EPILOGO

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Jake

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Jake.

Las risas llenaban el patio de la casa del tío Nick y yo solo quería salir de aquí rápido o acabaría volviéndome loco.

¿Por qué tenía que supervisar a los pequeños idiotas que solo querían molestarme?

Porque eres el mayor.

Jodido Paul por zafarse de ayudarme con su clase de piano. Sabía que había cambiado sus horarios y yo intenté hacer lo mismo con mi entrenamiento de lacrosse. Hasta que mamá se dio cuenta que algo no iba bien en el cronograma en la pared y llamó a mi entrenador.

Ni todas las excusas sirvieron. Ella simplemente canceló mi entrenamiento y me regañó por querer salir cuerdo de esta familia.

—Jake, ven a jugar. —Mis ojos fueron a los niños en una esquina con una baraja de cartas en la mano. Alaia me observó con esos ojos verdes suplicantes que tenían atontados a todos aquí y que siempre le daban pase libre para salirse con la suya.

No conmigo, pequeño monstruo.

—No pienso jugar cartas contigo.

—¿Por? —Se cruzó de brazos, frunciendo su nariz.

—Porque eres una tramposa, pequeño monstruo.

—Eso no es cierto. —Rodé los ojos, viendo como repartía. Su abuelo le había enseñado bien y esa niña sería la reina del póker algún día si seguía practicando así—. Pero tu te lo pierdes.

Reí y quise responder, hasta que mis ojos se fijaron en la niña de cabello castaño sentada debajo de la casa del árbol de los Stevens. Los ojos azules de mi hermana no se apartaban de su cuaderno mientras rayaba la hoja con el color azul en su mano.

—¿Todo bien? —No me miró y cuando giré un poco la cabeza, vi sus mejillas rojas con algunas gotas en ellas—. ¿Estás llorando, mi princesa?

Sacudió la cabeza varias veces, pero sus sollozos comenzaron. Los ojos de mamá se enfocaron en nosotros alarmados, pero ahora fui yo quien sacudió la cabeza, pidiéndole que no viniera.

—¿Quieres un abrazo? —Dudó, pero se recostó en mi pecho, dejando el cuaderno a un lado mientras la abrazaba—. Sabes que te amo, ¿verdad?

—Sí —susurró en medio de algunas lágrimas.

—Y que no me gusta verte así.

—Sí.

—Entonces dime qué tienes. —Comencé a pasar mis dedos por su cabello, enredando algunos en los mechones.

—Las niñas siguen sin querer jugar conmigo. Ellas son malas, Jake.

Malditas niñas del demonio.

Suspiré con pesadez, obligándome a calmarme. Odiaba verla así por esa razón y ya solo quería que se llegara el próximo año rápido para que mis papás pudiesen cambiarla de escuela sin perjudicarla.

OVERTIME (Kings Of The Game #7) SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora