06: ¿Un error?

334 32 24
                                    

Capítulo 06:

¿Un error?

GLORIA. 

Pablo y yo nos dejamos de besar en cuanto escuchamos ese grito. Nos quedamos callados, viendo a la puerta sin saber qué hacer.

— ¡Gloria, me dijeron que estabas aquí y no precisamente sola! ¡Ábreme la maldita puerta en este momento!

Me levanté y comencé a vestirme solo con una bata de baño. Pablo me imitó, acomodándose su ropa. Una vez ya vestidos, nos quedamos parados buscando algo qué hacer para salir de esa.

— ¿Me escondo en el baño? —sugirió Pablo en voz baja.

— Mira, si te vas para el baño, Armando te va a encontrar. Lo mejor sería que salgas por la ventana, no está tan peligroso bajar.

Sin contestar ni despedirse, Pablo corrió hacia la ventana y comenzó a descender. Me dirigió una última mirada, y sin palabras, moviendo los labios dijo algo como:

— Mañana tenemos que hablar.

En vez de tranquilizarme, esas palabras me pusieron más nerviosa de lo que ya estaba.

— ¡Si no me abres ahora voy a tumbar la puerta, Gloria!

De nuevo, ese grito me sacó de mis pensamientos e hizo que me pusiera en acción. Fui al baño rápidamente para mojarme el cabello y figurar que estaba bañándome.

— ¡Gloria!

— ¡Ya voy! —grité una vez que me sentí preparada para enfrentarlo.

Abrí la puerta de la habitación y vi a un Armando rojo de coraje; vi a un Armando completamente desconocido para mí: vi a una Armando totalmente diferente al chico dulce que conocí hace más de una década.

— Dime con quién estabas y no mientas —exigió adentrándose a la habitación mientras recorría con la mirada cualquier mínima cosa que pudiera demostrar que estuve con alguien.

— Con nadie, Armando. Solamente me estaba duchando.

— No es cierto, los de seguridad me dijeron que te vieron con un hombre. Estabas con él, ¿Verdad? ¿Estabas con tu estúpido bailarín de cuarta?

— ¡Párale tantito! No te imaginas cuánto aborrezco que te expreses así de la gente.

Él se acercó a mí bruscamente, asustándome; yo, de manera inconsciente, di un paso hacia atrás. Armando se dio cuenta de que me había asustado y solo formuló una agria sonrisa.

— No soy ningún idiota, Gloria. Grábatelo en la cabeza —dijo al mismo tiempo que con su dedo índice, daba pequeños toques en mi frente.

— No me toques.

— Soy tu esposo, y puedo tocarte las veces que se me dé la gana, dónde se me dé la gana y cómo se me dé la gana. Eso también tienes que grabártelo.

— No, Armando, tú no eres así.

— No era así, querrás decir. Tú me haces querer sacar lo peor de mí —susurró mientras se acercaba lentamente a mí.

Mi corazón esta vez no latía de emoción, latía de miedo; de un miedo incontrolable a no saber de lo que Armando sería capaz de hacerme. Cuando lo conocí, aprendí que Armando es capaz de hacer cualquier estupidez con tal de bajar su enojo, y me aterraba la idea.

Nuestros cuerpos estaban a una corta distancia, era tan corta que nuestras pesadas resoluciones se mezclaban. Yo estaba a nada de echarme a llorar, pero no quería darle el gusto a Armando de verme llorar por su culpa.

¿Te quedas conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora