32: Recordando.

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Capítulo 32:

Recordando. 

GLORIA. 

Tres días después...

Estaba sentada en el asiento del copiloto, mirando hacia la ventana que me mostraba lindos árboles con una que otra casa. Iba en el carro de Pablo, y este conducía con la mirada fija en la carretera sin desviarla ni un momento. Enfrente de nosotros, iban viajando los agentes encargados con la investigación de mi niña, y detrás de nosotros venían unos policías por si algo se presentaba. Ni Pablo ni yo abríamos la boca desde que salimos de casa, supongo que cada uno estaba tan metido en sus propios pensamientos, y cómo no, si teníamos un sinfín de cosas en las cuales pensar, y que no nos dejaban descansar a ninguno de los dos. 

Yo me sentía nerviosa, con el pulso acelerado, las manos cosquilleándome y sudando. Mis brazos aclamaban a gritos tener entre ellos el calorcito del cuerpo de mi niña. Mi corazón la necesitaba, ponerla sobre mi pecho para que pudiera acompasar los latidos tan rápidos y desesperados. Mi nariz anhelaba volver a perderse en su rico olorcito de bebé que despendía. Mis ojos necesitaban volver a ver los suyos, asegurándome de que no corriera riesgo. Mi boca ansiaba poder llenar su pequeña y dulce carita a besos, mientras que ella solo sonriera ante las caricias. 

En conclusión, absolutamente todo mi cuerpo la necesitaba, para poder estar bien. Solo ella podía calmar todo lo que sentía en esos momentos. 

Nos estábamos dirigiendo por fin al lugar en donde posiblemente estuviera Lucía con Ela Sofía. La casa estaba a las afueras de la ciudad, por lo que tardamos casi una hora y media en llegar. El lugar era hermoso, pero tan solo imaginarme que fue el escenario de mi más grande pesadilla, lo hace ver espantoso. Sin mirarme, Pablo me ayudó a bajar del carro, y yo caminé de largo yendo hacia el detective para que me guiara. Empezamos a caminar, no más de veinte minutos, hasta que dimos con las coordenadas indicadas. 

 Tal como en mis sueños, el lugar era un bosque repleto de hermosos pinos, lo único que había además de eso, era una lujosa casa en medio de ellos. Como ya lo había dicho, no muy acorde al tipo de lugar en el que se encontraba. 

— Los oficiales revisarán el área, ¿Gusta acompañarlos o prefiere entrar conmigo? —me preguntó él, una vez que estuvimos frente a la puerta de la casa. 

— No, me quedo con usted. 

— Perfecto. ¿Y usted, Pablo? —le preguntó a él. 

Mi orgullo me sobrepasaba, por lo que no fui capaz de abrir la boca para pedir que viniera con nosotros, porque lo necesitaba como apoyo. Solo giré mi cabeza para voltear a verlo, y él de seguro vio el miedo en mis ojos, porque de inmediato tomó dirección a donde estábamos. 

— Yo voy con ustedes —dijo, cuando llegó a mi lado, y me atreví a tomar su mano buscando fuerzas... Y Pablo, como el ángel que es, no dudó en recibirla y me dio un apretón. 

El detective Vega se acercó a la puerta y tocó el timbre. Tal vez mis nervios me estaban haciendo exagerar, pero yo sentía que los minutos pasaban y nada que abrían. Vega tocó un par de veces más sin obtener respuestas. Acerqué mi oído a la puerta y no se oía nada, absolutamente nada. 

Mi mente comenzó a maquinar. ¿Y si Lucía supo lo que hacíamos y huyó con mi bebé? ¿Y si Lucía cumplía esa pesadilla de matar a mi bebé e irse? ¿Y si Lucía nos había engañado y esto era solo una trampa? ¿Y si...? ¿Y si...? ¿Y si...? ¿Y si...? ¡Basta! Me regañé internamente a mí misma por irme a los extremos e imaginar siempre el caos. Tomé aire y traté de esperar pacientemente. Tal vez solo habían salido de compras, o algo por el estilo. Quería distraer a mi cerebro del pensamiento tan feo de que mi hija quizá estaría corriendo peligro. 

¿Te quedas conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora