37: Huida.

151 24 0
                                    

Capítulo 37:

Huida. 

GLORIA. 

Me quedé dentro de la casa mirando por la ventana cómo Pablo corría a donde estaba Ela, para después tomarla entre sus brazos y meterse junto con ella al coche, asegurando todo. ¿Cómo sería capaz de dejarlo ir, si no había mejor hombre para mí, ni mejor padre para Ela? Sonreí enternecida al ver la escena de ellos dos juntos, soñando con tenerlos siempre a mi lado. 

Cuando dejé de soñar despierta, sacudí la cabeza para centrarme en lo que debería, hasta que mis ojos se posaron en la escalera que daba a la planta alta. No sé por qué, pero empecé a sentir una sensación algo extraña dentro de mí, y no sabía qué. Miré con detalle la escalera, hasta que mis dudas y la extrañeza comenzaron a aclararse poco a poco, a medida de que los recuerdos llegaban. 

De mis ojos no podían parar las lágrimas, empapándome la cara y el cuello con ellas. Aún estaba bastante cansada y adolorida, pero a como pude me levanté para ya pronto largarme de ese lugar. No había nada mío ahí, por lo que bajé las escaleras con las manos vacías, deteniéndome un momento a mitad del camino, recordando algunos de los momentos bellos que pasé a su lado. Sacudí la cabeza, tratando de no pensar más en él y en su traición, evitándome más dolor del que ya sentía. Seguí bajando con rapidez, procurando no encontrármelo, pero ahí estaba recargado en la puerta viendo a un punto fijo, quise ignorarlo, pero él de inmediato se percató de mi presencia y fue a donde yo estaba. 

— No, Gloria, no te vayas sin antes explicarte todo.

Suéltame, por favor —dije guardando calma.

— Primero escúchame, mi vida.

— No me digas mi vida —hablé entre dientes, conteniendo todo el coraje que sentía.

— Está bien, pero déjame aclararte las cosas, por favor.

— ¡¿Qué cosas, Armando?! ¿Cómo te revolcabas con Lucía en mis narices?

Entiéndeme, me tenías muy descuidado. Además, no me puedes reclamar absolutamente nada, porque ya sabes lo que pasa, ¿No? —habló, cambiando su tono de voz en un segundo. 

Mi cuerpo se tensó, comenzando a sentir miedo. Claro que sabía qué era lo que pasaba cada que me rebelaba, y no quería para nada que volviera a pasar. Pero no podía quedarme un segundo más allí, y sabía perfectamente que ellos no me dejarían ir por la buena. Me armé de valor, tomando todo el coraje que sentía, corriendo hacia el buró en donde había un florero. Por la espalda, me acerqué a Armando y se lo estrellé en la cabeza con todas mis fuerzas, él cayó al suelo y no me tomé la molestia de ver si lo había matado o no. Finalmente, él no había hecho nada por Ela

No sé ni por dónde salí, pero lo hice, huyendo de aquel lugar que solo había traído desgracias. Después de un rato, ahí estaba yo, perdida a mitad de la carretera, con el vestido hecho un desastre y sin tener la más mínima idea de dónde estaba. Corría, corría, corría y también lloraba sin saber a dónde ir, a quién pedir ayuda. Me sentía hecha un asco, como por dentro que por fuera, y los recuerdos me hacían querer quebrarme. ¿Qué estaba haciendo? ¡Huir! ¿De quién? ¡De Armando! ¿A dónde iría? ¡No lo sabía! Lo único que tenía muy claro en ese momento era que tenía que seguir corriendo sin detenerme a mirar atrás, sin importar a lo que fuera que le huía o a dónde iría. Estaba cansada, sentía en los hombros una carga muy pesada, y una fuerte opresión en el pecho que amenazaba con provocarme un desmayo. Pero seguí algunas veces me caí, pero me levanté y seguí en mi camino sin rumbo fijo. 

¿Te quedas conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora