20: Una diosa insegura.

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Capítulo 20:

Una diosa insegura.

GLORIA.

Desperté cuando sentí el dolor incómodo de mi cuello y nuca, pues mi cabeza estaba recargada sobre la base de la cama, en una muy mala posición. Me puse en pie con la mano puesta en la nuca, y con la mirada, rápidamente busqué a Pablo en la habitación, pero no encontré ni rastro de él... A excepción de su aroma, que siempre se mantenía, o yo siempre lo percibía. Pero es que era tan penetrante y tan exquisito, que deseaba poder guardarlo en un frasquito y así poder olerlo cada que lo extrañara a él... Como en esos momentos, que no se había ido por mucho, y ya mi mente y mi corazón lo aclamaban.

Me despabilé un poco antes de salir a buscarlo por los pasillos, y me topé con la puerta que daba a la habitación de mi madre. Toqué a la puerta antes de abrirla y me la encontré sentada en un sillón, a un lado de la ventana, leyendo un libro que dejó en cuanto me vio entrar al cuarto, a un lado de su taza de café que tomaba.

- Hola, ¿Qué pasa, mi niña? -preguntó mi madre, abriéndome los brazos para que fuera con ella.

Recibí sus brazos y me envolvió en ellos, dándome una calma y una paz infinitas, que nadie podía dármela como ella lo hacía. También inhalé el aroma de mi madre, tan dulce y fuerte a la vez, como lo era ella.

- Mami, ¿Tienes idea de a dónde es que se fue Pablo? Es que, se había quedado conmigo, pero me levanté y ya no lo encontré en el cuarto.

- Sí, hija, se ofreció a ir ahora sí por lo que le había pedido al supermercado -contestó mientras miraba la hora en su reloj de mano- No tendrá más de 15 minutos que se fue. ¿Pasa algo?

- No, mami. Muchas gracias -dije antes de soltarla para levantarme y salir de la habitación.

Se fue a mismo sitio en donde se había encontrado a ella... ¿Y si la volvía a ver? Se había ido completamente solo, y afectado emocionalmente por culpa de ella. Tal vez ella lo seguía esperando en el mismo lugar, con la esperanza de que volviera a verlo para hablar con él. Con el mensaje que Lucía me envió y que le enseñé a Pablo, lo más probable era que él estuviera negado a que fuera cierto, y hasta que tuviera alguna molestia conmigo; y todo eso solo lo hacía más vulnerable, si se llegaba a encontrar con ella de nuevo, olvidaría todo lo que le había leído y seguiría creyendo en sus mentiras de que es una buena persona, cuando yo podía jurar que de buena no tenía ni un solo pelo.

Lucía había sido la estúpida que asesinó a mi bebé, a mi Ela. A pesar de saber que mi hija solo fue parte de mi imaginación, algo en mi corazón me decía a gritos que no por nada la había imaginado justamente a ella como la culpable de la muerte de mi hija. Sentía una fuerte corazonada en que no debía de desistirme de esa idea, pues realmente sentía que, como ella lo dijo, podía llegar a ser un gran peligro en nuestras vidas; y el hecho de que en mi sueño la haya visto como la causante de mi más grande desgracia, me daba más fuerza para creerlo así. Algo quería decirme mi corazón al relacionar a Lucía en ese papel, y sobre todo porque no tenía contacto con ella en mi vida diaria.

Caminé por los pasillos de la parte de arriba de la casa, antes de bajar por las escaleras, para llegar directamente hacia la cocina. Abrí la alacena y busqué un par de bolsitas de té que pudieran tranquilizarme. Puse agua a hervir y me senté en la barra a esperar que estuviera listo el té para poder tomarlo.

Tenía la taza caliente entre mis manos, mientras que trataba de enfriarlo un poco soplando al líquido levemente. Giré mi cabeza, mirando por la ventana, y lo primero que mis ojos enfocaron fue a la mesita en la que habíamos estado dándonos amor días atrás. En la misma en la que me había dicho más de dos veces que me amaba, y de lo feliz que lo hacía el que yo estuviera con él ahí a su lado; y yo también compartía el mismo sentimiento con él, con la seguridad de su amor... Que ahora no tengo.

¿Te quedas conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora