaba llenándome el corazón de emoción no solo al ver a mi esposo sino a mis hijos.
Los genes Hamilton habían hecho que mis bebés fuesen una pequeña copia de su padre incluso en aquellas cosas que él tanto odiaba de él, pero que llegó a amar en nuestros hijos.
Era por ese amor que no concebía la idea de que alguno de ellos me ignorara de la forma en que el jovencito de catorce estaba haciendo justo ahora.
Toqué la puerta con la letra J grabada, esperando el permiso del mayor de mis hijos para entrar. Jake no me miró ni siquiera al abrir la puerta y adentrarme en el cochinero que tenía. Ya me había dado por vencida aquí y si mi madre quería seguirle recogiendo sus cosas era su problema, pero yo no lo haría más.
No teníamos a nadie acompañándonos aquí a pesar de mis insistentes ofertas a mi mamá, la cual, prácticamente echó a las tres primeras empleadas que tuvimos hace años, haciendo que Erick les diese una buena bonificación por su tiempo.
«¿Quién mejor que yo para cuidar a mis nietos mientras ustedes no están?» había dicho. Y tanto Erick como yo, sabíamos que era imposible discutir con ella. Le ofrecimos quedarse con nosotros, pero no quiso, siguió rentando el departamento donde vivíamos al llegar a Boston y cada mañana tomaba un taxi de vuelta aquí.
Esa mujer era exasperante.
Quise regalarle un auto y un «no» salió de su boca. En su lugar, ahora pagaba anualmente las clases de meditación que tenía semanal porque era lo único que me aceptaba.
La cama era un desastre, varias camisas limpias estaban echas un nudo juntas en medio del colchón e incluso los zapatos que había usado para jugar ayer estaban sobre la colcha azul marino.
—Jake.
No obtuve respuesta, siguió con sus ojos azules puestos en el televisor mientras sus manos parecían saberse de memoria los botones del control del videojuego que algún día lo iba a volver loco.
Pensé que con los años su amor por ello se iría, pero no ayudaba que videojuego que salía, videojuego que Erick o cualquiera del equipo le compraba. Ni siquiera teníamos que esforzarnos en sus cumpleaños, todo lo que tuviese que ver con computadoras y esas mierdas le gustaban, al punto que tuvimos que ampliar su habitación dos años atrás para pasar su salón de videojuegos de la sala hasta aquí.
—Jake, te estoy hablando. —¿El sonido de las ranas que aparecía en las películas? Seguro lo estaba escuchando ahora—. ¡Jake!
—Ya voy, mamá —se quejó, haciendo una mueca.
Yo no tenía tiempo para estas cosas con la reunión en casa de George encima. Habíamos regresado a Boston luego del juego porque los hermanos de Emma tendrían que viajar a la ciudad por negocios entonces la fiesta de Nicholas se terminaría celebrando en su casa. Un alivio porque había olvidado que el pastel era mi responsabilidad y tuve que convencer a Bailey ayer de que me ayudara a tenerlo listo para la fiesta de mañana.
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OVERTIME (Kings Of The Game #7) SIN EDITAR
Romance[T-E-R-M-I-N-A-D-A] Llegar a la zona de anotación cada vez es más dificil, din importar que tantos deseos tengas de ganar...porque incluso el mejor jugador se cansa en algún punto del juego. 1. Antología de la serie KOTG 2. Kings Of The Game #7. ...